Horteras

Para un madridista no es un gozo el pasear por las páginas de la prensa deportiva en días como los que vivimos. Pero alguien tiene que hacerlo. Y esperamos que algún día sabréis recompensarnos, porque de verdad que de verdad.

El primer golpe de vista sobre la portada de Mundo Deportivo nos conduce a la impresión de un error, o a la aparente constatación de que no conocemos al rival como deberíamos si queremos volver a batirle. Estos no son nuestros Alves, Albi Busi y Ney. Estos no son, que nos los han cambiado. Los han sustituido por un grupo de bestias pardas que nada tienen que ver con nuestros delicados héroes, adquiriendo de pronto un apunte de fiereza, un sesgo de virilidad montaraz que no nos suena nada. También nos parece como si de pronto todos los jugadores del Barça fueran Song, lo cual sería desconcertante: una cosa es celebrar el éxito de un fichaje rutilante, y otra trocar a todos sus compañeros en réplicas del camerunés.

Pero no. Luego comprendemos que Mundo Deportivo trae a su portada a los protagonistas de la sección de balonmano del Barça, quienes han traído para casa "la Novena", o así llaman a lo que parecen haber ganado. A veces se nos olvida que en el pequeño país de la esquina presumen mucho de su balonmano, de su hockey y de todas las disciplinas que sirvan para engrosar el recuento cuantitativo de glorias que además (ya vemos) enumeran con ordinales al más puro estilo madridista. Nos parece muy bien, y mejor todavía si el deporte que sale a colación en este caso es el que ha producido para el emblemático club catalán la figura imponente, histórica, del mítico Iñaki Undargarin. Que sepamos, se trata de una figura que sigue contando con todo el reconocimiento y las distinciones del club,  en ejercicio de muy loable coherencia: si el Barça tuviese que recular en su consideración a distintos personajes vinculados a la institución por un quítame allá esas imputaciones, no daría abasto. Y lo que es más incómodo: quien decretara ese recular tendría que empezar por aplicarse el cuento.

En destacado superior, Mundo Deportivo se detiene en los fichajes del Atlético de Madrid. ¿Ha fichado el Atleti a una estrella de talla mundial que justifique el que un diario deportivo catalán, de confesado barcelonismo y que prácticamente solo habla en culé, le dedique parte de su portada? ¿Ha fichado el Atleti a Messi (que por cierto sale en la mitad inferior de la portada luciendo un tatuaje de estibador que no le pega ni con cola) o a Cristiano Ronaldo? No. El Atleti tiene como objetivo a Jonathas e Icardi, pero en aras de ese ecumenismo antimadridista que es una de las fuerzas motrices del lado oscuro -por encima incluso del dinero y el sexo-, informa de los pormenores de la capital a la altura del río. Que se produzca ya la tan deseada fusión, y que podamos hablar pronto del Barçatleti como una realidad refrendada por el registro.

Sigue en Sport el júbilo más desenfrenado por la conquista por parte del Barça del título que llamaremos "chupito" si lo gana el Madrid, pero que ahora hace que el mundo se "rinda" a Messi, como si Messi acabase de ganar un título que importara. Y posan los chicos del tridente con la Copa que representa a la institución y al país que gran parte (¿la mayoría?) de la afición culé se permite despreciar cuando suena su himno. Una de las preguntas pertinentes cada vez que el Barça gana la Copa del Rey (y Juanma Rodríguez escribe hoy sobre ello en su columna de los lunes en La Galerna) es hasta dónde se extiende en sus filas la sensación de ensañamiento,el regocijo zafio de quien se tiene por Caballo de Troya venciendo en el propio seno de un estado enemigo. "Y ahora os vamos a ganar la Copa de vuestro Rey", dicen que espetó una vez alguien que por supuesto nunca dijo lo que dicen que dijo.

Marca felicita a Contador por su Giro y le dedica con toda justicia su portada, en la que hace hueco para el presunto deseo de Diego Costa de volver al Atlético de Madrid. No sabemos si quienes han redactado la noticia encuentran más placer en la idea de que el Atlético de Madrid pueda birlarle un jugador a Mou (mucho deben cambiar las cosas, nos parece, para que el club colchonero pueda siquiera soñar con mojar su trozo de pan en la yema del huevo frito de papá), en la idea de que el Atleti -club de los desvelos del grueso de dichos redactores- pueda recuperar un buen jugador, o en la Copa del Rey ganada por el Barça que, por efecto del ecumenismo antimadridista antes comentado, tan magníficamente ha debido de caer en dicha redacción.

Más (y merecidísimas) loas a Contador por parte de As, diario que también trae a su portada unas declaraciones de Cardenal sobre el abucheo al himno nacional durante la Final de Copa. "Una reivindicación es lícita, pero no el insulto". Si bien insistimos en que dentro de un rato se viene Juanma Rodríguez a poner orden en todo esto, no podemos dejar de señalar que la frontera entre la reivindicación y el insulto, aun siendo clara, no lo es tanto como la que delimita el buen y el mal gusto, el decoro y la ordinariez. Porque los pitos al himno trascienden el ya de por sí importante ámbito del respeto, entrando de lleno en el de la estética. Abuchear un himno es un insulto, sí, pero es por encima de todo una agresión salvaje al más elemental concepto de buen gusto. Es una grosería supina, una horterada incalificable. "Hijo mío, ser del Barça es una horterada", dijo o escribió célebremente Jabois, y los hechos parecen darle la razón cada vez más. El lado positivo de esta ceremonia mostrenca viene de la idea al abrigo de la cual encontramos lícito hallar algún consuelo: hubo quienes pitaron el himno y perdieron.

"Que se jodan" puede ser en cambio, en según qué circunstancias, corolario pleno de clase y distinción para un artículo como este.