Isco, Castaño y el señorito de Trevélez

Debo comenzar este artículo de título algo extravagante aclarando un aspecto que me parece fundamental. Más adelante explicaré el porqué de dicho título a aquellos que no conozcan el panorama teatral madrileño de principios del siglo XX.

El mensaje que ha colocado la tarde del viernes 13 Isco Alarcón en su cuenta de Tweeter me ha sorprendido con un 9,5 en la escala de Richter, no es que no lo comparta, todo lo contrario, sino que a estas alturas de la película ya me parecía de todo punto imposible que existiera cualquier mínima reacción por parte de un elemento del club hacia lo que a mí me parece un atropello de proporciones godzillianas. El malagueño alude a una doble vara de medir a la que tilda de vergonzosa cuando en el programa nocturno de la cadena COPE abrieron el miércoles justo después del partido contra la Juventus con titulares como “El robo del siglo”, mientras que aproximadamente un año atrás ponderaban como auténticos posesos la supuesta hazaña del Barcelona frente al PSG, sin mentar ni por asomo la gran actuación de ese mito inmortal de nuestra era, ese adalid del absurdo valleinclanesco con toques berlanguianos llamado Denis Aytekin, cuyo busto incólume permanecerá durante siglos junto al de Obrevo en el museo de los horrores del Camp Nou Camp.

Suscribo palabra por palabra lo que Isco explica en su tweet, pero si me hubieran preguntado previamente quién creía que podría hacer una cosa así, admito que habría pensado antes en Dani Carvajal, Nacho Fernández o Cristiano Ronaldo, pero nunca en él. Queramos o no queramos, Isco siempre ha sido uno de los niños bonitos de la prensa deportiva de este país, pero como todo tiene una contrapartida, viene siendo utilizado de forma recurrente para lanzar torpedos a la linea de flotación de la entidad de Chamartín.

¿La forma de torpedear los barcos enemigos? Sencillo, inventemos una teoría en la que se pretende demostrar que Isco no juega en el Real Madrid, que Zidane no confía en él, y que el seleccionador español Lopetegui sí. Con los datos en la mano resulta más falsa que una moneda de siete euros, pero ya se sabe que quien persevera acaba ganando correligionarios para la causa. Quién sabe si a partir de este punto de inflexión Isco pasará a convertirse en un apestado a ojos de los gacetilleros.

Pasemos ahora al segundo acto de toda esta tragicomedia, la parte de los aludidos. En uno de los diálogos de esa obra maestra de Carlos Arniches llamada “La señorita de Trevélez”, el personaje de Don Gonzalo se refiere a su hermana Florita, una solterona entrada en años, de escaso atractivo físico y menor éxito sentimental, de esta forma: “No es ni alta ni baja, ni gorda ni delgada, ni morena ni rubia. Es más bien castaña, pero qué castaña”. Cuando escuché al conductor del bodrio programa nocturno de la COPE en seguida se me vinieron a la cabeza las palabras de uno de los más grandes genios del humor teatral hispano, y no debido únicamente a la evidente similitud con el apellido del insigne presentador y director de dicho esperpento. El periodismo deportivo patrio no es ni bueno ni malo, ni entretenido ni aburrido, ni insigne ni zafio, es más bien Castaña, pero qué Castaña.

Si lo de Isco me sorprendió, y muy gratamente, el hecho de que Juan Manuel Castaña (no me he equivocado en la última vocal, que conste) fuera nombrado director del programa de la medianoche en la cadena de los obispos me dejó patidifuso. No es que viniéramos de la excelencia precisamente, pero que este tipo, con la lucidez de un niño de seis años, aires de grandeza e historial de bufón radiofónico, se ponga cada noche ante cientos de miles de oyentes a soltar eructos verbales rodeados de una capa de presunta seriedad demuestra el nivel actual del periodismo de este país. No se lleven a engaño, Castaña tan sólo es uno más, la punta del iceberg de una realidad tragicómica que haría estallar la cabeza al pobre Arniches. Este locutor, y muchos otros, se inventan o son meros transmisores de una realidad paralela en la que un penalti claro se convierte en un escándalo tipo Watergate y una actuación arbitral rayana en el paroxismo muta en una victoria legendaria plena de épica más propia de la Guerra de Troya. Servidor, ya muy baqueteado y con mucho fútbol en la mochila, se tiraría de los pelos si los tuviera.

No me atrevo a juzgar actitudes ni motivos por los que esto sucede, por la sencilla razón de que no tengo ni la más remota idea del porqué el Real Madrid es tratado de esta guisa. Tan sólo juzgo hechos que me parecen evidentes, y no me queda más remedio que hacerlo desde la posición del perdedor. Hace pocas horas un conocido mío, seguidor del Atlético por más señas, se escandalizaba de que periodistas como Alfredo Relaño, Santiago Segurola y Manolo Lama fueran madridistas peligrosos. Juro que esto es verdad. Si este mensaje cala, y por lo que se ve así sucede con mucha frecuencia, nuestra guerra metafórica y mediática está más perdida que la de Cuba. Somos Quijotes luchando contra gigantes. Desgraciadamente, nos quedan aún demasiadas castañas pilongas que tragarnos.