Instrucciones para amar a Luka Modric

El análisis de las portadas de los periódicos deportivos de hoy

Buenos días. Este humilde portanalista tiene un amigo que quiere a Luka Modric más que a su mujer, y teme que esta última lo descubra. Otro amigo de este humilde portanalista, por contra, quiere a su mujer más que a Luka Modric, pero teme muchísimo que Luka Modric lo sepa. No sabemos cuál de los dos amigos quiere, en el fondo, más al genio croata.

A Modric hay que adorarlo, punto, sin especificar grados ni comparaciones, porque está en otra dimensión del amor. A Modric se le ama sin mezclarlo con el mundo real, tan prosaico, a pesar de que es el astro del balón más real y normal que ha pululado jamás por el paisaje de nuestra mitomanía. Lo mismo rompe la cintura a media defensa del Barça, y bate a Ter Stegen con el exterior del pie, que le hace un vídeo a una anciana palentina que le declara su amor. Aquella preciosa anciana ejerció sin saberlo de portavoz de todo el madridismo, qué coño, de todo el género humano, porque no hay bajo la luz del sol ni la de las estrellas persona con alma que no (como mínimo) respete a Modric hasta donde el respeto linda con el amor. De hecho, la prueba más fehaciente de que el antimadridismo es un error la constituye Modric: llevado a su extremo de pureza, el sentimiento antimadridista debería conducirte a odiar a Modric, algo precisa y rigurosamente imposible para corazón alguno. Ni el mayor odiador de la vida sería capaz de odiar a Luka Modric. Es una reducción al absurdo que debería mover a Cristóbal Soria a acudir a la tienda oficial para hacerse con su camiseta (la de Modric, no la de Cristóbal).

Marca sugiere que Modric va a renovar un año más, es decir, que tendremos Modric hasta 2023, que vivirá como madridista el maldito Mundial de Catar y —esto sí que nos gusta— también seguirá de blanco cuando llegue la esperada inauguración del nuevo Bernabéu. No somos en general partidarios de la idea de que los más grandes se retiren en el Madrid aun a costa de, al final, arrastrarse sobre el campo (ni siquiera Di Stéfano y Cristiano lo hicieron). Para arrastrarse hay sitios dignísimos, más apropiados que el mejor club del mundo, que debe velar por mantener su excelencia a toda costa. Pero no es el caso de Luka ni por asomo, ni tiene pinta de que vaya a serlo próximamente. A los 36, está en el mejor o uno de los mejores momentos de su desempeño, de suerte que la pregunta no es si resulta pertinente que Modric, a su edad, renueve, sino si lo es el que no pueda seguir jugando para siempre.

Porque a Modric hay que amarlo también con un apunte de rebeldía infantil, la del niño que no se resigna a que lo bueno no pueda durar eternamente. Un día ya no veremos jugar a Modric y nos quedaremos con cara de colegial al término de la Navidad. Al niño le restan los juguetes que le han dejado los Reyes Magos, y a nosotros nos restarán los vídeos de Modric en Milán, en Cardiff, en Kiev, o evolucionando en pos del área rival con mil sortilegios, o lanzando el córner de Lisboa, o mandando a Benítez a los márgenes del fútbol con el exterior sin el menor asomo de acritud. Algún día, el niño que aprendió a jugar al fútbol en medio de las bombas balcánicas colgará las botas y nos dejará carentes, pero hasta entonces haremos como si nada, intentando olvidar, como cantaba Jarvis Cocker, que nada dura hasta el fin de los tiempos. Ni siquiera el propio tiempo.

La cosa hoy parece ir de jugadores veteranos. Dani Alves, con quien ya nadie contaba al estar descatalogado, ha sido (re)fichado por el Barcelona. Bien es cierto que la veteranía podría ser el único punto en común entre Luka Modric y Dani Alves. Por  lo demás, se nos ocurren un millón y medio de diferencias entre ambos, pero ya decíamos antes que no conviene comparar, tampoco en este sentido.

Alves dice que se siente como un superhéroe cuando se pone la camiseta del Barça. Ignoramos el nombre de algunos de sus superpoderes pretéritos. El que dio con los huesos de Pepe en el vestuario por una agresión fingida, en aquel partido de Champions, es uno de los más intrigantes, a los que habría que unir un sinfín de declaraciones extemporáneas, fotos desafiantes en gayumbos, acosos varios al colectivo arbitral y otras múltiples hazañas que nos parecen, la verdad, impropias de Marvel, por mucho que estos ya no sepan qué inventar.

También ha sido Alves un extraordinario futbolista, uno de los mejores que hemos visto en su posición, y aquí ya no hay ironía alguna. Veremos cuánta de esa excelencia ha preservado el paso del tiempo, y cuánta se ha evaporado en los márgenes de los meses. En lo estrictamente futbolístico, constituye un fichaje arriesgado que podría no ser tan loco como parece. Ya lo apuntaba Ramón Álvarez de Mon. Cabe preguntarse hasta qué punto andará corto de calidad el actual Barça para que el rescate de un soldado caduco como Alves no se antoje, a priori, una cosa tan desatinada.

La primera plana de Sport también encuentra sitio para desgracias culés objetivamente mayores que el rescate de Alves. La primera es el desinflamiento del fichaje de Sterling, pero esta es solo una mala noticia para quien antes hubiera sido tan ingenuo como para creer al propio Sport, en el sentido de que la contratación del jugador británico era posible. "Fichaje complicado. El Barça pide un esfuerzo a Sterling". Es conmovedor. Sport hace con los globos como Juan Palomo con los guisos. Sport lo infla, Sport lo desinfla. Lo explicó magistralmente Pepe Kollins en aquel ciclo kármico de la prensa cataculé.

También se hace eco Sport de la presunta implicación de Abidal en la brutal agresión a una jugadora del PSG. Lo de "presunta" es cosecha nuestra, no de Sport, que la da por hecha. Alguien no avisado de que en la arcadia de la Masía cantan los niños con júbilo pleno podría llegar a insinuar que hay asuntos turbios en torno a Can Barça.

Os dejamos con As y Mundo Deportivo, que también son de Dios (o del demonio).

Pasad un buen día.