La gente tiende a pensar que los curas no vamos mucho más allá del Padrenuestro con la música de Paul Simon o el (por lo demás) conmovedor "Tú has venido a la orilla", pero no soy el único sacerdote con tendencias melómanas más sofisticadas: me gustan desde Chopin a Bustamante pasando por los Red Hot Chilli Peppers, aunque estos últimos siempre me resultaron un poquito descarados. Musicalmente, como imaginaréis quienes me seguís en esta columna dominical de madridismo teológico, siempre me ha apasionado el tema de los tres himnos del Madrid.
Admitámoslo. Cuando nos enteramos de que el productor de Lady GaGa estaba trabajando en un nuevo himno para el Real Madrid, el pánico se adueñó de nosotros. Un nuevo himno para el mejor club del siglo XX compuesto por un tipo que se hace llamar Red One. ¿Y por qué no un remake de Casablanca con Justin Timberlake en el papel de Rick? ¿Por qué no dejar en manos del guionista de show girls la adaptación al cine del Kempis?
Y, sin embargo, cuando en la celebración de la Décima escuchamos aquella nueva canción, un rayo blanco iluminó nuestra mirada.
Si bien como expongo escucho un poco de todo, contadas obras me parecen inspiradoras de los más grandes sentimientos humanos o divinos. Las señoras del coro de misa de una (dirigidas por don Antonio, un hombre más flanderista que el mismísimo Flanders) se esfuerzan como Raúl o Cristiano, pero entonan (o desentonan) como Gravesen, Secretario o Claudemir Vitor. “No hay duda de que la fe verdadera es la católica; visto como cantan algunos coros es un milagro que haya gente en las iglesias”, dijo aquel. Lo mismo podría aplicarse al madridismo: “Deben ser el mejor club del siglo XX...con esos himnos tan despojados de toda épica”.
Y es que el himno de las mocitas es como el “Alabaré, alabaré”. Lo hemos oído tantas veces que apenas reparamos en su lirismo. Sí, nos divierte, nos recuerda un pasado glorioso...pero no nos ayuda a meter el primer gol. No es una marsellesesa que asuste al rival. Nuestros enemigos casi sonríen pensando en mocitas madrileñas, alegres y risueñas, como si fueran Cassano, tan estupendamente glosado hace pocos días por Fantantonio en esta publicación. Que nadie se equivoque. Soy el primero en entonar el “noble y bélico adalid” a las primeras de cambio. Me siento orgulloso de un tema castizo y auténtico. Me lleva a la esencia del madridismo, como si del pange lingua se tratara. Solo digo que nos hace falta algo más.
Y en esas llegó el Centenario. Y en esas llegó Plácido. Tengo el gusto de conocer a Plácido Domingo desde hace años. Le he escuchado cantar, en distintos actos benéficos, varias veces. Uno tiene la sensación de que, con su voz, invita al Señor a posarse en cada nota y en cada palabra. Su versión del himno madridista es, en mi humilde opinión, demasiado operística. Le falta ruido y fervor. Pedirle a José María Cano que escriba una canción para un equipo de fútbol es tanto como que Cañita Brava se marque una buena zarzuela; un pequeño sinsentido, pese al innegable talento de ambos.
No me agrada, lo confieso, el Madrid excesivamente lírico. Creo que poniendo el nessun dorma antes de los partidos invitamos a cualquier Munitis o Kameni rival a que robe el show a los James, Cristiano y Modric, todos ellos tenores principales. Lo que suene antes de la salida al campo debe darnos el primer impulso, la primera zambullida del verano en la piscina.
Valga como ejemplo el baloncesto. Siempre envidié que el himno oficioso de la sección de basket fuera el Eye of the tiger. Rock and roll y acción para los nuestros en los primeros compases del partido. Ojo avizor y oído a escuchor, como decía el chiste. Somos el Real Madrid y nosotros no cambiamos nuestra pasión por gloria.
Y en estas llegaron Red One, Jabois y una plantilla cantarina. Cómo será de buena la canción para que hasta Illarra se arrancara, con ese jerseycito gris que uno tiene la sensación que llevaba puesto debajo de la camiseta cada vez que saltaba al campo. “Historia que tú hiciste, historia por hacer”. “Ya salen las estrellas, mi viejo Chamartín”. Y por encima de todo ese “hala Madrid...y nada mas”, que ya forma parte de la poesía callejera madridista. Un cántico para la batalla. Una letra y una música con la que nos hierve la sangre. Una sorpresa con la que ninguno contábamos. “Si CR7 y Ramos están detrás debe de ser algo dantesco, se decía”. Nunca prejuzguéis, hermanos, tampoco en esto.
Citando al amigo Gistau, solo hay una pequeña corrección que me permitiría añadir a nuestro nuevo himno. Una ligera modificación que os animo a aplicar (como los niños gamberros hacen en misa conquistando el corazón jovial del Altísimo: sobre la marcha) cada vez que lo entonemos antes de cada partido. Digamos, en lugar de “soy lucha, soy belleza”, “soy lucha, soy galerna”. Recordaremos, de esa manera, al segundo mejor jugador de la historia del Real Madrid, tras don Alfredo: Paco Gento, ganador de seis Copas de Europa. Al mismo tiempo, servirá de homenaje a las personas que, día a día, hacen posible esta pequeña joya que es La Galerna, y a quienes tenemos tanto que agradecer.
Buen domingo a todos. Y ánimo con el parón de selecciones. El Señor premia a los que son fieles, hasta en medio de un España – Luxemburgo.
Buena semana.
Cierto, padre. Entonando los sones del himno de la décima, uno se atrevería a atacar Constantinopla, para arrebatársela al turco y que Vd cantara misa de nuevo en Santa Sofia. Los otros dos están bien para amenizar la espera antes del partido.
Es paradójico que un club que en su himno reconoce a sus aficionadas femeninas en los años 50 tenga cerrado el club a las deportistas. Algún día alguien me explicará el motivo.
El himno del centenario es un churro pretencioso y sin alma, buen reflejo de lo que fue el Madrid de los galácticos.
El himno de la décima es todo un acierto, Red One no es tonto y sabe crear éxitos masivos y el que Jabois incluyera a don Alfredo en la letra es, como mantener el "don" delante del nombre de La Saeta, una muestra del respeto por los ancestros.