Volvemos a recuperar espacios a la anormalidad que hemos vivido en los últimos dieciocho meses. El público vuelve poco a poco a los estadios y ayer volvieron las carreras populares a Madrid. Por fin, después de mucho tiempo. A este cronista le pilló la sacudida de la Covid en París el 1 de marzo de 2020, el último día que se jugó un partido en el Bernabéu antes de todo este parón (París bien vale un Clásico). Aquel fin de semana estaba allí con mis hijos para correr el medio maratón de París, que fue suspendido, al igual que el maratón de Madrid, que se tenía que haber celebrado en abril de 2020.
Han pasado muchas cosas desde entonces, muchas de ellas terribles, y lo de menos es pensar que la buena forma física que muchos teníamos entonces se fue al garete. El maratón es un ejercicio físico extremo, pero no lo es menos el maratón mental. Aunar fuerza de voluntad, ganas de seguir y por encima de todo, una virtud tan madridista como no dejarte llevar en ningún momento por las ganas de tirar la toalla. Que tus pensamientos te ayuden, que no te minen la moral.
Aunar fuerza de voluntad, ganas de seguir y por encima de todo, una virtud tan madridista como no dejarte llevar en ningún momento por las ganas de tirar la toalla. Que tus pensamientos te ayuden, que no te minen la moral
Hacía nueve años que no corría el maratón de Madrid y recordé que en aquella ocasión lo hice ataviado con la camiseta negra de la Octava. Quizás estaba eufórico aún por lo vivido apenas unas horas antes, cuando el Real Madrid ganó en el Camp Nou por 1-2 en la famosa Liga de los 100 puntos y Cristiano Ronaldo había aplacado al graderío con su gol a Víctor Valdés. Todo ayuda para llegar a meta, hasta un amuleto o una referencia como el escudo en el pecho.
En los dieciocho meses que van desde París hasta ayer han pasado muchas cosas en mi vida (supongo que como en la de todos) y por eso tenía la emoción a flor de piel en la salida. Estaba ahí, estábamos ahí de nuevo. Por esa razón, cuando la organización apagó la música y pidió un minuto de silencio por los fallecidos por la Covid, me acordé de ellos. De los familiares y amigos que no salieron y de los que salieron tocados. Y me acordé sobre todo de ella. Y yo, que no soy de lágrima fácil, lloré por primera vez en esa mañana radiante que nos regaló Madrid.
La organización volvió a poner la música a tope y cualquiera diría que habían escogido las bandas con la selección de los autores de La Galerna para inaugurar el Nuevo Bernabéu, puesto que nos pusieron el Thunderstruck de AC/DC, un clásico en las salidas de las carreras populares. Para allá que íbamos, a por los 42 kilómetros, y con la ligereza de los primeros pasos llegamos al Bernabéu. Todo son bromas y buen humor entre los corredores en esos momentos: “primer kilómetro, venga que solo quedan 41 más”, pero, sobre todo, comentamos la sensación de felicidad que nos daba volver a una carrera.
El maratón de Madrid pertenece desde hace unos años al selecto grupo de Rock’n’Roll Marathons, si bien en lugar de tener bandas de música, en esta ocasión había DJ cada cinco kilómetros, animándonos con muy buena música. Al llegar a lo que en su día fuera la Ciudad Deportiva, nos encontramos con The Boss, Bruce Springsteen, y las piernas seguían respondiendo a buen ritmo. Cómo no hacerlo con quien nos dedicaba el Born to Run, o el que debería ser nuestro himno oficioso, según el artículo de Alfonso en esta misma web: No surrender.
La organización volvió a poner la música a tope y cualquiera diría que habían escogido las bandas con la selección de los autores de La Galerna para inaugurar el Nuevo Bernabéu, puesto que nos pusieron el Thunderstruck de AC/DC
Al pasar por Diego de León me encontré a un gigantón familiar entre el público: el mismísimo Joe Arlauckas, uno de los héroes de la Octava del equipo de baloncesto. Toda una leyenda como Arlauckas animando a los esforzados corredores del maratón… ufff, no podíamos fallar. Sonaba Queen y I want to break free por el barrio de Salamanca.
En ese maratón mental que comentaba al principio, hay dos tendencias contrapuestas: una, la de nuestro Chema Martínez, cuyo lema es como su libro “No pienses, corre más”, y otra, la del maestro Haruki Murakami, quien en el famoso “De qué hablo cuando hablo de correr” nos cuenta todos los pensamientos que se le pasan por la cabeza mientras entrena. Relatos, historias, novelas enteras… Yo soy más de la tendencia de Murakami y la mayoría de mis artículos en esta web han sido escritos mentalmente mientras entrenaba.
Toda una leyenda como Arlauckas animando a los esforzados corredores del maratón… ufff, no podíamos fallar
Mis pensamientos de ayer durante la carrera eran para las lesiones y la Covid. Si hay algo que me molesta por encima de cualquier otra cosa, son las críticas a los deportistas por sus lesiones. Bastante desgracia tienen Carvajal, Bale, Varane o Hazard con sus reiteradas molestias como para pensar que lo hacen de manera intencionada. En mi caso particular, estuve cinco meses sin poder correr a principios de este año, y cuando trataba de hacerlo, me pilló el puñetero virus. Como a Fede Valverde, Zidane, Jovic, Benzema, Modric y tantos otros que no tuvimos la suerte de vivir en el paraíso de inmunidad que vivieron en, por ejemplo, Barcelona. El puñetero virus se te agarra a los pulmones y tarda meses en desaparecer. Lo mismo que las lesiones, de las que cuesta recuperarse cada vez más. El deportista siempre intenta adelantar su vuelta a la competición, anticipar el regreso y en ocasiones esa misma ansia es la que provoca la reiteración de lesiones. Yo mismo me salté las últimas diez sesiones de fisio para empezar a entrenar a finales de mayo.
Si hay algo que me molesta por encima de cualquier otra cosa, son las críticas a los deportistas por sus lesiones. Bastante desgracia tienen Carvajal, Bale, Varane o Hazard con sus reiteradas molestias como para pensar que lo hacen de manera intencionada
Entramos en la Casa de Campo (km. 27) bajo los acordes de U2, y ahí es donde comenzaba la carrera de verdad, donde se vería si la recuperación de las lesiones y el virus era real o solo un espejismo. El público, que tanto anima durante la mayor parte del recorrido, apenas existe en esos seis kilómetros de la Casa de Campo. Fue como pasar de los estadios llenos al vacío desolador de la temporada postcovid. Y también sentí la sensación de soledad, del “solos contra todos” que nos acompañó toda la temporada pasada. Si tuviera que explicar cómo fue mi carrera con un símil, diría que fue como la Liga de Queiroz: dos tercios bastante dignos, y un último tercio espantoso.
En el kilómetro 29 me asaltaron todos los problemas de los meses previos en los isquios, los gemelos, tobillos… me dolían hasta los párpados. Estuve tentado de abandonar, pero ahí es donde la cabeza tiene que hacer su trabajo. Me acordé de Martín Fiz, con quien coincidí en Berlín 2011. En aquella ocasión tuvo una lesión a los quince kilómetros y quiso terminar como los populares, viendo qué se sentía cuando eres humano y no un superatleta como él. Pues yo me planteé lo mismo, me recompuse y traté de seguir, aunque mi cerebro bromista se dedicaba a cambiar hasta los lemas motivadores: “hasta el final, vamos Real… mente jodido”.
En el kilometro 35 pasamos junto a la esquina en la que se ha visto el mayor ejercicio de trilerismo futbolero de todos los tiempos: el de Karim Benzema a toda la defensa del Atleti en el último partido de Champions del Calderón. Mi cuerpo estaba como el estadio: puro escombro. Sonaba Bob Dylan y su All along the Watchtower por los altavoces, pero ya iba tan tocado que creo que hasta Bob Dylan con sus ochenta años habría corrido más rápido que yo en esos momentos.
En el kilometro 35 pasamos junto a la esquina en la que se ha visto el mayor ejercicio de trilerismo futbolero de todos los tiempos: el de Karim Benzema a toda la defensa del Atleti en el último partido de Champions del Calderón. Mi cuerpo estaba como el estadio: puro escombro
En el kilómetro 40 la organización había preparado un homenaje a Jesús Bengoechea y nos puso el Viva la vida, de Coldplay. Qué ironía, viva la vida y uno solo pensando en dejarse caer muerto. A esas alturas de la carrera, en Nueva York 2016, me encontré a un tipo con la camiseta del Atleti y el 9 de Torres a la espalda y me dije a mí mismo que “Paquetorres no puede ganarme”, así que aceleré mínimamente para quedar por delante de él. Pero ayer tenía tan pocas fuerzas que me pasó otro tipo con la camiseta del Atleti y el nombre del Kun Agüero a la espalda y no fui capaz de seguirlo, lo reconozco. ¡El Kun Abuelo iba a ganarme, mamma mia, qué mal estaba ya!
Un kilómetro después pasamos por Neptuno. Nada que celebrar.
Y por fin alcanzamos la gloria, como no podía ser de otra manera, junto a la diosa Cibeles. Una carrera que empieza radiante en el Bernabéu, pasa junto al Calderón cuando estás hecho polvo y te lleva a la felicidad absoluta en Cibeles, solo puede haber sido diseñada por un madridista.
Una carrera que empieza radiante en el Bernabéu, pasa junto al Calderón cuando estás hecho polvo y te lleva a la felicidad absoluta en Cibeles, solo puede haber sido diseñada por un madridista
El maratón tiene una distancia de 42.195 metros y dicen los expertos que los 42 kilómetros son para pelear y sufrir, y los 195 metros finales para disfrutar. Para sonreír. En mi caso, para llorar por segunda vez. Con todos los problemas de los meses previos, llegar a meta fue una enorme satisfacción, aunque lo hiciera con la peor marca de mi vida, en 4 horas y 40 minutos. Los últimos “noventa minuti” se me hicieron “molto longos”, más que para un interista en el Bernabéu, pero recibí esta medalla que guardaré como si de verdad fuera la de oro:
¿Fue un fracaso? No, en absoluto. Hace años intenté bajar de tres horas y media y me quedé cerca, con cierta frustración. Mi objetivo de ayer era volver a sentirme corredor y lo logré, objetivo cumplido.
¿Fue un fracaso la temporada pasada del Madrid? Pues según se mire. No se alcanzaron los objetivos ni los títulos, y sin embargo se peleó todo hasta el final contra viento, marea, lesiones y arbitrajes infames. Pero el equipo fue fiel a su historia y la temporada, como mi maratón, solo puede calificarse de meritoria.
“En mí hay dos personas. Está la que persigue un sueño, a la que le gusta la aventura y que me empuja totalmente hacia algo. La otra es la que nunca admite la posibilidad del fracaso”. Palabra de Alfredo Di Stéfano
“En mí hay dos personas. Está la que persigue un sueño, a la que le gusta la aventura y que me empuja totalmente hacia algo. La otra es la que nunca admite la posibilidad del fracaso”. Palabra de Alfredo Di Stéfano, y no soy quién para rebatir a nuestra mayor leyenda.
Ayer escribí el último capítulo de un libro que comencé a escribir durante mi confinamiento Covid allá por febrero: Volver al asfalto. Ahora inicio otra carrera de larga duración, que no es otra que la búsqueda de editor. Y aunque me duelan hasta los dedos mientras tecleo, ya estoy pensando en el siguiente reto.
Fotografías: Amiguete Barney
Enhorabuena amiguete, por acabar y por contarlo tan bien. Hala Madrid
Gracias, Smokin Joe. Se me ha olvidado dar las gracias a los voluntarios que noa daban las bebidas, a los que nos atendieron durante la carrera con sus reflex o vaselina, a la organización y a todo el público que con sua ganas y buenos ánimos nos ayudaron a llegar a la meta. Una sonrisa y un gesto de ánimo siempre ayuda.
Una carrera tan larga debe ser una prueba de coraje, voluntad y facultades. Me ha encantado.
Ya nos contarás la siguiente.
Correr largas distancias es básicamente una cuestión de coco.
Enhorabuena .
Te pasó lo mismo que a mí en el 2018, en el 29 ploff y estuve por coger el metro, pero decidí seguir y acabé. Por lo demás suscribo palabra por palabra. La cantidad de pensamientos variopintos que tienes durante la carrera y los argumentos peregrinos que se te ocurren, todo con el fin de acabar y no rendirte. Y entre ellos para un madridista está nuestra historia y ese "hasta el final, vamos Real".
Y sobre todo enhorabuena. Sólo quien ha transitado el muro sabe lo que se siente.