Ayer vi Borg/McEnroe. La película, encantado desde el primer minuto. Luego pensé en cómo sería una película de fútbol con esa atmósfera tan estupenda y con la misma idea: el enfrentamiento mágico desde todos los puntos de vista, sobre todo desde la idiosincrasia y el carácter personal de los contendientes. Llegué a la conclusión muy rápido de que no podría darse un resultado tan sencillo y encantador como el del filme de Janus Metz Pedersen, donde uno de ellos, McEnroe, es el villano que al final se convierte también en héroe. Y de qué forma.
No voy a tratar de establecer paralelismos absurdos entre los dos tenistas y el Real Madrid y el Barcelona, por ejemplo. El Barcelona jamás podría ser héroe al final porque lo sería de manera forzada durante todo el metraje: lo impondrían por contrato, igual que en la realidad; pero más allá de ver a unos jugadores concentrados o ensimismados como el gran Björn (imagino a Jordi Alba tratando de contener sus demonios y, en lugar de contemplando la muerte de cerca desde un balcón monegasco, con el Mediterráneo de frente, lo veo diciendo ¡quita, hombre! y dando manotazos a unos niños admiradores mientras pide en el ultramarinos del barrio una bolsa de Risketos), también se necesitaría esa atmósfera envolvente de la que hablaba al principio: el público que llena el relato.
El público futbolero podría llenar más bien una película de Manolito Gafotas, en contraste con el público tenístico, que bien valdría (cada vez menos) como atrezo de los cuentos galantes de Maupassant. En el Real Madrid es especialmente sintomática esta característica. Hay madridistas que no podrían salir más que en Torrente, o como mucho en alguna de destape de los setenta, y que sin embargo se creen que vienen del salón de Madame Verdurin. Gente con muy mala leche, gente sin compasión, además, que no para de criticar a su equipo y se cree parte fundamental en sus victorias, del mismo modo que no se considera parte en absoluto de las derrotas.
Es el aficionado win-win, que está por encima del Real Madrid siempre, o lo que es lo mismo: a su vera en la bonanza y a distancia en las vacas flacas. Pensando en esto y en el tenis se me apareció Rafael Nadal. Nadal acaba de perder en Australia su cuarta final ante su némesis, Djokovic, y no hay ningún aficionado que lo silbe o lo critique con esa saña típica madridista en sus distintas variantes de salón (el indignado, el irónico, el vidente, el sabio...). Al mismo público que aborrece sistemáticamente a Lucas Quinto no se le ocurriría aborrecer sistemáticamente a Rafael Nadal y, aparte de las diferencias que existen, no encuentro la razón por la que a uno sí y a otro no.
Nadal acaba de perder en Australia su cuarta final ante su némesis, Djokovic, y no hay ningún aficionado que lo silbe o lo critique con esa saña típica madridista
Miento, sí la encuentro, pero en nada más que en una pose. En un mohín pueril. Una rebeldía madura, o sea, una actitud histriónica que intenta justificar una supuesta posición preponderante del aficionado. Madre mía, el aficionado. ¿Cuándo el aficionado se vio con la oportunidad de sobresalir en esta historia exclusiva de peloteros, de elegidos para la gloria? Yo veo a esos silbadores, a esos Sénecas de la pipa, a esos tribunos del Tuiter hacer la goma con el Madrid y dan ganas de sacarlos de este asunto de la solapa y cerrarles la puerta en las narices. ¿No les gusta el Madrid como Nadal? Pues hala, a gritar y a criticar a casa.
Yo podría asegurar que a los culés les gusta su Farsa igual que Nadal, y al valencianista y al sevillista. Con su equipo son aficionados tenísticos y no futboleros. Con su equipo son esas adolescentes que llenaban las gradas de Wimbledon chillando histéricas con sus camisetas pintadas a mano en las que escribían en el pecho: I Love You, Björn, y no esa otra gente que abucheaba a McEnroe. Cuando las cosas vienen mal dadas, ese espectador madridista es un crítico de McEnroe, como si McEnroe fuese McEnroe, como si McEnroe fuese el Real Madrid, y no hubiese posibilidad alguna de que ese público lo aplaudiese en la gran derrota londinense de 1980, como si no hubiera sido capaz de ver todo lo que era, ni de intuir todo lo que vendría después.
Brillante como siempre Madrid.
WE love you, Real Madrid!
Brillante como siempre "Mario" (perdona, el subsconciente... 😉 )
No sólo brillante, exquisito, magnífico. I LOVE YOU REAL MADRID, I love you La Galerna madridismo puro!!!
CHAPEAU D. MARIO!!!
Magnífica comparación, me ha encantado. Y la del pipero que no es capaz de intuir lo que vendrá después, genial.
Cierto que hay aficionados que se sienten insatisfechos hasta en la victoria. Los que matan a Solari, a Florentino, a los nuevos, a los eternos... Para ellos entiendo que va esta columna.
Pero en general, el madridismo trata al Madrid justamente. He visto al equipo salir del césped ovacionado tras caer en Champions con el Dortmund. Murieron dándolo todo, en el área rival, el balón no quiso entrar. También le ovacionaron con lágrimas al perder en la tanda de penaltis con el Bayern.
Lo que el Madrid no perdona es la desidia. El deambular por el campo mirando a los rivales superarte sin tener ni intención de hacer falta. O ver cómo un delantero rival se adentra al área y va a recibir un pase que va a empujar a gol, mientras su lateral izquierdo (leyenda) con sobrepeso actualmente ni puede sprintar para intentar evitarlo. Entonces pitan y hacen bien. Recordadme cuándo se ha podido achacar a Nadal falta de actitud o exceso de peso.
El relato está muy bien pero y la legendaria exigencia del Madrid dónde queda?
Se agradece la calidad literaria en forma y fondo. Espero que los halagos le motiven y no le instalen en la confortabilidad de la mediocridad.