Siempre me gustó ese nombre: La Goulue. Me gustó desde la primera vez que lo leí en el cartel de Toulouse Lautrec. La Goulue es “la glotona” en francés. La Goulue era una bailarina de cancán, apodada así por su costumbre de vaciar de un trago las copas de los clientes. No sé por qué pienso en la Goulue y se me aparece Benzema. O cuando veo a Benzema se me aparece la Goulue. La Goulue suena como a gol sin serlo, como a Benzema. La Goulue baila. La Goulue vació el domingo las copas de los clientes que se quedaron sin bebida pero felices, como aplaudiendo con las mejillas sonrosadas y las frentes sudorosas y los sombreros de copa abandonados sobre las mesitas.
Menudo cabaré el estadio de Balaídos. En realidad, era como un saloon de Abilene tras la llegada de mil rebaños que Karim convirtió en cabaré. Él eligió las cortinas y los carteles, él escogió los vestidos de las camareras y de las bailarinas. Decoró el escenario mientras daba palmas muy seguidas todo el rato y decía: Allez, allez. Lo veo lánguido a horcajadas en una silla con los brazos apoyados en el respaldo observando los ensayos mientras sueña con números fantásticos que asombren al público de su moulin.
Benzema a sus treinta años es hoy el jugador más famoso del mundo. Es como la reina de Montmartre. Esta última semana la recordarán muchos. Sobre todo, los que dicen que Benzema es un jugador de momentos. Todos los que respiraban aliviados habiéndolo definido como inclasificable, como si dijeran inefable, se quedan irremediablemente sin certezas como si oyesen muy cerca el frufrú de sus faldas volantes pasar cerca de sus ojos, sin saber qué les sucede.
Su número en Pilsen, un número bohemio, fue el de la liberación del artista. El giro de tobillo a modo de freno como acariciando el balón, buscando una salida. Por aquí no, por aquí no, y de repente un hueco, como un extraño. Un hueco invisible. Benzema amaga con el disparo. Los defensores se protegen y él los burla encontrando un claro entre los bosques. Un claro hermoso y diáfano. Benzema en las cercanías del área es un explorador infalible. Es como ese explorador indio que perseguía a Butch Cassidy y a Sundance Kid incluso a través de las rocas.
Ya nada le distrae en ese punto crítico porque él es la estrella. Él se sabe la estrella. Antes trabajaba para otros, para el lucimiento de otros. Ahora sigue trabajando para otros, para todos, y además se luce. Benzema está caliente. Benzema mira al frente y no a los lados. Benzema se mece como un galeón y el balón va de un lado a otro en la bodega como un barril suelto. A ver quién puede seguir, contener ese barril en medio de la tormenta.
Benzema diseña escenarios, moderniza las óperas y los ballets desde la oscuridad de la platea con un jersey de cuello vuelto y una lucecita minúscula que le sirve para los apuntes, y luego salta a la escena y ejecuta sus visiones así, vestido de calle, para que las vea la compañía, la tramoya y los incrédulos espectadores. El domingo, en el Moulin de la Uralita, Luka Modric le envió un balón por alto y él lo dejó caer y caer y caer hasta que ya no podía caer más, como cuando el capitán de un pelotón hace esperar hasta la desesperación a sus fusileros antes de disparar a la caballería, como si ese balón fuera a perderse para siempre, destrozándonos a todos, hasta que de pronto sacó el pie de cabaretero y lo detuvo suavemente en carrera mientras se daba la vuelta de puntillas para enfilar sin solución al portero y superarlo.
Dos toques irreales para un gol como la firma millonaria de un impresionista y aquí un espectador de ese cabaré, gordo, barrigudo, sonrosado, con mostacho a lo Bengoechea maravillándose de las maravillas preciosas, disfrutando radiante de las cosas buenas de la vida; esas chispas que algunos llaman momentos como si pudieran ser tan vulgares. Yo a ese movimiento, a esa felicidad intensa y efímera, lo voy a llamarla Goulue, la glotona, porque eso ha sido cancán, porque yo he apurado mi copa, porque eso suena al gol que ha sido como si no hubiera habido antes ninguno jamás.
Habría que bajar un poco los humos, que vamos aun quintos y habrá que ver que hace con los más grandes (con perdón del Melilla, etc.)
Pero vamos, hace dos semanas Benzema no hacía nada y es uno de los culpables junto con Ramos, Isco, Marcelo, de cargarse a Benitez, Lopetegui y antes de que llegase a Conte...
Disfruta del partido del domingo pasado, que ya vendrá el siguiente y nos preocuparemos (en dos semanas).
Por cierto, es interesante cómo los equipos pasan de grandes a pequeños según haya sido su resultado contra el Madrid.
No hombre, no; el Real Madrid no juega nunca contra equipos grandes, siempre se puede decir aquello tan manido de "sí, ya, pero a ver qué pasa cuando le toque un equipo grande de verdad", y de hecho, si por casualidad le tocara o tocasen equipos grandes de verdad (hola PSG, hola Juventus, hola Bayern), en realidad son una panda de gordos haraganes acabados, buenos para nada, y/o hemos contado con la ayuda de los árbitros... Compañero, que pareces nuevo!
PD: de buen rollo, Guanchinduru, saludos! 😉
Mario, qué bonito, burbujeante y chispeante artículo le has dedicado a Benzema....me ha encantado, Mario, a pesar del escenario del Moulin de la Uralita jajajaajajaja....
Yo creo que La Goulue te suena como a gol porque al decir su nombre se nos llena la boca como cuando cantamos gol... por cierto, hace mil años me compré un marcapáginas que guardo con mimo de la Goulue de Toulouse-Lautrec..
Saludos
Sí, Paz, don Mario tiene una prosa que huele y sabe a verso.
La Galerna. Madridismo y sintaxis. Literatura deportiva. Bravo!
HASTA EL FINAL...