La Liga de Tebas

Delenda est Tebas

Mientras se consumaba el atropello al Madrid en torno al minuto 75 del reciente partido contra el Sevilla, recordé las famosas imágenes de aquel Juve-Inter que es ya para los restos el símbolo del Moggigate: un penalti clamoroso a Ronaldo Nazario que el trencilla se fuma haciéndose el loco, e inmediata contra de la Juventus que termina en un dudoso derribo de Del Piero en el área interista que provoca un súbito silbatazo del árbitro, señalando calcio di rigore para el club más poderoso de Italia. Caos, Delle Alpi en llamas y el Inter acorralando al árbitro en una situación, digamos, previolenta. ¡Estaba iracundo hasta Ronaldo! En Valdebebas, en cambio, no había público pero sí VAR, por lo que el vodevil protagonizado por Martínez Munuera en el césped y González González en la sala de videoarbitraje fue, ambientalmente, menos dramático, pero cinematográficamente, no obstante, mucho más logrado. Faltó la música de Nino Rota y los efectos sonoros de la última secuencia de la primera parte de El Padrino, de fondo. Acompañando.

En el reciente partido contra el Sevilla Faltó la música de Nino Rota y los efectos sonoros de la última secuencia de la primera parte de El Padrino, de fondo

El árbitro que señaló sin dudar el penalti evidente de Bono a Benzema (el primero que le pitan al Madrid con el balón en juego desde las obras de El Escorial) es Martínez Munuera, como digo. Luego, avisado por los controladores de las pantallas, rectificó: había un posible penalti de Militao en la otra punta del campo que tenía que ser revisado. A este hombre, Martínez Munuera, lo fueron a buscar unos agitadores del Sport, esbirros con nómina de periodistas, a su pueblo, en Benidorm, después de que se le ocurriera pitar un penalti a favor del Madrid en el Camp Nou, en octubre de 2020. Molestaron al padre, insinuaron maledicencias, preguntaron a los vecinos (ese recurso siempre tan socorrido a la hora de difamar a alguien) y, en una palabra, coaccionaron. De aquel esperpento, hoy, en España, ya no se acuerda ni el Tato, porque en España la verdad no le importa a nadie y acosar a la familia de un árbitro de la Liga es un pecadillo venial, incluso está bien visto, si se sospecha que el interfecto o alguien de su familia es, por manos del demonio, madridista.

El hombre entonces coaccionado por la prensa deportiva catalana renegó el domingo de su instantánea decisión, fácticamente meridiana, tanto como el placaje que le hicieron en Turín aquella otra vez a Ronaldo, y acudió a la llamada de los videoárbitros. Los videoárbitros han devenido en una especie de tecnócratas infalibles del fútbol, están por encima de la ley pues les avala «la tecnología», otra formulación en la mente colmena de los españoles de «la ciencia». En la tele, mientras Martínez Munuera pedía más imágenes, Movistar nos ilustraba una y otra vez con sucesivas tomas de una mano accidental de Militao al despejar el córner sevillista. La mano la conocieron entonces muy bien los madridistas pues era calcada a una de Felipe, del Atlético, en el último derby en el Wanda, una mano entonces no pitada que impidió al Madrid igualar aquel partido al filo del descanso. También evocaba en el contrito madridista a otra más reciente de un defensa del Betis que desvió un testarazo del propio Militao, mano que tampoco fue considerada penalty por el arbitrario reglamento várico. En ambas ocasiones el Madrid terminó dejándose dos puntos que, hoy, a tres partidos del final de la Liga, le otorgarían una jugosa ventaja en el liderato de la tabla de clasificación. Isaac Fouto, otro de los alguaciles del establishment del fútbol español, dice que estas manos no pitadas no son «escandalosas», que son las únicas que, a su juicio, debe pitar el VAR. No lo son porque los jugadores «van a despejar con la cabeza y lo hacen con la mano», a diferencia de Militao, que comete «penalty MUY claro conforme a las reglas del juego marcadas por @TheIFAB», que es la ONU del fútbol. «Perfecta intervención del VAR», remató con desenvoltura el autor de un libro que se llama «Pide el VAR: lo que no se ve, no se entiende».

En España la verdad no le importa a nadie y acosar a la familia de un árbitro de la Liga es un pecadillo venial, incluso está bien visto, si se sospecha que el interfecto o alguien de su familia es, por manos del demonio, madridista

La verdad es que la desvergüenza es absoluta, flagrante, que viene del latín flagrantis, o sea, lo que está en llamas, lo que arde, brilla y es evidente. Esta es la Liga de Javier Tebas, un insulto a la más elemental inteligencia del espectador, que paga para ser intelectualmente estafado de una forma muy burda: la línea del fuera de juego de Odriozola del plano que Mediapro, la realizadora de la Liga ofreció a los televidentes, era pura lisergia. Odriozola parece calzado con un zapato de clown y la línea está desviada a conveniencia, tan cutremente que habría ruborizado hasta a Stalin, experto en ordenar que borrasen a gente de las fotos de la revolución. Es lo que pasa cuando la selección, edición y producción de esas imágenes corre a cargo de Mediapro, entrampada hasta las cejas en Francia y España, quien emplea además a insignes antimadridistas (antimadridistas que lo expresan en público, me refiero, como Óscar Lago) en la comisión de esa prevaricación audiovisual. Fouto, autoerigido en adalid del videoarbitraje vaya usted a saber por qué (en España cualquiera se dice experto en alguna cosa, no que tenemos al presentador de Pasapalabra de eminencia mundial de Leonardo Da Vinci), le pone como subtítulo a su libro sobre el videoarbitraje «Lo que no se ve, no se entiende», pero lo que ha visto todo el mundo es que esta temporada 2020-2021, la norma de las manos en el área era muy clara: lo que perjudica al Madrid, se pita.

Aquí sale muy barato tomar al personal por tonto, entre otras cosas porque en el periodismo («el cuarto poder») no se castiga la prevaricación. Uno puede sostener una cosa y la contraria con el mismo cuajo y además, echando cojones, y la falsedad es un instrumento descarado de difamación pública. El primero que no se queja es el Madrid. El domingo por la noche, hasta Zidane echaba humo por las orejas. Sin embargo, Butragueño, que se comporta como un embajador, volvió a decir que el Madrid no había «tenido suerte» con las decisiones arbitrales importantes, que van a costar una Liga. Una Liga, en todo caso, no es nada. Lo peor es la prostitución intelectual.

Esta es la Liga de Javier Tebas, un insulto a la más elemental inteligencia del espectador, que paga para ser intelectualmente estafado de una forma muy burda

Antes, el «villarato» tenía como principal beneficiario el Barcelona. Ahora que el Barcelona de Messi ya casi no tiene dientes, los que recogen alborozados las nueces de la ignominia son los monchitos. El Sevilla, por ejemplo, no perdió un segundo en subrayar su adhesión inquebrantable al statu quo cuando el anuncio de la Superliga, con profusión de tuits eduardogaleánicos: el fútbol pertenece al viento y todo eso. La arbitrariedad legitimada por la tecnología es el último recurso del antimadridismo, hálito de la España rencorosa. La cosa es que desde 2013 la Liga pertenece a Tebas, otro oscuro abogado como Ceferin que saltó al fútbol profesional hace veinte años desde el trampolín del Badajoz, al que dejó en la ruina. Luego se labró un camino de oro y fango alrededor de los más conspicuos personajes del folclore balompédico nacional: Piterman, Lopera, los Ruiz Mateos, clubes como el Xerez, al borde de la desaparición… presume de haber saneado la Liga, controlando las economías de los clubes profesionales, pero el Barcelona, uno de los dos pilares del campeonato, ha llegado a la bancarrota a la vista del mundo entero sin que este «gran empresario» se diera por aludido en ningún momento. En la Liga de Tebas cohabitan dos realidades paralelas, tanto en lo que tiene que ver con lo que regula lo que pasa en el césped, con lo referente a la regulación en los despachos. Los monchitos, aquejados del eterno complejo de Liliput, están encantados, pero la cosa ya es tan obscena que hasta L´Equipe llama «incroyable» al sainete arbitral del Madrid-Sevilla.

No pasa nada porque en España nunca pasa nada. Sobre todo, no pasa nada porque el Madrid, víctima de este aquelarre tan cutre, lo soporta, institucionalmente al menos, con espíritu de mártir. Tebas lleva ya unos cuantos años disparando sin cortarse contra el Madrid y su presidente, Florentino Pérez. En cualquier otro lugar que el patrón del fútbol profesional le declare la guerra en la radio, la tele y la prensa a uno de sus clubes afiliados, sería motivo de escándalo, pues cabría dudar de la imparcialidad en el trato con respecto a los demás. La Superliga parece haber acelerado de modo notable la velocidad con la que Tebas quiere apear al Madrid de cualquier posibilidad de ganar esta Liga. Encastillado en la LFP, Tebas se aprovecha de las maniobras geopolíticas detrás de la palanca de la UEFA para flagelar al Madrid sin cortarse un pelo, cosa que favorece el hecho de que la jugada de Florentino y sus Dirty Dozen fuera esencialmente contra la Copa de Europa y no contra su momio nacional. Alejandro Magno, cuando conquistó la ciudad de Tebas, la dejó como un solar respetando únicamente la casa del poeta Píndaro. No sé qué podría pasar si el Madrid pusiera en marcha su extraordinaria capacidad de influencia, convocatoria y alcance global de la «marca Real Madrid» no para aplastar a Tebas, sino para no permitir que una mosca, que decían los latinos, cace al águila.

Fotografías: Imago.