Vale, lo admito, estoy borracho, pero ¿se os ocurre otra forma de estar en un día así? ¿Acaso no se inventó el alcohol para que los madridistas celebremos los días gloriosos que sólo el Real Madrid es capaz de inventar, de alumbrar, de traer a este mundo? El Madrid es la luz que ilumina el mundo, amigos, y los texanos inventaron el Deep Eddy Vodka, aquí, en Austin, para que los madridistas brindemos una y otra vez hasta perder la conciencia por la gloria que sólo a nosotros nos es dado conocer y que a menudo no podemos ver aunque siempre la podamos vivir. Dios creó el mundo para que el Real Madrid lo salvara y quien no vea esto está ciego. Sólo a través del Real Madrid el mundo vio la primera luz y sólo en el Real Madrid el mundo encuentra su redención, y que me perdone el papa Francisco. O que no me perdone, qué sabrá él si a fin de cuentas no conoce la fe verdadera, la única, la madridista, por más que vista de blanco. Dios da pan a quien no tiene dientes.
Dios creó el mundo para que el Real Madrid lo salvara
Porque en verdad, en verdad os digo que el Madrid es muy grande, tan grande que está en todos los sitios y está ahora en esta habitación de hotel a la que regreso, tan triste y solitaria como todas las habitaciones de hotel (¿os he dicho alguna vez cómo odio las habitacioines de hotel, tan funcionales y tan faltas de alma, tan carentes de historia y por tanto de vida, y cómo odio los aeropuertos, patria de todas las nostalgias, asépticos e impersonales mausoleos del tiempo?), pero que está hoy iluminada por la luz cegadora del fútbol en su expresión más sublime, aquella que necesita del Real Madrid para manifestarse, para hacerse carne y para hacerse espíritu, espíritu de grandeza que sólo el Madrid conoce y que Zidane (bienaventurados los que creen en Zidane, porque de ellos será el Reino de los Cielos) encarna como nadie.
Yo desde aquí confieso y declaro y proclamo y anuncio y promulgo que Zidane es el profeta del Real Madrid en la Tierra, el elegido, el ungido de Dios, el cristo que dice ven y sígueme para llevarnos a la luz de la Copa de Europa (¡que Dios confunda a la Champions!). Zidane es la Biblia de Andy Dufresne, en él está la salvación. Sed sus discípulos, hermanos madridistas todos, y nunca dudéis de él, ni en los momentos de felicidad ni en aquellos de tribulación. Él es el pastor que nos llevará de nuevo a los verdes pastos de la gloria, él el timonel que llevará firme el timón en la tempestad y en la bonanza, sin descomponer el semblante, sin abandonar la sonrisa ni la mirada traviesa.
Yo quiero a Zidane y os quiero a todos, hermanos galernautas, os quiero sin mancha y sin medida en un amor blanco, blanquísimo, radiante y rutilante. Hoy os quiero a vosotros y quiero a todos los madridistas que mantienen la fe en la adversidad, los que resisten a pie firma los embates de la duda, de la impaciencia, de la incertidumbre, de la desconfianza, del desasosiego, de la desazón, de la zozobra, de la ansiedad. Los que nunca dudan, los que saben ver más allá, los dichosos que creen sin ver y aun a pesar de lo que ven, los que entendieron la esencia última y primera del madridismo. Brindo una vez más por todos vosotros, hermanos, y siento que esta modesta copa recién salida de un sórdido minibar de hotel que elevo con alma temblorosa es un hermoso anticipo de otra copa que nos pertenece y espera en Cardiff, Ahí, a la vuelta de la esquina, tendiéndonos la mano. A un Cristiano de distancia. Va por vosotros.
Amen . . . y nada más ¡
Zidane es como la vendicion de los panes y los peces para los Madridistas, no para los seudos o incredulos.
Yo también levanto mi copa para brindar por este equipo y agradecerles el partidazo que nos regalaron anoche. Fútbol de verdad, con fallos que te hacen desesperar y renegar de ellos, para a continuación lanzar un ¡viva la madre que te parió!; con tensión, idas y venidas, remates de ¡huy! y despejes de ¡uf!, en fin, un partido completo, que nos dejó a los madridistas agotados y felices (y a los antis, igual de agotados y ahogados en hiel).
Si como se jugó en el Bernabéu se hubiera jugado (o lidiado) en las Ventas, habría sido una faena de las que no hacen cortar muchas orejas, porque abundan los enganchones, o porque técnicamente es mejorable, pero que se guarda en la memoria del aficionado que años después recuerda "yo vi esa tarde a José Tomás".
Después de lo de anoche, puede que el Madrid arrase o que tropiece dentro de poco, pero lo que ya no puede suceder es que olvidemos lo que hemos vivido. Por más que algunos resentidos lo quieran enfangar.
¡Qué grande es Madrid, qué grande es el Real Madrid y qué grande es ser del Real Madrid!