El mejor fue Juan José, dónde va a parar. No hagan caso a mis queridos compañeros de tribuna, que no tienen ni pajolera idea, dicho sea con algunos respetos (me guardo el resto, que me quedan pocos). Todos ellos les han cantado y les van a cantar las gestas, vida y milagros de este o aquel lateral derecho que ha vestido la gloriosa camiseta blanca con el "2" a la espalda, y a ninguno le falta razón para defender la candidatura de su elegido. Pero todos yerran el tiro. Porque ningún lateral derecho ha dejado un poso en la memoria madridista que resista la comparación con ese regusto a pescaíto frito que nos viene a la boca al recordar al gaditano. Juan José, nuestro Kabir Bedi particular, fue Sandokan nacido en la Tacita de Plata, con su melena clara y su barba y su aire de hippie pasado por el barrio de la Viña. Un cuerpo extraño, diferente y fugaz, una aparición, o una ensoñación, qué sé yo; una ilusión, al cabo. Un futbolista que llegó antes de tiempo y que se fue antes de haber llegado, y en el visto y no visto nos dejó el estremecimiento de lo insólito.
Pero no fue su abracadabra con el tiempo, esa capacidad de anticiparse a sí mismo, lo que le ganó nuestros corazones. Tampoco sus condiciones futbolísticas, que se demostraron más bien mediocres. Fue algo más etéreo, más intangible, pero más duradero en la memoria, como el perfume del primer beso. Juan José fue nuestro primer cromo exótico surgido intramuros, la cabeza de playa en aquel Madrid de los García que, como España, se sacudía la gris modorra y estaba a punto de despertar a la Quinta del Buitre. Toda una transición, como la que escribimos con mayúscula. Y es que Juan José era una mañana tumbado al sol en la playa de la Caleta, una siesta al mediodía arrullado por el mar en el Baluarte de la Candelaria, una noche de finos transpirados en el barrio de la Viña. Juan José era el Tigre de Mompracem, sí, pero sobre todo y ante todo era el gitanillo de Cádiz, no a la manera de ese Gabrielillo de Araceli imaginado por el genio único de Galdós, sino a la de esos gaditanos que miran con el alma al Caribe, como el paseo de Santa Bárbara se asoma desde sus casamatas al malecón de La Habana.
Fue el primer lateral derecho español con vocación de extremo, pero siempre hubo una indefinible tristeza en sus incursiones banda arriba
En verdad, Juan José tenía algo del dulzor y la exuberancia de las mulatas caribeñas, del sol y del trópico, de las lluvias torrenciales, del sopor del mediodía, de la noche empapada en sudor, del movimiento de caderas, de la agitación y la música, de la alegría irreprimible... y reprimida. Reprimida, sí, acaso porque veníamos de donde veníamos, también Juan José. Y esa represión, esa autocensura, se vencía en sus ojos. Porque si cada poro de su piel era una invitación a la danza y rezumaba luz a borbotones, su mirada atravesada de nubes era un toque de queda continuo, el jarro de agua fría que nos negaba bruscamente la dulce promesa con que Juan José nos emborrachaba.
Por eso quizás, Juan José nunca desplegó el vuelo que le esperábamos, que le presentíamos. Por eso quizás, Juan José nunca se fue de Cádiz ni aun estando en Madrid. Por eso quizás, cada vez que salía al campo se advertía tras su melena y su barba el deje inconfundible de la melancolía. Fue el primer lateral derecho español con vocación de extremo, pero siempre hubo una indefinible tristeza en sus incursiones banda arriba. Y así, en lugar de arrancarse por alegrías se nos fue apagando en seguiriyas, tristes y trágicas. Y lo que, ay, es peor: aburridas. Habíamos traído al más inspirado cantaor jondo y se nos aparecía sin duende, sin chispa y sin magia, incapaz de encontrarse a sí mismo en el mejor escenario del mundo, acaso demasiado refinado para su arte de pueblo.
Era como si echara de menos la atmósfera pesada de tabaco y vino, de quejíos y requiebros, de alguna modesta taberna gaditana. Y cuando más incapaz se veía de convertir el Bernabéu en su tablao, tuvo que ser Maradona quien le enseñara que el artista inspirado es capaz de convertir el césped del Bernabéu en cualquier cosa. Incluso en una baldosa en la que el argentino le agarró por la cintura y le bailó -y a nosotros con él- aquel chotis castizón antes de marcarnos el gol más humillante, para su escarnio y el nuestro. Tengo para mí que aquello, además de sentenciar el futuro de Juan José en el Real Madrid, fue la vejación definitiva para su alma de artista, que ya no volvería a recobrar la alegría ni aun de vuelta en Cádiz.
Así que Juan José fue un sueño que acariciamos y que se nos escapó apenas empezábamos a vivirlo. Pero fue aquel sueño el pálpito que tal vez necesitábamos, la intuición de que venían otros tiempos más luminosos, más aireados, más ventilados. Juan José fue la promesa que no resultó, pero la promesa de Juan José resultó en el desvanecimiento de las murrias que arrastrábamos desde la noche sórdida del Parque de los Príncipes, y nos desbrozó el camino a los días de vino y rosas que nos esperaban. Sólo por eso, el gaditano merece lugar de honor en la lista de los mejores laterales derechos madridistas. Y es que en el fútbol, a menudo, el fútbol es lo menos importante.
Fotografías: Getty Images
Índice
Capítulo 1: Chendo
Capítulo 2: Gabriel Alonso
Capítulo 3: Míchel Salgado
El mejor Isidoro San José
Chendo y Salgado fueron laterales enormes. También Carvajal ha sido un de los mejores de la historia. Pero le he preguntado a mi padre y está de acuerdo contigo, San José fue el mejor.
Juan Cruz Sol.
La línea Sol - Benito - Pirri - Camacho se recita sola. Es como decir Canario - Del Sol - Di Stéfano - Puskas - Gento.
Creo que jugaron en la remontada frente al Derby County. La primera de que tengo memoria: com ella empezó todo.
Una demostración de que se puede escribir y justificar sobre lo que se quiera.
Gran lateral dcho, sobre todo en ataque, bajaba su nivel en defensa , cumplió en su corta etapa madridista.
Era muy Joven por aquella época, pero me acuerdo de él y de otro chaval que vino por esa época y que un defensa del bBarcelona le destrozó la rodilla en una entradap
El jugador era Bonet, y lo lesionó Migueli, llegaron el mismo año Juan Jose, Metgod, Bonet y otro
Tu escritura sí que rezuma luz a borbotones, querido amigo.
Yo estuve en aquel partido y el bernabeu aplaudió aquel gol.
Eran otros tiempos y Maradona era un jugador enorme.
El respeto ,en general,de la afición madridista hacia los aficionados de otros equipos es algo que se oculta y no entiendo el motivo deberíais de profundizar en el tema .
HALA MADRID!!!!!