En mayo del año 1916 se produjo un cambio fundamental en la presidencia del Madrid Foot-ball Club. Adolfo Meléndez, destinado en África como capitán de intendencia del Ejército, dejaba el club por obligaciones del servicio. Era el socio número 1 del Madrid, uno de los fundadores. Llevaba ocho años ejerciendo como su presidente, aunque en realidad, desde el comienzo de la Guerra de Marruecos, sus funciones las desempeñaba uno de sus vicepresidentes, Pedro Parages. Parages era un hombre culto e instruido, cosmopolita y educado a la moderna que contaba entonces a la sazón con treinta y tres años, estudios extranjeros, un pasado como delantero en el Madrid. Contaba, sobre todo, con la condición de ser uno de sus fundadores originales y con la experiencia de haber estado en la génesis del club desde el principio. Conocía de primera mano todas las vicisitudes y también el intríngulis de todas las pequeñas conquistas que fueron impulsando de a poquito al Madrid hacia la primera línea de la industria deportiva nacional y mundial.
Parages fue el Bernabéu antes de Bernabéu, una figura capital para entender los confusos y difíciles años de transición entre la fundación del club y su definitivo asentamiento como organización próspera y autosuficiente
Parages fue el Bernabéu antes de Bernabéu, una figura capital para entender los confusos y difíciles años de transición entre la fundación del club y su definitivo asentamiento como organización próspera y autosuficiente, en los albores del profesionalismo y la creación de la Liga. Su paso inmediato de la cancha a los despachos fue determinante ya que entre él y un puñado de exjugadores y socios de la primera hornada mantuvieron vivo al Madrid tras la espantada de su prócer original, don Carlos Padrós. Padrós, el primer patriarca, se movió siempre cerca de los círculos sociales y económicos de poder que medraban, o intentaban medrar, cerca de la Corona. Hombre sagaz y de intuición fina, precursora, apostó por el foot-ball organizado desde el principio, por ello estuvo tras el nacimiento no sólo del Madrid sino de la Federación Española de Fútbol y del primer título nacional, la Copa, creada por él desde el Madrid con motivo del aniversario del rey don Alfonso XIII. Padrós salió tarifando del club y se metió en política. El Madrid quedó a expensas de la voluntad de unos cuantos entusiastas, entre los que se contaba Parages, tomando nota de todo. A él se le deben el primer estadio acondicionado para cobrar entradas al público, el primer estadio en propiedad y el título de Real, nada menos. Al retirarse él de los terrenos de juego, entró Bernabéu, de la mano de su hermano Marcelo. Más tarde don Santiago se incorporaría a su junta directiva, la primera que lanza al Madrid de gira por Europa y América. El patrón ya estaba marcado.
Don Pedro Paragés Diego-Madrazo nació en Madrid en 1883 pero fue el primer jugador francés en vestir la camiseta blanca, pues conservaba la nacionalidad francesa de su padre. Después de acabar su formación superior en estudios comerciales en Inglaterra se estableció en Madrid, ya en la veintena, y se puso a jugar en el equipo del Liceo Francés, del que fue alumno. Del Sportive Française, luego Sportive Amicale, salieron los jóvenes que uniéndose a los estudiantes de la Escuela de Ingenieros refundaron la vieja Sociedad de Foot-Ball de Madrid entre 1899 y 1900. Esta Nueva Sociedad, como se sabe, se formalizó en marzo de 1902 con el nombre de Madrid Foot-Ball Club. Paragés jugaría en ella como delantero centro hasta 1909, retirándose con un palmarés compuesto por cuatro Copas de España, título del que el Madrid, al igual que pasa con la Copa de Europa, puede declararse pionero y promotor, si no fundador. Parages ya estaba allí, incluso escribió a la RAE para que diera entrada a futbol, sin tilde, en el diccionario, primera españolización del foot-ball nativo que se adelantó en dos décadas a la nacionalización forzada del lenguaje que trajo la ufanía de los vencedores de la Guerra Civil.
Su paso inmediato de la cancha a los despachos fue determinante ya que entre él y un puñado de exjugadores y socios de la primera hornada mantuvieron vivo al Madrid tras la espantada de su prócer original, don Carlos Padrós
En 1910 se enfrenta al primer momento verdaderamente crucial de su existencia como organización: irse a jugar a los terrenos posteriormente conocidos como del Campo de O´Donnell (en la confluencia de las calles Duque de Sesto, Narváez, Fernán González y O´Donnell, donde acababa la ciudad, pago apenas urbanizado) pagando mil pesetas al año, o seguir languideciendo en los campos de albero aledaños a la antigua Plaza de Toros de Goya, en los que la renta anual no pasaba de 150 pesetas. El impulso se antojaba imprescindible porque sin el gran padre espiritual, Padrós, el Madrid menguaba sin ganar nada en los escasos torneos nacionales y en los más abundantes regionales en que consistía toda la actividad futbolística de la época. La crisis deportiva redundaba en lo social: la gente perdía entusiasmo, los jugadores anteponían sus vidas profesionales a la práctica amateur de un juego todavía por consolidar frente a otros espectáculos tradicionales, y se especulaba incluso con una fusión de emergencia con la Real Sociedad de San Sebastián, ciudad de donde eran originarios algunos de los directivos del Madrid de Meléndez. El militar africanista, entre Marruecos y Madrid, lanzó la idea de mudarse a una pradera que pudiera vallarse con miras a cobrar entrada, algo que no hacía nadie en la España de la segunda década del siglo XX. El Madrid se fue a O´Donnell y todos, desde el vicepresidente Parages hasta los hermanos Bernabéu y muchos de los socios, se pusieron a allanar la superficie bacheada y rugosa de la finca a pico y pala. En 1912 el Madrid disponía de 115 metros de largo por 85 de ancho para disfrutar del campo más grande del país.
Como el Madrid no tenía un duro, fue Parages el que tuvo la idea de emitir participaciones para que los socios, que alcanzaban el número de 450, suscribieran con sus aportaciones la cantidad necesaria para levantar una empalizada de madera y la primera caseta para vestuarios del fútbol español: 6 mil pesetas. Parages, comerciante de solvencia, tuvo que avalar no obstante para que Piera, un maderero francés que había hecho fortuna importando a Europa maderas exóticas, adelantara el material con el que se erigió además la primera tribuna de España. En el Campo de O´Donnell cabían 216 espectadores que, a razón de entradas entre 40 céntimos y ciento veinte pesetas, muy pronto empezaron a convertir en rentable la audacia de hacerse un estadio propio.
Parages tuvo razón. La gente acudió en masa al fútbol de pago. El Madrid recaudó, en el último partido de 1912, casi doce mil pesetas. El plan era poder organizar más partidos nacionales e internacionales que revitalizaran la idea del foot-ball, que decaía tras el impulso de primeros de siglo. Entre 1914 y 1923, ya con Parages definitivamente al mando como presidente, el Madrid se gastó otras siete mil pesetas más en transformar la caseta de madera en un vestuario con luz eléctrica y agua potable, y en ampliar la capacidad de la tribuna original hasta 800 espectadores sentados, y más de cinco mil de pie. Es entonces cuando las élites económicas del país le ven color al asunto y se lanzan a la construcción del Stadium Metropolitano, proyecto al que Parages se negó dado que suponía la disolución de la identidad madridista en un gran club madrileño único en el que Alfonso XIII y los promotores del Metro de Madrid querían concentrar la vida deportiva de la capital, aprovechando el auge del nuevo deporte.
El Madrid se fue a O´Donnell y todos, desde el vicepresidente Parages hasta los hermanos Bernabéu y muchos de los socios, se pusieron a allanar la superficie bacheada y rugosa de la finca a pico y pala. En 1912 el Madrid disponía de 115 metros de largo por 85 de ancho para disfrutar del campo más grande del país
Desde 1916 y hasta la culminación del proyecto de Chamartín, Parages preservó la idiosincrasia del Madrid, porque el Madrid ya iba montado en el avión del futuro. Con sede social por fin propia, en O´Donnell, quedaba lejos ya el tiempo en el que había que pedirle al dueño de La Taurina, en la plaza de toros, espacio para las reuniones, a cambio de que el personal se tomara algo. El Madrid avanza hacia la configuración de una estructura deportiva en el sentido profesional: se empieza a apostar por la figura del entrenador y a abandonar el modelo híbrido y ambiguo del jugador-entrenador; se progresa hacia la fundación de un campeonato regular a nivel nacional y se logra, por fin, que la Casa Real intitule al Madrid como Real. Como Parages no cedía ante las pretensiones unitaristas del rey, con intereses económicos en el Estadio Metropolitano, no se digna a aparecer en el partido homenaje que el Madrid le dedica para agradecerle la coronación. En cambio ese día empieza a forjarse la amistad entre Bernabéu, que ya estaba en la directiva con Parages, y don Juan. Bernabéu aprendía rápido, no sólo a moverse cerca del poder, sino a desafiarlo. Como O´Donnell ya se había quedado corto y la Liga estaba en el horizonte, el Madrid compra un terreno en Chamartín de las Rosas y alquila el Velódromo de Ciudad Lineal mientras se arregla su primer estadio en propiedad. En Ciudad Lineal estrena el primer campo de hierba de España, con capacidad para 8 mil espectadores, un prólogo de lo que sería el primer Estadio de Chamartín: 20 mil espectadores y un título de propiedad que aseguraría el crecimiento futuro de la institución, cristalizado en la década de los 30, la primera verdaderamente gloriosa a nivel de títulos.
Con Parages empiezan las giras: Inglaterra, Italia, Portugal, la América hispana. Cuando se cumplía una década de su elección como presidente, Parages abandona la presidencia. Era 1926 y muchas cosas, de las que él había participado, iban a empezar a cambiar. El fútbol español se profesionalizaba. La Liga estaba al caer y el Madrid tenía un estadio en propiedad que propulsaba su crecimiento no sólo en lo futbolístico sino como entidad polideportiva y social. Su último servicio al club tuvo que ver con la famosa Junta de Salvación, a la que acudió sin falta junto a Bernabéu, Meléndez y algunos otros nombres más que, conscientes del poder revolucionario que la idea madridista había tenido antes de la guerra, se empeñaron en rescatarla pidiendo un crédito de emergencia de trescientas mil pesetas con las que se arreglaría Chamartín y se recuperarían las bases del futuro, que fue espléndido. Murió en 1950 de forma inesperada, con 67 años, el mismo año que Carlos Padrós y teniendo en la cartera el carnet de socio del Real Madrid Club de Fútbol con el número 1.
Estos artículos de la historia del Madrid son importantes, gracias por recopilar estas historias madridistas.
Gracias Antonio. El beber de las fuentes originales te entrega más vigor y coraje para enfrentar lo que vendrá. Gracias por este riquísimo aporte a mi ignorante pasar como madridista. Es muy edificante saber de dónde nacen esa fuerza e hidalguía que representa este club tan grande. Te lo agradece alguien que no es español, sino ciudadano del mundo y de un país pequeñito como Uruguay.
Muchísimas gracias por esta joya. Qué importante es conocer la historia. Ojalá desde el club se hiciera la pedagogía suficiente para que el madridismo de hoy, el de la camiseta negra y el cumpleaños que se celebran cuando no toca, sea consciente de todo lo que aconteció en los primeros años de vida del club, sin duda los más difíciles.
Lo que nos gusta decir que somos el mejor club de la historia y lo poco que nos gusta conocer en profundidad por qué es así.
Estos auténticos héroes son el pilar real del club, quienes sentaron unas bases que hoy ni cuestionamos y quienes más difícil lo tuvieron. Algunos, incluso, llegaron a salvar literalmente al club pero hoy en día, lamentablemente, no parece tener mucha repercursión.
En general, la historia no interesa. Ni siquiera la del mejor club del mundo.
Gracias de nuevo.
Fabuloso artículo D. Antonio
Espero que no sea el último para profundizar en nuestra gloriosa historia
Gracias por rescatar estos pedazos de historia madridista.
Buenas tardes, que se sepa que a veces entró en La Galerna, sólo para ver si D. Antonio ha escrito algo, el de hoy otra joya, que se lee con placer y que te dan ganas de saber más de nuestra historia
Gracias
Saludos blancos y morados
Gracias, don Antonio, por su excelente pieza. ¡Qué bien escribe usted en esta época de coces a la lengua castellana! Se lo dice un profesor de Lengua y Literatura Castellana. ¡Madridismo y sintaxis! Y suscribo totalmente todos los comentarios de sus agradecidos lectores, en cuya nómina me incluyo. Ilústrenos más sobre la gloriosa historia de nuestro amado Real Madrid, por favor. Téngalo a bien. Un abrazo, cargado de profunda admiración.
Información muy interesante.
Leo estos artículo y retrocedo a mi niñez cuando mi padre me contaba las historias del Real Madrid el mejor club del mundo !
Una anécdota curiosa jugaba don Alfredo y mi padre iba al fútbol con un conocido al que invito 2 veces y en ambas el resultado fue empate ,eres un cenizo le dijo conmigo no vuelves.
Como han caído 14 copas!
El presente no se pude valorar en toda su extensión sin conocer el pasado. He disfrutado con la lectura del artículo porque me ha ayudado a valorar mejor los orígenes de nuestro club y el por qué somos el equipo más grande de la historia gracias a la labor de gentes tan valiosas y adelantadas a su tiempo como Parages.