La hostia

Informa Wikipedia (la Enciclopedia Británica del siglo XXI, ay) de que el hijo del padre de Neymar Jr tiene una estatura de 1’74 metros, pero no se lo crean. Palidece la veracidad de la citada fuente informativa en comparación con la beracidad de la que suele hacer gala la prensa deportiva catalana, siempre a la vanguardia de la notisia, siempre dispuesta a cantar las alabanzas del més que un club aunque no haya alabanzas que cantar, que es cuando por supuesto tiene mérito cantarlas, o cuando más ridículo queda entonar dicho canto.

Ahí lo tienen. No solo el hijo del padre de Neymar Jr ha vuelto (aunque no sabemos bien de dónde, ni tampoco sabíamos que se había ido), sino que además su regreso no es un regreso cualquiera, qué va. Ha crecido el brasileño. Viene más grande de lo que se fue. Tal vez sean solo unos palmos, o puede que unos dedos, pero el fenómeno bien merece sendas portadas constatando el milagro de la crecida. ¿No lo ven? Miren qué alto se nos ha puesto el chaval. ¡Ha provocado más penaltis que Cristiano! ¡Los ha transformado con un estilo muy peculiar! No nos digan que la cosa no tiene miga. Que comparezca Iker Jiménez para dar constancia de semejante maravilla. Que sabios, gurús y chamanes se reúnan en docto sanedrín para explicarnos el prodigio. Que Sport y Mundo Deportivo sean material de investigación en las universidades, y no solo como contraejemplo.

Pero es que por si fuera poco, WikiSportivo informa de que el arbitraje copero en Anoeta perjudicó al Barcelona, “otra vez”, cosa que ya saben todas las personas de bien. De hecho, podemos decir que hasta sobra esta informasión, ya que hasta un niño de cinco años sabe que cada vez que juega el Barcelona, el arbitraje le perjudica. La afirmación es tautológica. La berdad es la berdad y punto, la diga Obrevo o su porquero, como bien nos ha sabido ilustrar el dedo acusador de Piqué, las palabras –siempre mesuradas cual oráculo- de Piqué, las buenas maneras de Piqué, ese experto en protocolo, templanza y moderación.

“Jugar con Messi es la hostia”, dice el citado defensa azulgrana. Qué primor en el habla, qué metáfora, qué circunloquio. Camilo José Cela estaría orgulloso de su legado. Si no fuera porque la Real Academia Española tiene el evidente defecto de ser española, desde aquí propondríamos al eminente orador culé para el sillón H mayúscula, en coherencia con esa poética hostia que Sport no nos escatima para regocijo de filólogos y demás gente de alta kultura.

Pero dejemos los milagros y los discursos elevados. Hoy juega el Madrid y la sonrisa de Zidane renueva confianzas desde la portada de As, la misma portada que, en declaración de intenciones poco disimilada, nos cuenta que “Isco vuelve a la titularidad para intentar cortar la racha negativa”. Hombre, Relaño, muy bien por la vuelta de Isco (¿se había ido?), pero ya nos disculparás si no ponemos sobre los hombros del malagueño toda la responsabilidad de cortar esa racha, así como tampoco todo el mérito en el caso de que la racha en efecto se corte, ni todo el demérito en el caso de que (no va a pasar) esa mala racha continúe. El Madrid tiene la suerte de jugar con 11, y creemos que ninguno de ellos es cojo o manco, pese a que algunos, bastantes, no hayan nacido en Málaga, ni siquiera en Andalucía y, para más inri, tampoco en España. Qué ocurrencias tiene la gente, ¿eh? Hay quienes van y nacen en otros países, reduciendo por puro capricho sus posibilidades de ser ensalzados sin fisuras por cierta prensa deportiva patria, más patria que nunca cuando se trata de Isco, o tal vez, más interesada que nunca en detectar y ensanchar la grieta por la que se pueda atacar al entrenador del Real Madrid, sea este quien sea.

Pero, en fin, decíamos que hoy juega el Madrid y buena parte de las portadas coinciden en que caben dos opciones: la victoria o el Armagedón, que para eso somos el Madrid y aquí todo es blanco (nunca mejor dicho) o negro, que para eso es la prensa ya no quien informa (eso es cosa del pasado, si alguna vez fue cosa del presente), sino quien juzga, quien marca los tiempos, quien le dice a la sensatez que se calle, se oculte y no comparezca. Es la hostia.