Navas llegó al Real Madrid por mérito y por mérito se quedó en él
Ahora que le veo lejos se me hace ajeno. Supongo que cuando ya no sea de nadie y sólo sea del Real Madrid, que es lo que terminan siendo casi todos los exjugadores blancos, le veré de nuevo mío. Presentados bajo otra forma los hombres parecen distintos. Tanto tiempo estuvo yéndose Keylor, que cuando se fue la partida no fue dolorosa. Se fue limpiamente, cumplido su tiempo en Chamartín incluso sin sobrarle (como dijo Míchel en su entrevista) el año que siempre le sobra a todo. Yo soy de los que no le sobró Keylor ni un solo día de todos los que estuvo. Lo de Keylor fue una lucha en directo por la supervivencia. Fue como ver El Show de Truman cada semana. Una lucha por la vida, por la permanencia, por un lugar en el mundo contra los elementos. Keylor estaba concentrado. Keylor fue (es) un deportista ejemplar, un guardarredes ejemplar que llegó al Madrid por mérito y por lo mismo se quedó en él, sin que ninguna circunstancia colateral, tantas veces decisivas para iniciar sin remisión la salida de jugadores, le doblegara.
Keylor venció al ambiente y lo volteó. No una vez sino muchas veces. Todas. Cada vez que se le presentó el reto de la elitista idoneidad o del purismo caprichoso, él les plantó cara sin mala cara, en silencio y en escorzo. La evidencia fue clara durante mucho tiempo, intramuros y extramuros, pero él admitió su suplencia, el gregarismo al que parecía abocado desde el inicio de los tiempos, para encaramarse a la portería como vencedor. Porque Keylor fue un ganador. No fue un guardameta elegido, ni heredero, ni enchufado, ni impuesto. Fue un portero al que no le pudieron decir que no, pese a que era la única respuesta inicial. Y eso es épico. Es una historia de película. La historia del arquero costarricense que se convirtió en leyenda en el mejor equipo de todos los tiempos. El jugador que sólo podía aspirar a un puesto, a uno sólo, el lugar más codiciado y elevado del deporte, el más difícil de alcanzar, y lo logró.
El imaginario madridista ha visto pasar todas esas Copas de Europa por las manos del tico invencible, el hombre encomendado a Dios y con ello a su individualidad
Keylor Navas fue el guardián de la cueva del Real Madrid en una de las épocas más gloriosas del club, quizá la segunda de todas ellas. Eso está escrito, no aquí sino en el imaginario madridista que ha visto pasar todas esas Copas de Europa por las manos del tico invencible, el hombre encomendado a Dios y con ello a su individualidad, esa individualidad tan madridista que le hizo fuerte en la tremenda soledad del portero de fútbol. El portero que espera el delicado momento de cumplir con su deber y dar la talla al contemplar acercarse el peligro como a una caballería desatada. Esa tensión es para vivirla y para soportarla. Decía Agassi que la soledad del tenista en la cancha no tenía parangón en el deporte, y quizá sea cierto, pero la soledad del portero (del Real Madrid) se le acerca. Todos esos demonios que revolotean alrededor de esos tres palos y de esa cabeza mientras la pelota está lejos. Todos esos ojos fijos. La adrenalina que le asalta a uno de pronto y luego se va para volver sin avisar en cualquier momento.
La necesidad de liberarse anímicamente en segundos de una mala decisión, como la del herbívoro recién nacido que ha de ponerse en pie enseguida en medio de la sabana. De parar la tormenta interior sin que amaine la exterior, aguantando lluvia a la intemperie. Había como un sol de Costa Rica brillando siempre en el caletre de Keylor que nosotros también podíamos sentir y casi vislumbrar en cada acción. Era la fe íntima y pública de Keylor. Era como en Ghost, cuando Molly (Demi) ve al final a Sam reflejado en una luz celestial y suenan los Righteous Brothers otra vez como si no fuéramos mayores, como si hubiésemos sido de nuevo niños viendo ganar a su Madrid. Keylor tuvo la mejor de las cualidades de los grandes que es devolvernos la infancia de nuestros preferidos. Aquella sensación del portero (tan inocente como pura, pura vida) que era una maravilla y paraba los balones sentado en una silla.
"Guardarredes ilustres", todos los días en La Galerna.
ÍNDICE de Guardarredes ilustres:
Capítulo 1: Ricardo Zamora
Fotografías Getty Images.
Enhorabuena, señor de las Heras. Bonita hagiografía; aunque visto lo que tuvo que aguantar Keylor Navas que se opinara de él, sería más adecuado incluirla en un martirologio.
No me gustó la forma en que pidió salir del club, pero lo que ayudó a construir este señor, orgullo de toda nuestra Latinoamérica, no tiene precio. Cumplió su sueño de niño, como nos contó al festejar la 11ma, y como dijo Fredy, su padre, a pie de campo en la 12ma.
Keylor, para mí, es esa esa manopla a Pjanic en Cardif...
Te esperamos en los Corazón Classic Match.
Pura vida, Keylor, allá donde vayas.
Hala Madrid y Nada Más
Mi portero favorito hasta que empezó a ejercer de topo, una pena.