Igual hay que recordar

“Igual hay que recordar a la UEFA quién es el Real Madrid”. Florentino Pérez suele dejar, en la mayor parte de sus intervenciones públicas, citas memorables que se incorporan al habla popular no con la cualidad adherente de las de Chiquito de la Calzada, pero casi. La de esta Asamblea ya puede competir por el podio con “Ha nacido para jugar en el Madrid”, “Tranquilo” y algún que otro off the record registrado en el afán de hundirle aunque luego sirviera para, de hecho, incrementar su popularidad.

Igual hay que recordar que Florentino Pérez es un héroe del madridismo, uno de los más importantes, acaso el más importante para algunos. Desde luego, no parece que lo tuvieran en cuenta quienes divulgaron groseramente esas conversaciones privadas; tampoco los que -rabiosos ante el fracaso del objetivo- salieron después con delirantes teorías de bots, fascistas y bots fascistas; ni siquiera los que, más frustrados e histéricos todavía, han puesto en juego demagogias risibles de cestas de Navidad en contra del club que mayor implicación ha tenido en la lucha contra el Covid, absteniéndose a diferencia de otros de aplicar ERTEs en sus plantillas y poniendo su estadio a disposición de las autoridades para el almacenamiento de todo lo necesario en los días más negros de la pandemia. Me parto, Enriquito.

Igual hay que recordar a los enemigos de Florentino, a quienes quieren desacreditarlo ante el madridismo, que el madridismo lo adora, pura y simplemente. “Vamos a sacar unos audios de conversaciones privadas en los que Florentino raja de los mitos del Madrid”. ¿Qué podía salir mal? Pues lo que salió mal es precisamente que no hay mayor mito para la parroquia blanca que el propio Florentino, con lo cual todo podía salir mal, todo estaba destinado a salir mal. Y salió mal. Y no lo soportan.

Igual hay que recordar los brutales resultados de las votaciones de la Asamblea. Quienes estuvimos allí aún estamos mareados de navegar en un mar de papeletas blancas, las del sí. Sí a todo, pero sí a lo bestia. Sí a las cuentas, sí a los presupuestos, sí a la ampliación de la deuda para incorporar a la obra inicial la ambiciosa tecnología de cuidado del césped diseñada para ampliar el número de potenciales eventos extrafutbolísticos en el nuevo templo, y con él los potenciales ingresos. A favor 1.562, en contra 16, abstenciones 37. Este es el resultado de la MENOS favorable de las votaciones. Es muy posible que la tasa de popularidad florentinesca descienda si de los socios compromisarios pasamos a los socios en general, y algo más si de los socios pasamos a los simples simpatizantes. Es muy posible que desciendan, básicamente, porque ya no pueden aumentar más.

Igual hay que recordar que la confianza que tiene la generalidad del madridismo en Florentino (en particular en lo financiero/institucional, quizá algo menos en lo deportivo) se aproxima a infinito. Explicó que el incremento de la deuda para el nuevo estadio no es un sobrecoste, no es que la obra se haya ido de presupuesto, sino que se pretende abordar una nueva obra dentro de la obra, que es la del perfeccionamiento del cuidado del césped “abajo” para que “arriba” puedan celebrarse todavía más eventos en beneficio de las arcas del club. Lo explicó claramente y sonó plausible, pero podía haber pedido a su auditorio ayuda para la desalinización del Mar Muerto, y le habrían apoyado igual. “Vamos a poner peluquerías para perros en Marte. Es fundamental para el club. Yo sé cómo hacerlo y por qué. Creedme”. Marea de SÍES. Y eso, esa marea de fe ciega, es lo que mantiene a sus odiadores en un perpetuo retortijón de incredulidad. Afróntenlo, les será más fácil.

Igual hay que recordar que, además del éxito en la aprobación de todo lo deseado, la Asamblea ha sido también modélica en lo que el casticismo in and out suele llamar señorío. Ejemplares referencias, tanto audiovisuales como de boca del propio mandatario, a Zidane, Ramos y Varane asentaron el clima de honorabilidad, y el minuto de silencio en tributo a los madridistas caídos por el Covid resultó escalofriante. Iba por usted, D. Lorenzo. Iba por muchos más. Iba por ti, Rubio. Y, ya que estamos en una onda más personal, finalizo esta somera crónica confirmando lo que tal vez ya se maliciaba el lector más avisado: no fui el que votó que no.

Fotografías: Imago