Benzema toma la Copa de las manos de Felipe VI, se gira parsimoniosamente y la eleva con la naturalidad propia de quien se ha limitado a cumplir con su deber. Medio estadio ruge, el otro medio asiente con lo que se antoja aceptación de un fatum inexorable.
Apenas cinco minutos antes, el último arreón rojillo ha salido fuera, aún no sé cómo, y Rüdiger ha espoleado a las masas con un gesto de rabia. Está justificado el gesto del alemán porque el segundo tiempo ha sido un padecimiento, con un Madrid dominado por los de Arrasate y la angustia de un sinfín de centros lloviendo desde una y otra banda, y Alaba, Militão y Carvajal multiplicándose en los despejes. Tras un pase genial del recién ingresado Asensio, Vinicius se ha quedado solo ante Herrera y ha pecado de exceso de generosidad, que es algo de lo que es posible pecar en el fútbol y en la vida, sin que Benzema haya llegado al remate. Habría sido el gol de la tranquilidad que el partido nunca llegará a tener, ni siquiera con el segundo gol de Rodrygo, que ha subido al marcador como saliendo de la nada. En el Madrid salir de la nada es salir de las botas de Vinicius, que por enésima vez había apurado la línea de fondo para que la cosa desembocara en un rechace que el otro brasileño embocó.
Antes de eso, denuedo sin pericia por parte del Madrid y chutazo desde fuera del área de Torró, que casi no celebró (?) en virtud de su condición de canterano. Ni cotizaba el gol del canterano del Madrid al Madrid, como también entraba en las apuestas que al comienzo del segundo tiempo el Madrid sufriría. Siempre lo hace, diluyendo en este caso el buen hacer de una primera parte jugada espléndidamente por Osasuna pero en la que los blancos perdonaron. Registramos en ese apartado la impecable falta de Alaba al travesaño (mi hijo no había podido verlo porque una señora insistió en pasar a su asiento justo cuando el austriaco se disponía a lanzar) y la sensacional jugada de Vini con deslumbrante dejada de Rodrygo a Karim y el paradón de Herrera. Del lado pamplonica ya sabemos: Militão resbalando aparatosamente -se diría que exageró las volteretas para subrayar que había sido un resbalón- para que Abde la picara y Carvajal la sacara providencialmente.
Todo esto había tenido lugar ante la efervescencia de un fondo blanco incansable con media Galerna desgañitándose en júbilos desafinados, con Athos Dumas y Jorgeneo, con el escribidor que nada más sentarse por primera vez tuvo que volver a ponerse de pie para celebrar el tempranero tanto de Rodrygo. Se había escapado Vini por la banda con dos culebreos furiosos y se la había dejado limpia a su compatriota, que había inaugurado el marcador nada más comenzar para que el escribidor se preguntara cómo era posible la suerte de empezar tan bien y sin que pudiera preguntarse cómo era posible acabar tan bien porque aún no conocía el final por simple incapacidad para interpretar la señal.
Solo ahora, volviendo a Madrid en el coche de Athos, es de hecho capaz de interpretarla. El fondo blanco donde se diluye, los cánticos iniciales, la expectativa y los nervios en todo lo alto. Es antes aún de que suene el himno y el Rey salude desde la tribuna de autoridades. La gente aún se acomoda en los asientos y de pronto esa cara. Topan las miradas y sabes que le conoces de algo pero no sabes de qué. Las redes sociales tienen estas cosas, y desembocan en el abrazo de muchas conversaciones que aún no habían sido selladas en el mundo físico. Va de blanco, como todos, pero él lo luce con una legitimidad incontestable porque es el hijo de Juanito. Solo ahora comprende el escribidor que está todo hecho, que los nervios y los temblores posteriores son accidentes por los que vale transitar porque son parte del viaje, pero han sido innecesarios, superfluos. Omisibles. El madridismo de las redes tiende a aludir de manera tópica al espíritu de Juanito. Solo ahora comprendo que no teníamos nada que temer estando como estaba a nuestro lado algo mucho mejor: la sangre y la carne de Juanito.
Para mí, esta siempre será la Copa de Roberto.
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Solo soy supersticioso o, mejor dicho, tendente a realizar sortilegios cuando el Real Madrid está de por medio. Uno -que ayer se alegró un montón por la victoria, aunque sigue muy decepcionado por la terrible podredumbre que asola al "furgol espanyol"- estaba bastante más decidido a no ver el partido que a verlo. Incluso había declinado, cortesmente, la invitación de unos amigos para tal fin.
No tenía muy buenos presentimientos y percibía muchas ganas, en el ambiente , de que el trofeo se fuera para Pamplona. Sin embargo , durante el día ,y paulatinamente, fue cogiendo cuerpo la idea de ver el partido. Y, cuando a eso de primeras horas de la tarde, realicé la conexión con Real Madrid TV , y vi a don Jesús tan pulcramente afeitado y sonriente, ya noté como afloraba en mí ese deseo inconsciente de ver al Real Madrid . Eso sí, no fue hasta el minuto 10, sin tener idea del resultado, que conecté , vía ordenador, con la 1 para seguir el encuentro. Eso sí , lo hice quitando el audio, no soporto la estulticia constante que emanan muchos de los comentarios de sus "profesionales". El caso es que, como las imágenes de lo que yo estaba viendo iban con un delay de 4-5 segundos en relación a lo que estaría viendo un vecino insoportablemente (adverbio suave para sus "merecimientos") culer...al escuchar una exclamación sórdida del "neighbour"...me temí lo peor ( sabiendo que estaba atacando ossassunna) . Ese jodido gol , los 3 goles fueron anotados por canteranos blancos -si nos ponemos estupendamente estrictos y tocahuevos culers-; ese jodido gol, decía, hizo que para evitar futuras señales anticipatorias me pusiera los cascos ,mientras seguía observando las evoluciones del juego. Seleccionando un LP (de culto). Una obra maestra de JUDAS PRIEST: "Sad wings of the destiny" para anular las interferencias vecinales.
Gracias , Juanito. Los talismanes existen.
Al ver la foto que ilustra este buen artículo, he observado , no sin cierto regodeo, que no aparece el ministrucho , falso y culer. No sabe ni aplaudir.