Augusto Escaramujo llevaba toda la vida trabajando para una gran compañía. No podía quejarse de cómo le habían ido las cosas en ella. Había cosechado grandes éxitos y gozaba en la misma de un renombre indudable. Pero las cosas comenzaron a torcerse para él cuando en unas elecciones al comité de empresa votó -al parecer- por quien no debía.
Desde entonces, comenzó a darse cuenta de que se le ponían muchas trabas en el camino. Él siempre había sido un hombre trabajador y talentoso. Y como consecuencia de ello, había sido nombrado empleado del mes un sinfín de ocasiones. Pero hacía años que eso ya no ocurría. Veía con disgusto y con impotencia cómo otros empleados -especialmente ese pelota de Pep Doméneco- se hacían con ese preciado galardón. Augusto se esforzaba cada vez más, intentando recuperar su antiguo auge. Pero siempre se encontraba con continuos impedimentos que él encontraba muy poco razonables y sospechosamente ilógicos. Como si estuvieran puestos adrede para obstaculizar su trabajo todo lo posible.
Sus compañeros fueron distanciándose paulatinamente de él. Principalmente porque aquél cabronazo de Pep había hecho correr el rumor de que el verdadero pelota de la empresa era Augusto. Y donde antes encontraba apoyo y simpatía, ahora solo había aspereza, malos modos y siniestras miradas de reojo.
Sus jefes le abroncaban muy a menudo. Casi de continuo. Hiciese lo que hiciese. Augusto fue poco a poco entrando en un estado de desesperación casi insoportable. Intentaba por todos los medios rehacerse a sí mismo y demostrar a sus superiores que seguía siendo un excelente empleado. Cada vez hacía más horas extras y extremaba su atención en los trabajos que realizaba. Pero nunca recibía ningún tipo de recompensa o reconocimiento por sus esfuerzos.
- ¡A ver si espabila, Escaramujo! ¡No estamos satisfechos de su rendimiento! ¡Su producción es cada vez más lamentable!
- Pero jefe... Si hace nada he estado tres años seguidos siendo líder de ventas en el extranjero...
- ¿Y qué? En el mercado nacional no se come usted una rosca. Menos mal que contamos con Doméneco... Ese sí que sabe vender bien, el bueno de Pep...
- Sí; es cierto... Y tal vez... si yo contase con la misma cartera de clientes que él, o dispusiese de las mismas infraestructuras de ventas, el mismo apoyo en cuestión de marketing, los mismos salvoconductos para movilización de mercancías, las mismas...
- ¡Excusas y más excusas, Escaramujo! Lo que tiene que hacer es trabajar más y dejarse de zarandajas... ¡Ándese con cuidado!
Augusto siguió intentándolo. Siguió trabajando duro y sacando a relucir su talento cada vez que podía. Pero la situación se iba volviendo cada vez más insostenible.
- ¿Dónde están mis informes? ¿Alguien ha visto mis informes? Los dejé encima de la mesa...
- ¡A ver si tienes más cuidado con tus cosas, zoquete!
- ¡Alguien me ha cogido los informes! ¡Los necesito ya! ¡Son muy importantes..!
- ¿Y a nosotros qué nos dices, pelota? ¡Pregúntale al jefe! Mira, aquí llega...
- ¿Qué alboroto es este? ¿Qué sucede?
- Mis informes, jefe... glup... han desaparecido...
- ¡¿Cómo..?! ¡Le dije que los quería para antes de ayer! ¡Es usted un desastre, Escaramujo!
- Pero... yo... yo...
- No se preocupe, jefe -intervino triunfante Pep Doméneco- Yo tengo hechos unos informes muy parecidos que seguro que le sirven. Tenga, aquí los tiene.
- Menos mal que contamos con un trabajador como usted, Pep. Creo que se ha ganado ser empleado del mes una vez más . Y ya van...
Augusto observaba atónito aquellos informes. No cabía la menor duda de que eran los suyos.
- ¡Esos informes son los míos...!
- ¿Cómo? -exclamó el jefe con incredulidad- ¿Encima acusa de ladrón al mejor empleado de la empresa?
- Ya sabe cómo es Escaramujo, jefe -intervino Pep sonriendo ampliamente- Siempre echando la culpa de su inoperancia a los demás. Mire, los informes están firmados por mí.
- ¡Has borrado mi firma y has puesto la tuya...! -protestó Augusto- Mire, jefe. Se nota el tipex que ha usado descaradamente encima de mi firma...
- ¡Tonterías, Escaramujo! ¡Eso será porque el papel ya venía así! ¡Deje de acusar a Pep y vuelva inmediatamente a su puesto de trabajo! ¡Vago!
Los meses y los años fueron pasando y Augusto se mostraba cada vez más alicaído. Cuando entraba a trabajar por las mañanas, lo primero que veía era la foto de Doméneco en la pared figurando de nuevo como empleado del mes. Cada vez le costaba más dedicarse con empeño a su trabajo. Poco a poco su rendimiento fue decreciendo. Un sentimiento de impotencia iba implantándose en él gradualmente. Sus méritos nunca se reconocían y se hacía continuo hincapié en sus fallos o defectos. Se daba cuenta de que ya no era el mismo. Su entusiasmo había ido mermando hasta casi desaparecer, con la consiguiente falta de calidad en su labor, que hasta entonces había sido excelente. Comenzó a sopesar la idea de cambiar de empresa, pues se daba cuenta de que en ésta tenía muy pocas oportunidades de volver a triunfar y sentirse importante y valorado. Y no le hizo falta sopesar esa idea mucho más porque, de hecho, fue despedido por incompetente.
Y lo irónico de su ingrata situación, es que su despido fue justificado, pues su productividad había descendido y empeorado sin ninguna duda. Y el propio Augusto era el primero en saberlo y reconocerlo. Lo cual, no le impidió reflexionar acerca de las injustas vicisitudes que se dieron hasta haber llegado a ese lamentable estado.
El caso es que Augusto comenzó a buscar un nuevo empleo. Y mientras lo encontraba y no, decidió que para levantar el ánimo y olvidar el mal trago, sería bueno y conveniente dedicar su mente a alguna actividad lúdica. No le gustaba el fútbol, pero veía que los aficionados al mismo se divertían y olvidaban sus penas siguiendo la marcha y los acontecimientos de sus respectivos equipos. Y como en alguna ocasión había escuchado decir que el Real Madrid ganaba siempre sin problemas, que era respetado y querido por todo el mundo, que era al mismo tiempo admirado y temido por las instituciones deportivas y que los medios de comunicación hablaban siempre muy bien de él, decidió hacerse seguidor suyo.
Sí; era justo lo que necesitaba. Ser seguidor y disfrutar de ese equipo, que al parecer discurría por un camino limpio, imparcial y decente hacia las merecidas victorias, sin duda alguna le haría sentirse identificado con ese ideal y meritocrático camino y así poder olvidarse de todos los avatares que había tenido que sufrir y padecer en su antigua empresa. Estaba seguro de haber elegido al equipo indicado para ello.
O eso creía él...
Genial!!!
Cuentan las malas lenguas que Augusto solía volver de las vacaciones de verano muy quebrantado, y que casi todos los años por H o por B no volvía a conectar y ponerse a trabajar en serio hasta que ya se vislumbraba la primavera. Se ve que sufría de esa melancolía propia del invierno, de esos días tristes y con tan pocas horas de sol. Sin embargo también se cuenta que Pep era un verdadero trepa que no salía de la oficina en todo el invierno, y aunque solía ir llegada la primavera a alguna capital europea a dar rienda suelta a sus más bajos instintos, dejándose mancillar en tres o cuatros ocasiones, las que hicieran falta, por varones bien dotados, y a pesar de ser todo ello contemplado con amplia difusión en las redes sociales, el resto de la empresa solía correr un tupido velo y obviaba estos deslices para no darles mayor trascendencia. Eso si, con las épocas melancólicas o menos vivaces de Augusto eran todos inflexibles, incluso en esos meses de mayo o junio en que acostumbraba a obtener las mejores cifras de ventas de toda Europa, cosa que sin lugar a dudas mantenía la empresa en el top ten.
En cualquier caso la elección del Real Madrid es de los pocos aciertos de los que puede enorgullecerse inequívocamente Augusto.
Bueno el artículo, pero mejor el comentario. Felicidades a ambos.