Vivimos tiempos líquidos; una época en que la inmediatez ya no es un complemento, sino un valor en sí misma, con arraigo mayor a cualquier otro calificativo que pareciese inmutable en la formación social humana, tales como el esfuerzo, la constancia, el mérito e incluso el respeto.
El respeto no solo a los conciudadanos, sino al propio paso del tiempo, que se consideraba insoslayable para el cumplimiento de objetivos individuales y colectivos.
Esta inmediatez la apreciamos manifiestamente en el sueño eterno que padecen lecturas de más o menos dimensión, de cualquier ámbito. Es hoy un éxito que alguien lea ciento ochenta caracteres de una concreta red social. Más allá de eso, la nada.
Vivimos tiempos líquidos; una época en que la inmediatez ya no es un complemento, sino un valor en sí mismo, con arraigo mayor a cualquier otro calificativo que pareciese inmutable en la formación social humana, tales como el esfuerzo, la constancia, el mérito e incluso el respeto
Esta velocidad de vértigo lleva aparejada la capacidad cuasi inmediata del olvido, la ausencia de retención de lo importante, laminada por lo urgente, y con este binomio nace y destaca sobremanera la impostura.
Y qué mejor ejemplo de impostura que el que nos presenta el triunvirato que conforman la opinión pública patria, el FC Barcelona y, en última instancia, la mayor parte de los clubes que participan en La Liga.
No hace falta detenerse mucho en reflexionar sobre algo evidente, so riesgo de ser catalogado como burdo; en cualquier país del mundo, cualquiera, tener en su seno al Real Madrid sería un incontestable motivo de orgullo, entre otros motivos por su historia, por su incapacidad para rendirse, por su gestión o por sus éxitos deportivos.
En la recién concluida temporada 2021-2022, el Madrid se ha alzado con el título de campeón de la Supercopa de España, con el Campeonato Nacional de Liga —con varias jornadas de anticipo— y ha levantado una Copa de Europa, la 14ª —que se dice pronto pero que no se igualará nunca— de una manera tan emocionante y épica que será difícil de olvidar, para los madridistas por supuesto, pero también para los aficionados al fútbol en general.
Se ha vencido consecutivamente a clubes estado, que representan la oda al dinero ignorando cualquier otro valor, homenajeando incesantemente a la tenacidad y la constancia, consiguiendo triunfos de una manera tan epopéyica que los colegios y las playas se han poblado de remeras blancas como hacía tiempo que no se apreciaban.
El respeto y la admiración allende nuestras fronteras ha sido y es ejemplar, además de recurrente. Futbolistas que publican en sus redes sociales la envidia que les corroe por los guerreros blancos que sienten en primera persona la magia de las remontadas del Bernabéu; exfutbolistas que hacen lo imposible por ubicarse como reporteros de cualquier medio para asistir el templo blanco. Y por supuesto, los medios de comunicación supranacionales, que no escatiman en elogios sobre nuestro club. En definitiva, es pacífica la admiración internacional que se profesa sobre el Real Madrid.
Esta velocidad de vértigo lleva aparejada la capacidad cuasi inmediata del olvido, la ausencia de retención de lo importante, laminada por lo urgente, y con este binomio nace y destaca sobremanera la impostura
Y ello solo reside en una razón que cuestionó brillantemente Manuel Jabois: “no entiendo como hay gente que no es del Madrid; es como renunciar voluntariamente a la felicidad”.
Sin embargo, en nuestro país el fenómeno es casi idéntico, pero a la inversa. Se honra la impostura y se abraza el ridículo. Son constantes los artículos periodísticos que ligan cautelosamente los éxitos del Madrid con la suerte, los favorables arbitrales y, en última instancia, el presupuesto, como si este viniera predeterminado por cuestión suprema, sin ligazón alguna con el número de aficionados y la gestión del club.
Todos los periodistas que en este fin de temporada se han visto obligados a relatar, a regañadientes, los éxitos deportivos merengues, han hallado en este período estival su particular oasis.
Les ha faltado tiempo para ensalzar la gestión del presidente Laporta, tildando la confección de su plantilla de antológica, y, claro está, volviendo a situar al FC Barcelona, como cada año, como máximo favorito a ganar todos los títulos.
Silencian arteramente el amparo del que disfruta el equipo blaugrana por la entidad organizadora la competición, y que secundan los clubes participantes, siendo objetivo que su situación económica es ruinosa, y que se ve obligado a la venta de patrimonio para poder subsistir, en una huida hacia adelante cuyo final se antoja previsible —conversión en sociedad anónima—.
No es que se eche en falta que “alguien” salga en defensa de futbolistas con contrato en vigor que son extorsionados para que se reduzcan su retribución o abandonen el club, todo por el loable fin de incorporar a otros jugadores.
El respeto y la admiración allende nuestras fronteras ha sido y es ejemplar, además de recurrente. Sin embargo, en nuestro país el fenómeno es casi idéntico, pero a la inversa. Se honra la impostura y se abraza el ridículo
Es inconcebible que se pueda vender el 25% de los derechos audiovisuales de los próximos 25 años, para destinar ese importe en fichajes en lugar de reducir deuda o cumplir obligaciones pretéritas; por no mencionar que permitir imputar ese ingreso en el presupuesto de un año, y no prorrateado a 25, es una manifiesta irregularidad.
Pero da igual; todo da igual. Ya sabemos que la bilis que se profesa al Madrid da lugar al halago permanente e injustificado, haga lo que haga, del que otrora fuese eterno rival.
El círculo se cierra con actuaciones como la del Sevilla FC, con Monchi y su prima a los mandos. Participa activamente en la repulsa al Madrid, y somete los intereses de su club en prevalencia del FC Barcelona, naturalmente sembrando su futuro.
El problema vendrá cuando sus créditos se conviertan en papel mojado; pero hasta entonces todo vale, con tal de denostar al Madrid, y ensalzar la impostura, situando a todos, sin excepción, en un ridículo asombroso, que no por apreciarlo diariamente debe dejar de ser denunciado.
Getty Images.
Bravo,más claro no se puede decir.Es lo que hay ahora en èste país en clara descomposición y con una tara muy fuerte,la envidia,y también la descarada admiración por los jetas y sinverguenzas que hace posible tanta corrupción.
No puedo estar más de acuerdo con lo que ha escrito. Al 100%
Cualquier otro equipo, nacional o extranjero, sería Premio Princesa de Asturias desde hace décadas.
Insisto, incluyamos este año al menos a Florentino como complice activo del palancazo, no solo es un silencio administrativo, sino que Florentino es a Legends / six street, lo que Tebas a CVC.
Florentino es el conseguidor de la Palanca televisiva, en mejores condiciones que CVC, Tebas hace como que aprieta para hacer el paripé (le conviene un Barsa fuerte para vender la liga), y los acreedores (incluidos De jong) flipan en colores con que no se les devuelva un colín de lo adeudado.
Yo me lo tomo con calma, ya que estoy viendo por capítulos la autodestrucción de enemigo. Ni palancas ni Palenques los salvan del ostiazo. Es más, esto convierte a esta fase de grupos de la champions en lo más importante que ha jugado el Barsa en su vida, si no pasan a octavos son sociedad anonima en verano de 2023...... ojalá les toque el Bayern Munich del Bombo 1, y alguno de los bombos 3 o 4 les pueda dar la sorpresa...
El doblete funcionarial (liga y chupito del emérito) es un hecho que lo logarán... con el plantillón que han hecho es lógico que lo ganen, no les van a dejar hacer ese equipazo para pegarse el costalazo padre. La clave es que no lleguen lejos en Champions, porque es ahí donde están los ingresos (todo lo gordo), no creo que vuelvan a hacer el ridículo del año pasado en fase de grupos, pero a ver si en octavos les toca un equipo potente y se van al carrer
Meter a Monchi en esta teoría es ridículo y denota que no gusta en el madridismo que les plantea cara en su palco.
A seguir así catetos
Me parece claro que Manuel López usa una sinécdoque. En todo caso, usted no está de acuerdo con él, y está en su derecho, pero mi pregunta es por qué considera que eso le autoriza a insultar geométricamente a todos los madridistas.
Insulta porque es el modus vivendi de esta gente. Envidiar y odiar.
Llamar cateto no es un insulto.Es una elección.
El madridismo está acostumbrado a que le aplaudan a toda costa y eso es precisamente lo que no hace Monchi.
Cuando se siente robado,lo dice sin mas
"prevalencia del Barcelona" ,""sembrando su futuro"
Escandalizarse por lo de catetos es tener la piel muy fina cuando esté muchacho acusa a una persona de lo arriba entrecomillado
¿No seras las prima de Monchi por casualidad?
Efectivamente.
Y tu la de Butragueno?
Ese que no habla de los arbitros