Publicamos a continuación, por primera vez en versión digital, el artículo de la edición 41ª de la revista Líbero de junio de 2022 por su indudable interés. Continúa de primera parte:
Viaje emocional por la trayectoria mágica del equipo de Chamartín hasta alcanzar el título europeo en París. Un relato ilustrado por la decimocuarta Champions de un equipo del que nadie esperaba nada, mucho menos que supusiera un antes y un después en la historia del fútbol.
CITY
Para una generación de madridistas jóvenes, Pep Guardiola es la viva imagen del demonio. No solo ha ganado al Madrid tanto como pocos. Es que encima lo ha hecho con estilo, con las mejores críticas de la prensa, con goleadas y hasta con ciertas dosis de sadismo como sacar a Sergi Roberto con la eliminatoria de Copa de Europa ganada en 2011 solo para restregar cantera en pleno Bernabéu abatido. Los madridistas le han buscado todo tipo de antídotos. Los que tienen más poder le pusieron a Mourinho enfrente. El entrenador portugués, criado en Barcelona con Robson y Van Gaal no pudo con él. Solo le ganó una Copa y unas cuantas ruedas de prensa. Pero acabó desquiciado metiéndole el dedo en un ojo a su segundo entrenador y dejando un reguero de polémicas absurdas que solo engrandecieron la figura de su rival. El madridismo sin capacidad de ejecución buscó otras estrategias para mitigar al ídolo culé. Que si el mal ojo para fichar (Chigrinsky), su poca mano izquierda con figuras como Ibrahimovic y sobre todo, desde que se fue al City, su entrega al dinero sucio e ilimitado del petróleo saudí. Es que si no gana con lo que le fichan… Eso parece haber tenido más éxito que Mourinho en la guerra por el prestigio de Guardiola pero en realidad su peor enemigo es él mismo. Y la evidencia se produjo en Madrid, pero no en la Castellana sino en la otra orilla, en la eliminatoria de cuartos de final contra el Atlético de Madrid, patria absoluta de las antípodas del fútbol guardiolista. El entrenador catalán, haciendo uso de su facilidad verbal encontró su némesis en un tipo directo y astuto como Diego Simeone. En la dialéctica y en el juego el Manchester City hizo una eliminatoria de aprobado justo contra los rojiblancos. El City ganó, pero el prestigio de Guardiola de dejó unas cuantas dosis de dignidad en esta eliminatoria de juego rácano, pérdidas de tiempo y lloriqueos. Por eso, y por las dos catarsis emocionales del Madrid previas, la semifinal parecía ciertamente igualada.
El City salió en la ida dispuesto a aplastar al Madrid. Y lo hizo. Dos goles matemáticos y la defensa madridista hecha añicos. David Alaba, una de las grandes noticias que explican el milagro junto con su pareja Militao, convirtieron la barrera defensiva en papel de seda. Los jóvenes y talentosos jugadores de Guardiola aprovecharon esa debilidad con dos goles. Y ya hemos leído que algo más allá de la inspiración divina mueve la sangre del organismo del Real Madrid. Y en este caso es el talento de un delantero de 34 años con toda la experiencia del mundo, que se sabe todos los remates posibles, y que encima le aguanta a la perfección el motor. Karim Benzema añadió a sus remates uno con la zurda desde lejos a un centro horrible que le llegó a una incómoda media altura. Gol. Pero el City, como el PSG o el Chelsea previamente, siguió demostrando que el listón par los blancos iba a subir de nuevo. Gol, y gol… Hasta 4 recibió el Madrid en Mánchester a los que sumar palos y salvadas milagrosas de Courtois y Carvajal sobre la línea.
La pareja delantera del Madrid decidió entonces exprimir cada gota de fútbol de sus botas. Vinicius se cargó a otro lateral en su camino y se inventó un gol que certificaba su progresión respecto a la temporada anterior. El aficionado madridista no valora del todo a Vini. Y tiene una explicación. En la cultura madridista el joven menor de 20 años que llega a la titularidad tiene pocas oportunidades para afianzarse. O lo hace casi a la primera como hicieron Raúl o Butragueño (ídolos desde el primer día) o acaban consumidos deambulando por el fútbol. Vinicius tiene 21 años y ya lleva cuatro temporadas de todos los colores en el Madrid. Irrumpiendo desde el banquillo, afianzado en la titularidad, vuelta a la suplencia, un año mediocre, partidos enormes, otros horribles… El nuevo negociado internacional del fútbol y la crisis generacional que enfrentó el Real Madrid con la salida de Cristiano Ronaldo generó esta paciencia inusitada en Vinicius que dio sus frutos en una jugada maravillosa dejando pasar el balón bajo sus piernas rompiendo a Fernandinho y acabando en gol. En otras épocas, los jóvenes brasileños que hacían ese tipo de goles en Champions jugaban en equipos como el Borussia Dortmund o el Ajax y el Real Madrid pagaba millonadas por ellos en verano. Ahora, son fichados con dientes de leche a precios alocados en Brasil.
No hacía falta meterle el dedo en el ojo a nadie, ni inventarse cánticos homófobos, ni reprocharle sus contradicciones políticas. Bastaba con una lección de fútbol emocionante, de comunión jugadores grada, para darle a Guardiola un golpe mortal. El penalti posterior que mete al Madrid en la final ya es el postre de un menú de estrella Michelín. Solo faltaba que encima no estuviera bueno el postre
Para cerrar esta ida de semifinales loca, se sumó un penalti metido por Benzema a lo Panenka tras haber fallado dos penaltis contra Osasuna apenas unos días antes. Es como si Palermo tira de rabona el cuarto penalti en el famoso día que falló tres seguidos con Argentina. Pero si algo fuera normal en esta campaña europea del Madrid de Benzema, no estaríamos escribiendo este texto para esta edición.
Jorge Valdano, voz inimitable de las emociones del fútbol, especialmente las que tienen que ver con el Real Madrid, llevaba varias semanas con una sonrisa en la boca en cada aparición televisiva. Desde la eliminatoria contra el PSG, el exjugador del Real Madrid se mostraba eufórico con el despertar futbolístico del equipo. Tanto que avanzó una de esas frases que todo paciente angustiado quiere escuchar cuando entra en la consulta. “El Real Madrid cuando empieza algo es para acabarlo”. Y así de confiando afrontó el madridismo la vuelta. El propio equipo que salió con una jugada a favor pero la seguridad duró apenas cinco minutos, hasta que el plan diseñado por Guardiola empezó a funcionar. Bernardo Silva estaba solo todo el rato y el City paseó por el césped de Chamartín creando ocasiones a un ritmo sostenido. El público quedó algo desactivado viendo a Courtois lanzarse a un lado y a otro apagando fuegos. Hasta que llegó el gol de Mahrez, en el minuto 72. De entre todas las situaciones inverosímiles de esta Champions, remontar esto, era sencillamente imposible. Hasta aquí hemos llegado, se resignó el estadio entero. Había sido bonito. Inolvidable. Pero es que ni siquiera el gol en contra sirvió para nada. Al revés, el City siguió atacando y Courtois sacando brazos y Mendy salvando en la línea. A falta de menos de un minuto para llegar al 90, Camavinga lanza un centro a la olla, Benzema lo mete en el área pequeña y ahí aparece el receptor del exterior de Modric contra el Chelsea y el invitado a la fiesta que pasa de temporada para irse cedido a leyenda del club, sin pasos intermedios. Rodrygo volvió a conectar a un público más apagado que nunca en toda la tormenta y en un minuto mete otro de cabeza que empató la eliminatoria, forzó la prórroga y destrozó los planes de Guardiola que, esta vez sí, era derrotado cruelmente por el Madrid. No hacía falta meterle el dedo en el ojo a nadie, ni inventarse cánticos homófobos, ni reprocharle sus contradicciones políticas. Bastaba con una lección de fútbol emocionante, de comunión jugadores grada, para darle un golpe mortal. El penalti posterior que mete al Madrid en la final ya es el postre de un menú de estrella Michelín. Solo faltaba que encima no estuviera bueno el postre.
El Madrid se presentó en otra final tras haber derrotado al eje del mal del imaginario colectivo de Chamartín. El protegido por la UEFA al que se fueron en verano Ramos y Messi y no vendió a Mbappé. El Chelsea del aliado de Putin, que encima era el campeón. Y el City del dinero sin límites pero blanqueado por el grandioso rival Pep Guardiola.
PARÍS
Si en las anteriores batallas la emoción fue incoherente, sorprendente, inesperada y cardiaca, en las horas previas a las 21.00 de París, el madridismo vivía la tranquilidad más absoluta. Una día más en la oficina del madridista que acude a las finales de Copa de Europa a beber con los amigos, darse un pirulo turístico de un par de días y ganar la penúltima. Tal era la euforia sin resistencia del madridismo que vi a un joven con la camiseta de Mijatovic entrar en un kebab de Saint-Denis con el móvil en la mano gritándole al pobre turco: “¡Ice!”, y señalando una foto de google de hielos. “¿Que si tienes ice?”, le gritaba más fuerte para ver si le entendía. En la fan zone tocaba Taburete y una horda blanca con camisetas de Guti con el 14 a la espalda (me costó entender tanto fan de Guti hasta que caí en el chiste de la decimocuarta) se dirigía al Stade de France confiado en la victoria.
El Madrid se presentó en otra final tras haber derrotado al eje del mal del imaginario colectivo de Chamartín. El protegido por la UEFA al que se fueron en verano Ramos y Messi y no vendió a Mbappé. El Chelsea del aliado de Putin, que encima era el campeón. Y el City del dinero sin límites pero blanqueado por el grandioso rival Pep Guardiola
El retrato sociológico del madridismo es muy difícil de trazar. A las remontadas ha asistido un público absolutamente transversal donde uno puede encontrarse en los aledaños del estadio con Froilán, Toñín el Torero, los hijos de Lorenzo Sanz, pijos, poetas, turistas, emigrantes, peñas de provincias, albañiles de ladrillo y del Nasdaq. El esfuerzo económico del viaje a París perfiló el público hacia la riqueza pero algo me llamó la atención en mi periplo a Saint-Denis. Para ajustar el presupuesto de esta humilde revista optamos por un viaje el propio sábado con una escala en Tánger a las 7 de la mañana. Allí estaban Marina y Cristina, dos estudiantes universitarias de 21 años que son el vivo reflejo de lo que esta Champions ha supuesto en una generación. Dos amigas que los auditores de audiencias situarían en TikTok, metiéndose una paliza de viaje para ver al Real Madrid. Apenas habrían nacido en la Séptima pero estoy seguro de que hay unos padres que les han inoculado el virus madridista desde pequeñas. No fui a Amsterdam en 1998 pero las jóvenes de 21 años de hace 25 años, pese a no tener la rivalidad del entretenimiento de las redes sociales, no iba solas a ver al Madrid por Europa por muchas mocitas madrileñas que cite el texto del himno de 1952.
Volviendo al fútbol, el héroe de la final fue Courtois, volvió a ser el portero, inmenso en cada partido. El belga desplegó un catálogo de paradas que le sitúa en el Olimpo madridista. De lejos, de cerca, de colocación, de reflejos, de velocidad. Y el gol fue de Vinicius apareciendo en su lado del campo, del que apenas se ha movido desde que juega en el Real Madrid. Justo en el carril que debía dejar para Mbappé, que días antes de la final dio la sorpresa al anunciar que renuncia a jugar los domingos con el apoyo de 70.000 demiurgos dispuestos a encender noches de Champions. Hasta esa decepción para los madridismo fue un gran ingrediente de reafirmación madridista de una temporada impensable ni para el mayor optimista de los madridistas.
Ilustraciones: Manuel Marsol.
Solo un "pero" al artículo: Mou no solamente le birló una Copa del Rey a Guardiola, también una Liga (la Liga de los Récords) y eso fue lo que hizo que el ínclito de Santpedor se fuera del Farsa.
La racanería con que define el City contra el Malakito palidece frente a la del escribiente para con Mourinho. Es una pena que esté inoculado con el relato oficial.
… y que persista en la mentira mediática del dedo en el ojo, más falsa que un euro de metacrilato.
Entonces que es lo que hizo Mou con Tito Vilanova?
Sí,lo de Mourinho me parece imperdonable.Tengo un amigo que siempre omite aposta la liga de los récords de Mou para chinchar pues no soportaba al portugués
Lamentablemente el autor ha hecho lo mismo…se le ha visto el plumero.
Mou echó a Guardiola de la liga. Eso lo vimos todos (vease liga de los records).
El autor también se olvida del 5-0 global en la eliminatoria que le metimos al Bayern con Guardiola como entrenador hace algunos años ya.
Cositas como estas y decir que Casillas es dios son el código ético de todo buen pipero que se precie.
Como se nos ve el plumero....