Cuenta la leyenda que la caída del Imperio romano fue tan rápida que muchos legionarios solo se dieron cuenta de la misma al ir a cobrar su ‘stipendium’ y comprobar que ya no había nadie que lo pagara. La disolución de aquel formidable y carísimo ejército era un síntoma inequívoco del final de la era en la que todos los caminos conducían a Roma. Pero aunque en los libros de historia figure ese año 476 como fecha oficial del final del Imperio romano, la pragmática realidad nos indica que los rescoldos de su dominio se mantuvieron vivos muchos años después de la deposición de Rómulo Augústulo, el último emperador.
El Madrid no trabaja a brochazos gruesos, más bien usa pinceladas constantes y precisas para que el cuadro no sufra modificaciones drásticas
Algo muy similar ha ocurrido con el último gran dominador del fútbol europeo (y, por ende, del fútbol mundial): el Real Madrid de los jerarcas. El punto de inflexión en el que acabó su era dorada llegó en 2018, con la 13ª Copa de Europa y el adiós de Cristiano Ronaldo, mascarón de proa de la nave. Poco a poco, la moderna generación dorada fue abandonando el club, permaneciendo en él un último reducto de veteranos que, contraviniendo una y otra vez los pronósticos, volvieron a poner una pica blanca en pleno corazón de Europa con la conquista de ‘la decimocuarta’ la temporada pasada. Aquella fue una epopeya irrepetible, que contaremos a nuestros nietos como esos antiguos romanos les narraban a los suyos las más gloriosas conquistas de sus legiones.
El tiempo es inexorable y eso es algo que sabe muy bien el Real Madrid como club que históricamente ha sido capaz de desprenderse sin excesiva carga dramática de sus leyendas para fabricar otras nuevas, en un bucle infinito e inherente al deporte profesional. Es difícil sentenciar a quienes han contribuido decisivamente a que la grandeza del equipo más importante del mundo sea aún más acentuada, pero tampoco parece sencillo que un rendimiento decreciente tenga un repunte en medio del ocaso. Aparece aquí la eterna disyuntiva entre méritos puros y sentimientos cargados de nostalgia. Entiendo que Benzema, Kroos, Modric, Carvajal o Nacho quieren vivir de corto un hito histórico como la inauguración del nuevo Bernabéu. Pero también sería comprensible (y en algunos casos deseable) que el club les diera una despedida a la altura de lo que representan en su historia, y negara una continuidad que, atendiendo exclusivamente a lo deportivo, es bastante cuestionable.
No se vislumbra el fin de una era, ese fin ha quedado ya más que constatado. Ahora queda manejar la transición más limpia y menos dolorosa posible
Como suele ocurrir cuando el empeño por extender una carrera se antepone a la situación real, es posible que la despedida de alguna estos indiscutibles mitos del madridismo acabe empañada por su rendimiento en sus últimos partidos. Todos recordamos ejemplos (y no solo futbolísticos) de un final nefasto que mancha parte de lo conseguido con anterioridad, por la tendencia natural a retener lo más reciente. También hay que poner sobre la mesa si es idóneo que al timón siga un entrenador que ha logrado éxitos indiscutibles, pero que no es el perfil más adecuado para pasar página y muy probablemente continúe considerando puntales esenciales del proyecto a futbolistas que están ya rebasando su fecha de caducidad. Y, como consecuencia, condenando a papeles secundarios a aquellos llamados a ocupar su lugar de inmediato.
El Madrid ha sabido reconstruirse con inteligencia y encontrar nuevos héroes que protagonicen las hazañas venideras. La combinación entre jóvenes paladines y sabios veteranos funcionó fantásticamente bien en la pasada campaña, pero no lo ha hecho en la presente. La mejora en las prestaciones de los menos experimentados, especialmente de un Vinicius Junior que ya es la rutilante estrella del equipo, no ha compensado el descalabro en cuanto a rendimiento de buena parte del ‘club de las 5 champions’. Tampoco se espera una revolución para suplirles. El Madrid no trabaja a brochazos gruesos, más bien usa pinceladas constantes y precisas para que el cuadro no sufra modificaciones drásticas. Este verano deberían llegar perfiles que puedan reemplazar a aquellos que muy probablemente hayan dejado atrás los veinte mejores partidos de sus carreras. No serán muchos, pero sí hay que atinar y continuar con un proceso de renovación que ni se detiene, ni espera a nadie. No se vislumbra el fin de una era, ese fin ha quedado ya más que constatado. Ahora queda manejar la transición más limpia y menos dolorosa posible.
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Los tiempos que se avecinan son preocupantes sobre todo para el Futbol:
- Especulación: inversores árabes, rusos y chinos ...... para los que el futbol, por otra parte adulterado por lo comercial, es solo un balance inversor.
- Corrupción: Cáncer endémico, que ahora se ve que viene de lejos, el primer punto magnifica este segundo.