La insoportable levedad de Kylian Mbappé

El affaire Mbappé continúa y yo ya estoy cansada.

Te quisimos mucho, Kylian. Me atrevo a usar el plural porque en el madridismo cibernético ese amor fue casi tangible. Entramos en un estado de éxtasis colectivo. Preparamos tu llegada con la ilusión con la que una madre primeriza amuebla el cuarto de su hijo. Te dábamos los buenos días y te llevábamos el desayuno a la cama todas las mañanas. Besábamos tu frente por las noches (¿o qué creías que era ese leve roce, apenas perceptible, que te acariciaba antes de dormir?). Te escribíamos cartas y tuits. Yo molesté a mi íntima amiga Rosa, casi una hermana, que es políglota y vivió varios años en Niza, para que el francés de mis tuits fuese perfecto, tú no te merecías menos y yo no soporto escribir mal en ningún idioma, pero esa es otra historia. El caso es que a Rosa solo la molesto para cosas importantes de verdad, como que revise las presentaciones en francés que tienen que hacer mis hijos en el colegio, y la molesté también por ti, ¿te haces cargo?

Toda esa ilusión se coló por el sumidero el 1 de septiembre. Y a partir de aquí ya no puedo seguir usando el plural, solo puedo decirte lo que me pasó a mí. Escarmenté. Decidí olvidarme de ti hasta que, en su caso, hubiera un comunicado oficial, el comunicado oficial.

Pero no me permites olvidarte. No entiendo a cuento de qué han venido tus últimas declaraciones. Si de verdad quieres jugar en el Real Madrid, solo tienes que dejar pasar el tiempo, soy consciente de la presión a la que estarás sometido y de que ese “solo” puede ser injusto, pero es lo que pienso. Con todo, lo que de verdad me ha descolocado han sido las declaraciones de tu madre, ¿qué necesidad había de que nos presentaras a tu madre ahora? A tu madre la teníamos que haber conocido en un palco del Bernabéu, aplaudiendo, alborozada, tus goles en una semifinal de Champions. Entonces sí, alguien habría preguntado “¿quién es esa señora?” y hubiésemos descubierto que era tu madre. “Qué bonica”, habríamos dicho algunos. “¡Viva la madre que lo parió!”, hubieran exclamado los más castizos. No sé si las declaraciones de tu madre son fruto de una torpeza improvisada o forman parte de un milimétrico plan para subir las apuestas, pero me sobran en ambos casos.

Me estoy empezando a cansar de ti y de los tuyos, a los que los cursis llaman “entorno”. No eres la única belleza de la fiesta, hay un rubio al que, si pudiéramos elegir, muchos preferiríamos antes que a ti, aunque es posible que a Haaland tampoco podamos ficharlo. Florentino, al parecer, ha mantenido las cuentas saneadas, pero no sé si el Real Madrid puede competir en un escenario en el que proliferan los clubes estado que se caracterizan por el dinero a gogó y el cumplimiento laxo, por ser generosa, de las normas. Supongo que, si nada cambia, en algún momento tendremos que elegir entre seguir siendo esa casa aristocrática, todo grandeza y clase (que no es poco) y sin dinero suficiente, o casarnos por conveniencia para revitalizar las cuentas y poder seguir compitiendo al más alto nivel. Veremos.

Disculpa la digresión. Lo que te quería decir es que puedes renovar con el PSG un año o diez; puedes renovar antes de diciembre para, paradójicamente, poder marcharte en junio; puedes fichar por el Madrid o por cualquier otro equipo, utilizando la fórmula de una subasta clásica en la que el activo se lo queda quien hace la mejor puja; puedes incluso irte a un monasterio cisterciense y entregarte a la introspección y a la vida contemplativa. Puedes hacer lo que te dé la gana, al fin y al cabo, es tu carrera y tu vida. Solo hay una cosa que no puedes o, al menos, no debes hacer: no seas pesado.

Fotografías: Imago