El Real Madrid, a mediados de la temporada 1957-1958, pasó por una pequeña crisis de resultados que le alejaron de la cabeza de Liga. En la jornada 18, visitó al Sevilla, que era colista, en el campo de Nervión, un escenario maldito desde 1953. Los blancos acumulaban cuatro derrotas consecutivas y aquel año el destino no fue distinto.
El choque en la capital hispalense fue muy duro y hostil para el Real Madrid. El plan de los locales fue parar del modo que fuera a las estrellas blancas y lo consiguió con la permisividad arbitral de Gardeazábal. Romero y Valero frenaron con entradas violentas a Gento y Kopa respectivamente y el equipo merengue se fue diluyendo física y moralmente. La idea del dúo técnico Carniglia-Ipiña tampoco se plasmó en el campo con una actuación bastante pobre de jugadores clave como Zárraga y Muñoz. Todo esto lo aprovechó el Sevilla guiado por Arenas en la defensa y Antoniet, Loren y Arza en el ataque para vencer 3-2 y empezar a sacar la cabeza de los últimos puestos de la tabla.
La derrota dejó al Madrid a tres puntos del Atlético de Madrid, segundo en la tabla y a cuatro del líder el F.C. Barcelona. Sin embargo, un arreón fantástico con diez triunfos y dos empates en las últimas doce jornadas le permitieron remontar y ganar la Liga cantando el alirón en el Metropolitano.
Cuatro días después del duelo liguero los merengues y los sevillanos se volvían a ver las caras pero esta vez en el Santiago Bernabéu y en la ida de los cuartos de final de la Copa de Europa. La historia iba a ser muy diferente a la del fin de semana.
El cuadro dirigido por Diego Villalonga estaba repleto de moral tras el triunfo en casa y viajó a Madrid confiado de dar la sorpresa. En aquellos tiempos debido a la infraestructura de los transportes se viajaba con varios días de antelación y la expedición sevillista coincidió en el tren con la plantilla blanca de vuelta a la capital. Don Alfredo Di Stéfano contó en ABC que en el trayecto “no vean como sacaban pecho Arza y su orquesta. Y nosotros calladitos. No podíamos adoptar otra postura”. El Sevilla según ‘La Saeta Rubia’ se pensó “que todo el monte iba a ser orégano” y aquello dolió en el amor propio de los blancos que saltaron al Bernabéu con sangre en los ojos.
La mañana del partido apareció todo el coliseo de Chamartín nevado y se tuvo que trabajar a destajo para retirar la nieve a las bandas del terreno de juego. Además, antes del partido hubo un momento especial con la entrega a don Alfredo di Stéfano del Balón de Oro de 1957 por parte del periodista de France Football Jacques Ferran.
Carniglia realizó varios cambios en su once y entraron Marquitos, Santisteban y Marsal en detrimento de Atienza, Muñoz y Joseíto. Por su parte en los visitantes la única permuta fue la inclusión de Ramoní en lugar de Pepillo. El objetivo de los sevillistas fue de nuevo adueñarse del partido mediante la violencia con Romero, Valero y Liz utilizando toda clase de juego brusco y duro para frenar a los merengues. De manera sorprendente contaron con el beneplácito arbitral del trencilla, Van Nuffel, que no lo cortó de raíz.
Sin embargo, Di Stéfano no quiso que nadie le aguara la fiesta en el día en que fue proclamado mejor jugador de Europa y desde el minuto cero puso a carburar al Madrid. Los blancos salieron en tromba, encerraron al Sevilla en su área y se pusieron 2-0 a la media hora. Unos minutos después llegó la execrable agresión de Campanal a Marsal. Primero le abofeteó y luego le soltó un puñetazo que dejó al capitalino en el suelo (fotografía de cabecera). El sevillista fue expulsado y para asombro general también corrió la misma suerte Marsal al levantarse tras ser atendido por Legido.
Este hecho encorajinó a los merengues que en la segunda parte completaron 45 minutos para el recuerdo. Aquella noche el Madrid resurgió tras una temporada gris hasta entonces y se volvió a ver a un conjunto campeón. Seis goles más encajó el cuadro hispalense para un resultado apabullante de 8-0. ‘La Saeta Rubia’ recordaba así el duelo “Estábamos bastante picaditos. Les cogimos con el hielo y les arrasamos. Era el mes de enero, y ellos estaban menos acostumbrados y se caían como ‘cerdos en las baldosas’. Nosotros nos agarrábamos bien porque nos entrenábamos en esas condiciones. Les hicimos ocho. Y yo marqué cuatro, la mitad. Kopa marcó un tanto extraordinario. Tres de los nuestros dejamos pasar el balón y el francés la clava al lado del palo. Un golazo impresionante, uno de los más bonitos que recuerdo. Busto era el portero y se retiró del fútbol después de ese partido”. El Madrid de este modo se había vengado del Sevilla a lo grande que regresó a su ciudad hundido y eliminado.
Así lo contó L`Equipe en su crónica:
“Fue como una rabia lo que se apoderó de los jugadores del Real en los primeros minutos del partido. Se diría que la vida de cada uno de ellos dependía de la posesión de la pelota. Y es que lo que se jugaba oficialmente en el encuentro alcanzaba doble importancia en un orden moral. Había que demostrar a toda España que en las grandes ocasiones el Real sigue siendo el mejor. Vimos un fútbol de sueño. Dije ya que fue un festival de las cualidades latinas… Y quería decir que se vio TODO LO MEJOR DEL FÚTBOL LATINO, sin ninguna debilidad. La velocidad del juego jamás puso en peligro el juego colectivo. El gusto por el espectáculo nunca debilitó la eficacia. La maestría técnica de Di Stéfano, un Rial, un Kopa, un Gento…estallaba en cada acción, pero jamás como un fin, sino como un medio…En particular cuando el Sevilla disponía de todos sus recursos, el Real logró el milagro de CONCILIAR VELOCIDAD Y TÉCNICA.”
La vuelta en Nervión fue un trámite pero también tuvo su intrahistoria. El Sevilla quiso brindar un triunfo a su afición pero el Madrid aguantó el chaparrón inicial y logró igualar a dos con un doblete del joven Pereda. La afición sevillana la tomó con los jugadores merengues y especialmente con Di Stéfano. El hispano-argentino lo explicó así en ABC: “La gente al terminar el partido comenzó a corear “Saeta hija de puta, anda la puta que te parió”. Yo estaba en el centro del campo. Miré a un lado y a otro y no vi a nadie. Como es natural buscaba protegerme. Entonces, ante la situación, bajé la cabeza y mirando al suelo me fui hacia el vestuario y con los brazos, siempre sin levantar la cara, comencé a hacer ademanes de dirigir a una banda. Fue lo que se me ocurrió. Luego a la salida del estadio, pues lo normal: insultos, piedras. El aficionado andaluz tiene mucho genio y también mucha gracia”.
En semifinales el Madrid superó al Vasas húngaro y en Bruselas frente a un potentísimo AC Milan don Francisco Gento en la prórroga dio la tercera Copa de Europa a los merengues.
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Hola,
Muy bueno el artículo, esta bien recordar que al RM no se le odia en ciertos campos sólo desde que Mou nos entrenó.
HALA MADRID
Gracias, Toni!
#halamadrid
Un saludo
Inolvidable partido en un campo sobre el que había caído una nevada espectacular, que estaba amontonada en las bandas y detrás de las porterías.
Me gustaría ver a algunas de las figuras de hoy con defensas como el citado Campanal (había practicado atletismo en diversas especialidades y tenia un físico impresionante) y con arbitrajes de los de entonces, sin tarjetas , replays, etc.