Superando los pronósticos y alejando los demonios, un rival que le había derrotado en cinco ocasiones esta temporada y dueño de las fases regulares. Acumulando cantidades fortificadas de convicción y de paciencia, necesaria más que un francotirador para desbaratar la aguerrida defensa culé. Así ganó el Real Madrid, un equipo formidable, roqueño, que interpretó con fidelidad el guion madridista, el catecismo de la fe que Santiago Bernabéu inculcó en las venas de la sangre blanca.
No importó su eventual inferioridad ni el mal agüero que nos persigue durante el curso, que se asomó de nuevo con la lesión de Williams-Goss en el segundo cincuenta y dos de encuentro. La posición más débil aún más debilitada. Aunque visto lo visto, un comportamiento tan admirable, lo mismo se lo tomaron como otro acicate añadido. La línea exterior se conjuró para dar una muestra de su solvencia experta, de su tranquilidad sabia. Entre todos, ninguno más que otro, hicieron lo que se precisó en cada momento, todos ellos ajustando su prestación a la defensa, a la rotación célere para cubrir su zona, a la canasta oportuna.
En efecto, la fe mueve montañas, también las nuestras, si nos referimos como tales a los hombres grandes madridistas, una cordillera dinámica, amurallada y arrolladora, salvaguarda de la cesta propia y avasalladora de la ajena.
El esfuerzo no fue sólo emocional, de humildad y de fluencia en el juego. También fue táctico, cuando el preparador dispuso un quinteto inicial bajito, de corte moderno, sorprendente para todos, incluido el rival, que comenzó la contienda con mal pie. También cuando se atacó siempre la posición más débil de las fuerzas rivales. O cuando nuestros defensores comenzaron a cambiar de defendido en cualquier lance, a doblar su número si Mirotic tenía ventaja de estatura en los desajustes, o a buscar el bote de Laprovittola —su gran virtud, ayer su condena— para robarle el balón y salir disparados en contraataque como exploradores celestes.
Así es el camino de este club, sublime y heroico a la vez, que navega entre la excelencia y la victoria a cualquier precio. Dos fuerzas casi opuestas gobernadas por la inteligencia de unos jugadores que saben lo que buscan y que buscan lo que quieren
La victoria, emocionante, palpitante, concuerda con las que han conseguido los hermanos mayores y pequeños esta temporada. Con la búsqueda de la supervivencia en la desesperación, de la constancia desmedida y, en apariencia, inútil. Así es el camino de este club, sublime y heroico a la vez, que navega entre la excelencia y la victoria a cualquier precio. Dos fuerzas casi opuestas gobernadas por la inteligencia de unos jugadores que saben lo que buscan y que buscan lo que quieren.
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Ya solo por ver escribir "guion" sin tilde merece la pena la lectura de este artículo.
Ojalá el domingo podamos leerle con el mismo estado de ánimo.
Todavía recuerdo su época en el Tempus .
Magnífico, como siempre, Sr. Llorente.
Esta es la señal de este club y por eso enamora a todos los que se incorporan como jugadores y él que no se va