De casualidad, vi algunas imágenes del previo de la Supercopa de Europa en una televisión, y me dio por pensar que aquello parecía ‘El Baile’ de Irene Nemirovski, donde los Kampf, familia de nuevos ricos, se esforzaban durante días con la intención de conseguir una presentación en sociedad adecuada para que al final su hija Antoinette, la encargada de enviar las invitaciones, las echase, por venganza, al Sena. Como es lógico, nadie se presentó al baile, pero ayer delante del televisor debía de estar, sin embargo, el medio mundo que le corresponde al Barcelona, más media Sevilla.
Vi a Bartomeu en medio de Platini y de Villar, lo cual no significa que el Barcelona vaya a ganar el sextete y más allá, ni mucho menos, como dijo Simeone del Madrid. Aquí lo importante no son las evidencias sino los fenómenos paranormales, que siempre se dan por Concha Espina. También vi a Matías Prats dando paso a Carrasco, que es una especie de Ramoncín del futbolerismo, y me marché como sedado, que es lo que sin duda pretendían los muy cobardes.
Cuando llegué a casa, allá por el minuto veinte, ya ganaba el Barcelona por dos a uno después de remontar el primer gol de Banega. Por lo visto, había marcado Messi de sendos lanzamientos de falta. Si ya en los prolegómenos la locución estaba excitada, no pueden imaginarse como la encontré. Y ya no paró hasta ciento veinte minutos después. El delirio alcanzó cotas inimaginables: ¡Viva el fútbol!, escuché. O, “qué bonito el abrazo entre Luis Enrique y Emery”, “¡Viva el fútbol!”, dijeron otra vez. Yo casi me caigo redondo, no ya sedado sino noqueado.
El periodismo encargado de la transmisión fue capaz de convertir un evento deportivo de magnitud en ‘La casa de la pradera’. Y luego me dicen a mí, muy amablemente, que si escribo bonitas metáforas. Messi dio la impresión desde el principio, quizá agigantado por la loa inmisericorde de los comentaristas, de que no podrían pararle. Y lo cierto es que no pudieron porque no se movió. Y a lo que no se mueve, obviamente, no se le puede parar.
Dicen que el argentino ha regresado en forma, pero yo diría que más bien informal, con tatuajes incluidos. Faltaba Neymar para la comedia, pero estaba Suárez para el drama. Un drama cutre, exagerado, casi italiano: “¡La Mamma, la mamma!”, parecía gritar al más leve contacto físico, mientras el barcelonismo aplaudía de emoción.
El tres a uno fue consecuencia de la torpeza de un defensa sevillista grande e inocente como Lennie, el de ‘De ratones y hombres’ de Steinbeck, cuando Rafinha aprovechó para meter su patinha. El campeón de UEFAS seguía jugando al fútbol y en una de esas volvió a fallar. Tremolinas se la dio a Busquets y éste a Suárez para marcar el cuarto. La euforia era incontenible y el guión estaba quedando perfecto. El Barsa ya jugaba parado, al son de su líder, lo que aprovecharon los hispalistas para imprimir el ritmo del carácter de su entrenador, el gallo Claudio.
Hubo un contraataque por la izquierda y marcó Reyes al pim, pam, pum. Pudieron ampliar el marcador los culés justo antes de empezar a desangrarse, pero no lo hicieron. El locutor seguía excitadísimo diciendo cosas como: “Cómo llega Iniesta a la gente”, y yo asociaba este tipo de expresiones a la admiración por el fashionismo de los Alves y compañía, que a mí me causa alipori.
Luego Mathieu, que me recuerda a un gruísta moldavo, no me pregunten por qué, atropelló con su camión a Vitolo y el árbitro pitó un penalti que marcó Kevin Gameiro, quien podría ser un estadounidense de origen gallego, pero en realidad es un francés. Que le pregunten a Monchi de dónde los saca. El Sevilla jugaba con un DJ amenizando sus contraataques, y el Barcelona se veía igual de superado que la pobre Odile por los ladrones de ‘Banda Aparte’. Que Messi tirase desde fuera tenía que ser un síntoma de nouvelle vague.
Emery jugó sus cartas y sacó a (La Donna) Immobile, sin saber que planeaba la maldición de Rigoletto. Respondió Luis Enrique (a quien imagino, tampoco sé por qué, como presentador de Pasapalabra) poniendo a Bartra, a sus doce años, en el terreno de juego, y casi se puede decir que pagó la osadía pues empató el partido Konoplyanka (vaya nombres, Monchi) a pase del duque de Mantua mientras el joven Marc miraba hacia atrás atormentado como si en cualquier momento fuese a aparecer Gareth Bale.
Recién iniciada la prórroga, Piqué recuperaba su inglés de aquellos veranos en Manchester, y Mascherano parecía gritar: ¡La concha de tu madre!, desde el banquillo. Messi, que está muy en forma, mientras, se pasaba por allí de vez en cuando. Si los comentaristas adoradores del diez azulgrana conocieran a Thoreau y su filosofía del Deambular, hoy le hubieran asociado con “la pulga”, tal es el efecto que en ellos produce, incluso el del amor tan sólo con la pronunciación de su nombre: “¡Messi!”, como si se lo estuviera diciendo Sofía Loren con los brazos en jarras.
Pero estos comentaristas no conocen a Thoreau, ni falta que les hace. La segunda parte de la prórroga fue ya la retirada de Rusia de las tropas de Napoleón: sin zapatos, sin comida, enfermos y sin abrigo. Había salido en el Sevilla un tal Mariano por el que yo me sorprendía reconviniéndole: “Mariano, Mariano…”, porque yo a este jugador le había visto desde el principio muy parecido a Antonio Machín, y al final acabó dando el cante.
Fue la falta que le sirvió a Pedro, después de la parada de Beto al disparo de Messi, para marcar el quinto. La tuvo el Sevilla después por dos veces, pero ya se sabe que en los últimos minutos nada puede hacerse ante la implacable flor culé. Luego Platini, desvergonzado, parecía que iba a levantar la copa, pero al final lo hizo “el genio de Fuentealbilla”, a quién, por cierto, más que por sus muchas genialidades, le recuerdo principalmente de la noche del Mundial, cuando un tipo con una copa en la mano bailaba y cantaba: “Gracias a Iniesta, hoy estoy de fiesta…”.
¡Qué grande, don Mario! Casi hasta me da pena no haber visto el partido 🙂
Gracias amigo!
Cuando creíamos que no habrían más crónicas tuya hasta la semana que viene...¡zas! Un bonus track. Maravillosa crónica. Me alegro que resaltes algo que a mí y amigos nos llamó la atención, el baboseo a Messi. Antonio Esteva que según dice es del RM sigue al pie de la letra lo que dijo Siro en vuestra entrevista.
Me apunto "El Baile" como recomendación.
Me alegra que te haya gustado. Muchas gracias M. El Baile es un cuentecito perfecto.