El fútbol es el reducto de irracionalidad de millones de personas. En el ámbito del balompié rigen las emociones y la razón queda relegada a un papel secundario. El instinto toma el control y durante los partidos no es extraño que uno se comporte como un niño, le grite a la tele, anime aunque no le oigan, les dedique cariñosas palabras a los rivales y recrimine los desaciertos a los jugadores propios con vehemencia.
La enajenación mental transitoria no termina cuando concluye el encuentro, se prolonga un tiempo, variable en cada sujeto. Si nuestro equipo gana, el optimismo se dispara. Si pierde, lo hace el pesimismo. El estado de ánimo resultante afecta a los demás ámbitos de la vida. Tras una victoria, uno ve más cerca la resolución de ese problema acuciante que lo inquieta. Después de un mal resultado, todo parece venirse abajo, el arnés anímico que supone la buena marcha de nuestro equipo se rompe y el vértigo existencial aumenta.
Que el fútbol sea capaz de provocar mareas personales en más de medio mundo no es sino síntoma de su propia grandeza, por eso es tan importante —pese a quienes pretenden ningunearlo— y, como consecuencia, mueve cantidades ingentes de dinero. El fútbol magnifica todo.
Si a esta obvia disertación se añade una no menos evidente verdad: que el Madrid es el mejor y más importante club de fútbol, se obtiene la tormenta perfecta: la hipérbole madridista. La hipérbole madridista es la sublimación de la exageración provocada por el fútbol. Para bien y para mal.
Este fenómeno es difícilmente mesurable porque los parámetros son diferentes en cada individuo, la importancia que cada uno asigna a un buen o a un mal resultado es muy dispar. Desde un leve alborozo/enfado a un subidón/cabreo ciclópeo que repercute en el entorno familiar, laboral, etc. de esa persona.
La hipérbole madridista es la sublimación de la exageración provocada por el fútbol. Para bien y para mal
Vista con perspectiva, la trayectoria del Madrid durante, al menos, la última década es difícilmente mejorable. No es cuestión de volver a enumerar los títulos ganados o ponderar la salud institucional y económica del club. Tampoco es necesario recordar el palmarés de Ancelotti. Sin embargo, un mal partido como el de ayer, que ni siquiera se perdió, es suficiente para desatar la hipérbole madridista, versión borrasca.
Un empate a mediados de agosto en el debut liguero ante el Mallorca en Son Moix basta para suscitar reacciones cercanas a la enmienda a la totalidad. Lo más curioso es que ese «todo mal» de hoy era un «todo magnífico» horas antes. El ánimo de un sector de la afición es más volátil que el precio del petróleo en medio de la incertidumbre causada por un conflicto geopolítico.
Con independencia del criterio de cada cual, es innegable que hay cuórum respecto a que la dirección técnica de Ancelotti contra el Mallorca fue mala. A los aficionados nos cuesta comprender que con la calidad y cantidad de la munición disponible en el banquillo el técnico no realizase cambios antes. El equipo no estaba funcionando y llevar a cabo las sustituciones apenas dos minutos antes del noventa no parece la solución óptima para revertir la situación.
La crítica no solo es recomendable, sino necesaria. Y que Ancelotti sea el técnico más laureado del club junto a Miguel Muñoz no le exime de recibirla. El Real Madrid no sería lo que es sin la exigencia de todos los que lo integran, desde directivos hasta aficionados. La autocomplacencia es el camino más directo al fracaso.
Lo que no parece tan recomendable es descargar con crueldad la inevitable frustración que provoca un resultado negativo contra empleados o responsables del club con una trayectoria ejemplar por una mala actuación. Es decir, lo chocante no es la crítica, sino el grado despiadado de la misma, que alcanza lo personal en ocasiones. Puede justificarse por la emoción del momento, pero hay reacciones que si no hay algo preocupante dentro de uno no se producen.
La volatilidad anímica de parte de la hinchada es desconcertante, su opinión sobre el equipo es tan estable como un papel de fumar suelto en la playa de Tarifa. La crueldad mostrada por algunos con jugadores y entrenadores responsables de quizá el mejor momento histórico del club es inquietante, si alguien es cruel en un ámbito de la vida existen más posibilidades de que lo sea en otro. También da que pensar que estas actitudes sean muy aplaudidas en redes sociales.
Una parte del madridismo se pasa la temporada exigiendo medidas drásticas ante los problemas, despidos sumarísimos tras un mal partido, contrataciones de jugadores que un par de años después nadie sabe dónde juegan. La gestión del club se caracteriza por todo lo contrario. A la vista de los resultados, no parece muy complicado deducir cuál es la postura más recomendable.
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Todo muy cierto, Francisco, pero Ancelotti ya era de cambio tardío antes, incluso ganando títulos en el Madrid lo ha sido, incluso tardó mucho tiempo en meter s Joselu en el partido de vuelta contra el Bayern que le tuvo que apremiar su hijo.
No hay que ponerse nerviosos ni mucho menos pero haber tirado en éstos dos partidos de gente más en forma por haber hecho la pretemporada desde el inicio no hubiese sido descabellado, y lo de cambiar el otro día en el 88 ya parece de traca, o se despistó o les quiso dar unos minutos de homenaje a Güler y Brahim.
En lo que queda de agosto espero que el Madrid se traiga un central que lo necesita y en la temporada espero que Carletto utilizé más y mejor su plantilla sin mirar el pasado de los jugadores y solo la meritocracia presente semana tras semana.
Efectivamente, estoy totalmente de acuerdo como casi todo el madridismo en lo de los cambios tardíos, que además como bien dices, ya viene de largo y ya se le ha echado en cara varias veces a Ancelotti. Entiendo la desolación y la impotencia de jugadores como Guller o Brahim. En su interior estarían pensando y ahora ¿para que me sacas?. Que la flauta de José Luis puede sonar una vez pero no siempre.
Es difícil cambiarle. Las jerarquías son innatas en el
Solo cambiará cuando se repitan partidos como el del
otro día , aunque en contra de su.voluntad.
Ha ganado mucho pero con el plantel de jugadores de que dispone . Pues eso
Es que hay que cuidar a los jugadores para que no se te quieran ir y vuelta a empezar, cuanto aguantarán Brahim y Güler por ejemplo con ese rol secundario? Si no son como Mariano por ejemplo pues poco, quieren ser protagonistas y tienen calidad para que les dejen intentarlo.
Por cierto, Nico Paz otro jugador interesante de cantera que se puede ir éste verano (supongo que cedido o traspasado con opción de compra).
Y otra cosa más, yo soy de los que de los 3 de arriba dejaría fuera a Rodrigo por ser el menos bueno de los tres, pero si un día Vinicius tiene el día que se pelea con todos e incluso tiene alguna acción que deja o puede dejar al equipo con 10 y no es productivo para el Madrid pues al siguiente partido se le deja en el banquillo para que aprenda por ejemplo y no pasa nada.