Anoche puse la televisión para saber qué había pasado en el derbi, que no había visto pero de cuyo resultado ya me había informado. El resumen mostraba la esperada sucesión de penaltis no pitados de cada fin de semana, más algunas entradas escalofriantes y otras acciones viles que me pillaron más desprevenido. A pesar de que esta temporada las cosas del fútbol me vienen resultando poco menos que indiferentes, esos cinco o diez minutos de imágenes como el balonazo de Correa a la cabeza de Benzema, la entrada de Savic a Kroos sobre la pierna de apoyo o la patada de Lucas Hernández a la nariz de Ramos, consiguieron que volviera de mi despego.
Vistas las imágenes desde planos alejados, surgieron de mi boca las primeras expresiones de sorpresa indignada. Contempladas después en medios y primeros planos, los exabruptos brotaron ya en forma de cascada, in crescendo según se sucedían las repeticiones, por ir descubriendo nuevos detalles. Entre ellas, me percutió especialmente la imagen del árbitro acercándose parsimoniosamente, casi bostezando, al lugar en que Sergio se desangraba en el suelo, mientras él centraba lo mejor de su atención en algo infinitamente más importante relacionado con su reloj: calcular el tiempo que se estaba perdiendo, o darle cuerda, vaya usted a saber. En ese momento el tono de mi voz ya se había alzado lo suficiente como para atraer la atención de mi mujer, que vino a recordarme que los niños estaban durmiendo. Fue entonces cuando reparé en que estaba perdiendo los papeles, y me alegré de que mis hijos no estuvieran allí incrementando su acervo de tacos y palabrotas, del que en mi entorno se me hace principal responsable, con alguna razón. Fue ese un instante de inflexión, que predispuso mi ánimo para lo que iba a venir a continuación, aunque todavía no lo supiera.
Llegó el tiempo de la rueda de prensa. Reconozco que mi interés estaba sobre todo en escuchar al entrenador explayarse sobre violencia y prevaricación. Necesitaba que mi afligido corazón recibiera un bálsamo de excusas y victimismo, aunque fuera en dosis mínima y sin perder las formas. Aunque sabía para mis adentros que esto no iba a ocurrir, no perdía la esperanza de que Zidane se hiciera portavoz de mi estado de ánimo. Por suerte, esto no ocurrió. Todo lo contrario, aparte de una lección moral, Zidane me ofreció en esa rueda de prensa una imagen que llevaba un tiempo buscando, y que para mí no tiene precio: la del hombre centrado.
en sala de prensa, zidane ofreció la imagen de un hombre centrado
Supongo que tendré que explicarme. Hace un par de años, estaba yo leyendo esa joya titulada la Consolación de la Filosofía, obra que ofrece una sintética pero completa visión del hombre y el mundo de acuerdo a las mejores lecciones de la filosofía antigua, y que, por lo que es y por las condiciones en que fue escrita, hace de su autor, Manlio Severino Boecio un precursor del espíritu madridista. Pues bien, en la Consolación (Libro IV, Prosa VI) se ofrecen sendas definiciones de Providencia y Destino, que son dos cosas distintas aunque relacionadas entre sí: la primera es el plan divino del universo, un esquema simple, invariable e inamovible como el centro de una esfera. El segundo es su desarrollo en el tiempo, complejo, disperso, en continuo movimiento y cambiante, una red de causas y efectos más tupida cuanto más alejada del centro. Lógicamente, “cuanto más se aleja un ser –dice Boecio– de la inteligencia suprema (que ocupa el centro), más atrapado se ve en las redes del destino. Por el contrario, cuanto más se acerca a ella, tanto más libre se ve de este”. Estas palabras se me quedaron grabadas, pero sin imágenes vivas que las acompañaran.
Y ahí fue cuando, viendo a Zidane en la tele, en un marco tan rutinario y poco prometedor como una rueda de prensa postpartido, encontré una imagen real para la argumentación dialéctica de Boecio sobre Prouidentia y Fatum. Zidane, envolviendo en frases de apariencia titubeante y repetitiva mensajes duros y transparentes como el diamante, sin resquicios para el victimismo y perfectos de autoconfianza sin fisuras, se me figuró en ese momento como el hombre centrado en una verdad muy simple que implica un deber muy simple, pero cuyo cumplimiento le hace invencible. Por el contrario, el destino que acecha momentáneamente al Real Madrid es una compleja red tejida de trampas como los lloriqueos de Simeone, las designaciones de Sánchez Arminio, las decisiones de Borbalán, las preguntas insidiosas de los reporteros o los editoriales más insidiosos todavía de Relaño, entre otras muchas cosas, claro.
Entendida la lección, intenté centrarme también yo. Y di gracias, una vez más, por ser del Real Madrid.
A la lista de acciones infames que señala en su primer párrafo, yo añadiría una. Es una jugada en la banda derecha del ataque del Madrid, en la que Carvajal recibe un patadón de un rival que le envía al verde tapiz del Wanda, y que se produce a un metro de distanacia del jefe de animadores del Atleti. Ese individuo vestido de negro y aspecto de mafioso, empezó a gesticular de inmediato dirigiéndose a Fernández Borbalán, para hacerle ver que Carvajal se había tirado a la piscina. El comportamiento del jefe en la banda del Wanda, explica la conducta de sus jugadores. Nunca ha sido reprendido o sancionado por ese comportamiento contrario al "fair play", y por el contrario, es elogiado por buena parte de la canallesca. El juego sucio, en vez de ser sancionado, tiene premio, si lo hace un equipo "débil", el "equipo del pueblo".
El contraste con Zidane es chirriante. Yo también doy gracias por ser del Madrid.
Saludos.
Simeone es ejemplo claro de la escuela Biladista o la de Luis Aragones. No se si recuerdas la famosa frase de Bilardo " al contrario no hay que darle agua hay que pisarle" o la de Luis de ganar, ganar, ganar y volver a ganar. La deportividad para algunos no existe
Prueba de la deriva de España en los aspectos ético y moral es que un gusano como Simeone sea ídolo de masas. Es un personaje que engloba todo (pero todo) lo que debe aunar un auténtico villano de película. Una verdadera mala persona.
Cada vez que hace una de las suyas, me alegro recordando como lo vaciló el gran Varane en la prórroga de La Décima. Finamente, sin alterarse.
Me reafirmo en mi opinión ya expresada anteriormente por aquí, tengo un gran concepto de Zidane como hipnotizador, no tanto como técnico. Cuando una decisión suya, con el partido empezado, sirva para cambiar a mejor un resultado, empezaré a considerarlo un poco más. Mientras tanto sigue manejando de manera magistral el péndulo y lo balancea ante los ojos de prensa, jugadores y publico en general con indudable éxito.
Vamos a ver,sr.Perez,esta ud.con esa matraquilla de Zidane hipnotizador y lo de cambiar un resultado,por supuesto de peor a mejor.Bien,¿que considera ud.que es la Champions Ligue?¿Que es una Liga española?¿Que es un Mundial de clubes?
¿se pueden ganar estas competiciones hipnotizando a quien?
En todas estas competiciones,se da lo que ud.le exige a Zidane,de cambiar a mejor,un resultado,pues en ninguna competicion,empiezas como 1°y a lo largo de cada una,hay que tomar decisiones,que una vez seran tacticas,otras de motivacion del grupo,etc.,con el unico fin,de ganar dicha competicion.Saludos desde MI GRAN CANARIA.-HALA MADRID.
Cuando yo digo que valoraré mejor a Zidane como técnico, cuando en partidos complicados tome decisiones sobre la marcha que lleven a la victoria, es porque hasta ahora no recuerdo habérselo visto hacer nunca. Últimamente por no hacer, no hace ya ni cambios.
Desde mi punto de vista Zidane es un entrenador de carril, no tiene variantes tácticas que aplicar cuando un partido se tuerce y no tiene esa versatilidad que deben tener los grandes entrenadores.
Discrepo rotundamente. Zidane ha demostrado estar por encima de el resto de entrenadores de la élite mundial. Ha dado repasos como entrenador, no digo a Simeone, si no a Ancheloti, Guardiola, Mohuriño, Alegri, Luis Enrique y a cualquiera al que se ha enfrentado.
Supongo que eres el Ossip que yo creo.
¡Qué placer leerte!
No sé puede añadir nada a lo perfecto.
Lunalia, ¡qué alegría leerte! Muchísimas gracias por tu afectuoso comentario
Sr. Pérez. Con el mayor respeto. Habla de Zidane como "entrenador de carril" y me viene a la memoria Luis Molowny. No añadiré una coma más para referirme a la "cintura" que tenía como estratega el añorado canario. El gran Udo Lattek jugaba toda la temporada con 13 tíos en el Bayern de los 70. Ahora bien, ¡qué trece! Y en el Madrid de Capello 96-97 solo dos suplentes pasaron de 20 partidos. Por contra, la extraordinaria política de rotaciones que llevó a cabo el año pasado dio unos frutos que están ahí. No creo que la cosecha le parezca poca. La gestión de plantilla ha sido hasta ahora inmejorable. Su forma de estar con los medios (malditos) es impecable. Y el palmarés del galo habla por sí solo. Con mi comentario no pretendo quitarle la razón. Sin duda, en todo entrenador hay puntos mejores y peores. Únicamente le pido que considere la totalidad de aspectos a considerar en un entrenador que tiene que dirigir un transatlántico como el Real Madrid. No creo que haya muchos mejores que Ancelotti y mire lo que pasó en la temporada 14-15. Quizá sea yo uno de los hipnotizados a los que usted alude. Es posible. Me atonto cada vez que me acuerdo de las 2 champions, 1 liga, 1 mundial de clubes, 2 supercopas de europa y 1 supercopa de España.... en 22 meses.