Dos meses después, Laporta ha dado explicaciones. Jan, el dicharachero Jan, el jovial presidente, el hombre que vive en una continua expansión desde que volvió a la presidencia del Barcelona; el hombre en estado gaseoso, por así decirlo, ha hablado por fin del affaire Negreira. Ha tardado lo suyo. Dos meses. Esto, a priori, no tiene por qué ser malo. Es un caso grande, arduo, difícil, que pone en jaque muchas cosas, para empezar la credibilidad y el nombre del Fútbol Club Barcelona. Se entiende que el máximo responsable de un club acusado por derecho ante la Justicia de amaños y fraudes de la competición de semejantes magnitudes no puede, sin más, contestar así como así, a tontas y a locas. Estas cosas, por supuesto, hay que hacerlas bien. Requieren su tiempo y más cuando las acusaciones se refieren a períodos de tiempo en los que el propio Laporta era presidente y, se supone, pagó con largueza al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros para “asegurarse la neutralidad de los árbitros” españoles.
No obstante, dos meses son muchos meses. Da tiempo a hacer muchas cosas, a ver, a buscar y a menear muchos papeles. La “sociedad civil” española, el Gobierno, los partidos de la oposición, la Liga, los demás clubes, en fin, todos los afectados de una manera u otra por las consecuencias morales, económicas y deportivas de semejante escándalo, le han dado al Barcelona un plazo de indulgencia, para explicarse, excepcionalmente largo. No siempre ha sido así en un país donde se piden explicaciones cada dos por tres, invocando siempre la “higiene” democrática. Esta generosidad, por supuesto, tiene que ver con que son catalanes, claro: ellos han inventado este juego. Al Barcelona se le ha permitido mirarse dentro y preparar bien sus argumentos en un tiempo en que, en España, todo el mundo se pone muy digno exigiendo “transparencia” y “responsabilidad” a cualquier hijo de vecino ante la menor sospecha de amaño, corrupción o podredumbre. Sin embargo como digo no hay que olvidar que en este caso estamos ante una de las instituciones esenciales de los catalanes, que como digo son los inventores de la democracia: aquí, las reglas, siempre las han puesto ellos, así que no hay más que hablar. Bien. Así que Laporta, por fin, se ha pronunciado.
Al Barcelona se le ha permitido mirarse dentro y preparar bien sus argumentos en un tiempo en que, en España, todo el mundo se pone muy digno exigiendo “transparencia” y “responsabilidad” a cualquier hijo de vecino ante la menor sospecha de amaño, corrupción o podredumbre
Se esperaba con mucha expectación y en efecto lo de pronunciarse está muy bien traído. En latín, pronuntiare es literalmente articular sonidos, que es lo que hizo Laporta, por lo demás incapaz de ofrecer una respuesta solvente al interrogante principal que palpita en el fondo de este asunto: ¿pagó durante décadas el Fútbol Club Barcelona al número dos del órgano regulador de los árbitros españoles para asegurarse un trato de favor en los partidos y por lo tanto, adulterar la competición?
Laporta ha pronunciado sonidos y ha dado noticia de muchas cosas, más de las que seguramente cree. Pero hablar, lo que se dice hablar, es otra cosa. ¿De qué ha hablado entonces Laporta? Pues del Madrid, claro. Parecía de broma pero la cosa resultaba tan previsible como por otro lado previsible es todo ya en Cataluña, ese paripé de lugar: ese lugar de cartón-piedra, o mejor, ese no-lugar disparatado y siniestro donde sin embargo se gobiernan desde hace tiempo los destinos de toda la nación.
En latín, pronuntiare es literalmente articular sonidos, que es lo que hizo Laporta, por lo demás incapaz de ofrecer una respuesta solvente al interrogante principal que palpita en el fondo de este asunto: ¿pagó durante décadas el Fútbol Club Barcelona al número dos del órgano regulador de los árbitros españoles para asegurarse un trato de favor en los partidos y por lo tanto, adulterar la competición?
A la pregunta que yo planteaba un párrafo más arriba, Laporta ha contestado sencillamente no. Pero los pagos, al menos unos cuantos (se intuye, desde luego, que hay muchos más, y que la cosa abarca muchos más años que los estrictamente propios de la “era Bartomeu”, como dicen algunos periodistas deportivos que de tan listos que creen, son tontos), son una cosa probada. Laporta ha vuelto a sostener que eran “por asesoría” y “al hijo”. Su teoría, que es naturalmente la postura oficial del club, para eso es el presidente, es que cuando él llegó a la presidencia del Barcelona la primera vez, en 2003, el vínculo contractual con Negreira júnior ya estaba desde Gaspart y que ellos lo vieron como una “gran oportunidad”. Desde luego, lo fue, en eso tiene razón, pero Laporta dice que no contempló ningún conflicto de intereses en el asunto y que, además, los “informes” eran muy buenos, “top”, como se diría ahora. “Información importante, interesante”, dijo Laporta, otra cosa en la que no parece que mintiera. “629 informes y 43 cedés”. No había “nada incompatible con la ética deportiva” pero la tradición ética del Fútbol Club Barcelona está ahí para quien la quiera mirar (tampoco hay que ir a buscar muchos ejemplos demasiado lejos, están bien enumerados por la Historia). Jan se presentó en la sala como si fuera a dar una keynote de las de Apple: presentación de powerpoints y unas cajas, en las que supuestamente debía haber “documentación” pero de las que parecía que iba a salir de un momento a otro el gato de Schrödinger. Por suerte, ahora, dice Laporta, existen mecanismos de “compliance” que hacen prescindibles tantos informes de excelente calidad como los que les mandaba Negreira: es una lástima que no se empezara a hablar de “compliance” hasta que Negreira Sénior dejó de pintar algo en el CTA. Luego se vino arriba y pidió casos, “uno solo”, en los que se hubiera alterado un resultado, por un penalty u otra acción, a favor del Barcelona. Es raro que, siendo él abogado, no conozca que lo único hay que probarle al juez es que se pagó al vicepresidente de los árbitros para demostrar la voluntad de influir —estructuralmente, pues los pagos se extendieron durante más de veinte años— en los resultados de la competición. En realidad, Laporta no dijo nada y como la cosa no se sostenía por ninguna parte comenzó a sacar la artillería, que como era razonable esperar consistiría en Madrid y en Franco. Lo de siempre.
Es raro que, siendo él abogado, no conozca que lo único hay que probarle al juez es que se pagó al vicepresidente de los árbitros para demostrar la voluntad de influir —estructuralmente, pues los pagos se extendieron durante más de veinte años— en los resultados de la competición
Pero más grave. No hay que olvidar que este Barcelona de Laporta era, hasta hace poco (en teoría, lo sigue siendo), el “partner” principal de Florentino Pérez en la batalla de la Superliga. Jan no tuvo reparos en disparar sobre su partner acusándolo gravemente, sin medias tintas, de comprar árbitros durante “70 años”. A continuación expresó su deseo de que el juicio ponga en “su lugar” al Madrid, jugando la baza de la damisela ofendida por el anuncio que hizo el Real de presentarse en su momento como acusación particular. Después mencionó la palabra mágica: Cataluña.
“Algunas esferas de poder no toleran que el Barcelona exprese una catalanidad abierta al mundo. Se pretende destruir uno de los elementos identitarios más importantes de Cataluña”. Aquí Laporta dijo por fin algo y llegó al quid de la cuestión. Cataluña. Son curiosas las reacciones. Cataluña es un sitio donde hasta el último mono blasona de democracia, donde hay infinitos medios de comunicación y donde, sin embargo, se han producido los mayores escándalos de corrupción del último medio siglo español. Corrupción de todo tipo: política, fiscal, judicial, urbanística y, claro, deportiva. Es un lugar donde se ha dado, desde el poder, un golpe de Estado. Un lugar donde el presidente y el partido que más tiempo han ocupado las instituciones de su autogobierno amasaron fortunas monstruosas prevaricando, comprando voluntades, traficando con influencia y, de modo general, estableciendo una red clientelar que acaparaba todos los órdenes de la vida pública catalana, que lo ocupaba absolutamente todo. Que llegaba a todas partes. Cataluña es un lugar donde todo ocurría bajo las barbas de una prensa comprada de la A a la Z o si no, directamente partícipe del sistema, un sistema íntegramente dedicado a vivir a costa del Estado español parasitándolo, extorsionándolo y chantajeándolo mediante el relato inventado acerca de la opresión ancestral de un pueblo puro y virginal por parte del poder central durante siglos. Cataluña es un altar inmenso santificado a la mentira en donde se vota mayoritariamente, cada vez que toca, por la continuación infinita de una farsa aberrante que raya en la distopía y que mantiene a España en un estado de parálisis permanente.
En realidad, Laporta no dijo nada y como la cosa no se sostenía por ninguna parte comenzó a sacar la artillería, que como era razonable esperar consistiría en Madrid y en Franco. Lo de siempre
Al final de la performance, la sala de prensa, casi en pleno, aplaudió a Jan. Ese aplauso cuenta más de Cataluña, del Barcelona y del asunto de marras que todas las páginas que pueda tener el sumario de instrucción. Cataluña está blindada y el Barcelona es la quintaesencia de lo catalán, en eso tiene razón Laporta. En eso no nos ha mentido. Cataluña es la “razón de Estado” maquiavélica que lo ha justificado todo siempre, por eso Laporta acudió al sempiterno nosotros y ellos para explicarnos, esta vez sí, de forma clara, todo lo que necesitábamos saber en este asunto. Si no existe Dios, todo está permitido, escribió una vez Dostoyevski. En Cataluña, Dios es lo que les devuelve el espejo cada vez que, desnudos, muchos catalanes se miran al espejo.
Getty Images.
Pues entre Pujol diciendo que "desde ahora, de moral hablaremos nosotros" y Laporta diciendo que no ha hecho nada ilegal, están dejando la Senyera como un trapo. Creo que ni con lejía reforzada van a ser capaces de arrancarle tanta inmundicia como le han echado
De acuerdo contigo, Antonio. Lo peor:"Al final de la performance, la sala de prensa, casi en pleno, aplaudió a Jan. Ese aplauso cuenta más de Cataluña, del Barcelona y del asunto de marras que todas las páginas que pueda tener el sumario de instrucción"
De vergüenza ajena.
¿Que podemos esperar entonces que pase si los medios aplauden al corrupto?
Como siempre, excelente artículo de Antonio. Uno de los efectos positivos de la vida post-Negreira es que incluso entre nosotros los madridistas ha caído (por fin!) un doloroso mantra autoimpuesto de "no se debe mezclar fútbol con la política". Era una autocensura al nivel del famoso "señorío".
Yo siempre defendí lo contrario, a costa de tener algún encontronazo en este mismo foro, y lo doloroso es que fueron encontronazos con foreros por otra parte admirables. No me refiero a identificar al RM con una corriente política. Cada uno tendrá la suya, faltaría más. Lo que siempre quise y quiero seguir recalcando, es que no es posible comprender el acoso arbitral-federativa-futbolística-mediática-aficiones rivales sin la cuestión política. Es que simplemente, no se pueden desligar, porque uno es la consecuencia de la otra. No se trata de qué color es el RM y sus aficionados, sino más bien cuáles son los colores de los que odian al Real Madrid. Y el que no quiera ver los abundantes paralelismos, es problema suyo.
Abrazos madridistas y vamos con la Champions, que ésto nos está aturdiendo un poco hoy.
Absolutamente de acuerdo contigo. Los colores políticos de los que odian al Madrid, son, casualmente, siempre, los mismos: tonos rojizos, anaranjados, amarillentos...muy cálidos y mediterráneos.
Figuradamente me pongo en pie y procedo a la ovación de gala consecuente a semejante maravilla.
Incluso , citando la fuente (autor), me he atrevido a copiar algunos párrafos y ubicarlos en el espacio correspondiente a los comentarios de noticias del diario del grande de España...el mismo que da nombre a un torneo de tenis muy venido a menos.
Si hasta la nada sospechosa de imparcial Angelita Barcelonesa se ha puesto contra Laporta, podemos confirmar que LaFarsa esta tan acabada como imaginábamos. Solo falta ver qué políticos tratan de sacar de tajada y en qué sentido.