Dice una canción de The Drums, cuyo vocalista es José María Gutiérrez, el futbolista anteriormente conocido como "Guti": "Jenny, Jenny, Jenny, don't be lazy...". Claro que esto son más mis ganas. Que Guti mueva el esqueleto hecho un flojeras y le cante a Jenny Lewis que no sea tan perezosa sí es una verdadera conjunción planetaria madridista que ni un triplete, y eso que a nosotros los tripletes (cuando no son de Copas de Europa) siempre nos han parecido cosa de mal gusto. Algo obsceno como ponerse en casa los grifos de oro y enseñarlos, que es lo que suelen hacer en Barcelona cuando les regalan esos lujos horrorosos.
Jesús Bengoechea, renombrado cazamadridistas, me ha descubierto a Jenny, Jenny Lewis, para la causa, lo cual tiene la importancia de habernos descubierto un Van Nistelrooy con lo que descubrir un Van Nistelrooy significa a estas alturas: un hallazgo irrepetible, un fichajazo de invierno. Esos madridistas tardíos que luego son eternos. Jenny ha jugado toda la vida, con gran éxito, al otro lado del océano, razón por la cual es casi desconocida por estos predios. Pero basta con escuchar y contemplar un par de actuaciones suyas para darse cuenta de que, tarde o temprano, ese madridismo iba a llegar igual que advertía Fernando Arrabal sobre el milenarismo.
Pueden ustedes ir a Youtube y maravillarse de su lejanía como nos maravillábamos, por ejemplo, de la lejanía del McManaman liverpooliano, que tiene el mismo color de pelo y también cantaba, actuaba y tocaba el bajo y la guitarra; y después vino a Madrid para cantarnos canciones pop que nos producían escalofríos de gusto con cada quiebro de country o de folk. Qué timbre delicioso de mantequilla de cacahuete el de Jenny, McJenny, que va a cuajar en Chamartín como lleva haciéndolo años desde Michigan a Nueva Orleans con su tesitura de adolescente americana, prima de Steve, hija feliz y campestre de Philip Roth, niña de instituto adorable y adorada, un amor de Tom y de Huck y de Florentino, que la tararea garboso por las zonas nobles y hasta la ficharía en invierno.
Unos fichan Deynas y nosotros pensamos en reinas. Jenny es la Holly Golightly de Blake Edwards, pero sin el mohín caprichoso. Es la belleza pálida de un pase con el exterior de Lukita hecho piernas de color rosa. La poitrine generosa no precisamente como la de Gravesen; un centro florido de donde podrían brotar los esquejes de los jóvenes, por donde asoman los Vinicius y los Kubos y los Odegaards, como si por ahí se hubiesen asomado todos atraídos por el aroma estival del azahar, el verano (invierno) del amor en el que José María Gutiérrez, el futbolista anteriormente conocido como "Guti", mueve muy flojo las caderas mientras canta: "Jenny, Jenny, Jenny, don't be lazy...".
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