Impunidad de Relaño

Madridismo excesivo

El ínclito Alfredo Relaño (que nació para que el adjetivo ínclito no caiga en desuso) perpetró hace unos días una columna en la que definía un cierto tipo de madridista, que motejaba de ‘excesivo’, con comillas y todo, y que viene a reconocerse por el hecho particular de no desear que el Barça pueda inscribir a Ferran Torres y por el general de no considerar que un Barça fuerte sea un bien común.

No se detenía el perínclito columnista (sus contribuciones a las letras hispanas bien merecen que le suba un grado el calificativo) en nimiedades tales como si la inscripción del joven atleta valenciano cumple o no los requisitos legales que se suelen exigir a (casi) todos los clubes para tal trámite, seguramente en el entendimiento de que sería lamentable que se perdiera un gran bien (común, por añadidura) por culpa de unos detalles de picapleitos y leguleyos.

Tampoco parece considerar Alfredo Relaño que el adjetivo “común” pueda resultar excesivo (ahora sí encaja el término) para aplicarlo a la fortaleza del equipo azulgrana y considerarla nada menos que un bien común. Seguramente sea un bien (o un mal) común de los culés, que lo disfrutan o lo sufren según sea la marcha de su equipo, pero extender la condición a todo el mundillo futbolero español (o mundial, quién sabe) con la infame excepción de los madridistas excesivos resulta temeraria.

En todo caso, como yo no tengo al F. C. Barcelona entre mis bienes comunes ni propios, y no deseo que aumente su fortaleza (ya bastante inflada por manos ocultas, aunque no del todo), me permito unas reflexiones a deshoras en torno al exceso de madridismo.

No se detenía Relaño en nimiedades tales como si la inscripción de Ferran Torres cumple o no los requisitos legales que se suelen exigir a (casi) todos los clubes, seguramente en el entendimiento de que sería lamentable que se perdiera un gran bien (común, por añadidura) por culpa de unos detalles de picapleitos y leguleyos

Lo primero que se me ocurre es que lo contrario de un madridista excesivo será (dentro del conjunto de los madridistas) un madridista deficitario, defectivo o defectuoso, esto es, un seguidor del Real Madrid que no peca por exceso, sino por defecto: uno al que no le gusta que el Real Madrid gane siempre, sino sólo de vez en cuando, ni que quede campeón, sino segundo o tercero; que prefiera ganar (cuando no quede más remedio) por un gol o una canasta de ventaja antes que por una manita de goles o por más de veinte puntos. Seguramente, el célebre exdirector del conocido periódico deportivo lo denomine madridista sensato o moderado; yo omitiré cómo lo llamo para mantener este texto dentro de los márgenes de la buena educación.

En segundo lugar, pienso en cómo les queda el traje a otros modelos, quiero decir, qué matices añade la palabra ‘excesivo’ a otros sustantivos y cómo resulta el contraste con las más suaves ‘prudente’ o ‘moderado’. Y así me pregunto si es excesivo el talento de Mozart, el de Miguel Ángel o el de Dalí, si lo son el de Benzema o Luka Doncic, y me respondo que en cuestión de talento la moderación equivale a la negación. También considero si sería excesiva la ambición que llevó a Magallanes y Elcano a cruzar todos los meridianos, cuando podrían haberse conformado prudentemente con circunnavegar el lago de Sanabria, o la que animaba a Cristiano Ronaldo y le condujo a anotar tantos goles para nuestro equipo, pudiendo elegir la humildad de un Iniesta y marcar la décima parte. ¿Es excesivo el misticismo de san Juan de la Cruz? (la federación de asuntos místicos de la época anduvo ahí, ahí), ¿qué sentido tiene un amor materno que no sea excesivo, se imaginan un moderado de madre? ¿Cabe un fervor sensato o un entusiasmo prudente? Queridos lectores, en asuntos graves (y el madridismo lo es), lo razonable es lo inmoderado.

Me pregunto si es excesivo el talento de Mozart, el de Miguel Ángel o el de Dalí, si lo son el de Benzema o Luka Doncic, y me respondo que en cuestión de talento la moderación equivale a la negación

Por último, di en pensar que siendo el señor Relaño una persona muy  competente, que maneja la pluma con destreza y sugiere sin nombrar, seguramente la puntada del madridismo excesivo llevaría más hilo y me malicié que aparte de la casi obvia desacreditación de una porción de la afición madridista por ‘excesiva’ también hay en su texto una defensa de los favores al equipo barcelonista so capa de que acarrean beneficios para todos (ese bien común), aun cuando eso suponga una “ligera” violación de la legalidad y la ecuanimidad. Evita don Alfredo escribirlo con todas las letras, lo que resultaría de una evidencia grosera y podría espantar a algún alma cándida que lea la presa madrileña pensando que es madridista, y bajo la capa de una afición moderada, sensata o ‘no tan excesiva’ lo que pretende deslizar es la anuencia con la arbitrariedad y el sesgo proculé.

Se va logrando la “impunidad de Relaño” a medida que más aficionados al deporte compran la mercancía del interés general en que el Barça sea fuerte y la conveniencia de mirar para otro lado cuando no se le aplique la ley

Así, puntada a puntada, se va tejiendo una sociedad que admite como buenas las decisiones que permitan al club saltarse las normas que hagan falta (pero no todos, sólo el club por antonomasia) sin que se alce una ceja ante tan flagrante ofensa a la justicia. La lluvia constante va calando en buena parte de la masa, que ve las cosas a través de las lentes que le ponen, y así como un grupo puede llegar a alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño” cuando una gran parte de sus miembros están protegidos contra una enfermedad, se va logrando la “impunidad de Relaño” a medida que más aficionados al deporte compran la mercancía del interés general en que el Barça sea fuerte y la conveniencia de mirar para otro lado cuando no se le aplique la ley. Contra esa barbaridad, bienvenido sea el exceso de madridismo.

Baste con lo escrito, que como madridista soy excesivo en todo, también en las palabras, y no quisiera aburrirles. Cuídense, pero no dejen de ser ‘excesivos’.

Fotografías Imago.