Vinícius José Paixão de Oliveira Júnior no es simplemente uno de los héroes de la decimoquinta Copa de Europa. Es el héroe indiscutible, con mayúsculas, negrita, neones y todos los focos destacando su nombre. Es obvio que en fútbol el mérito es colectivo, una lección que conoce y ha repasado con frecuencia el Real Madrid a lo largo de su historia, imponiendo bloques a individualidades. El éxito se acerca con una estructura deportiva y directiva sólida, aunque siempre haya personas concretas cuya contribución se advierte esencial. Florentino, Carlo y Vini (no necesariamente en ese orden) son para mí los nombres propios de la conquista de la 15ª, pero deseo destacar la figura del brasileño porque ha sido él quien, una vez más, ha mostrado su capacidad de liderazgo y desequilibrio para asir el bastón de mando en los momentos complicados (y hubo unos cuantos) hasta la orgásmica conclusión de Wembley.
En un fútbol cada vez más plano y uniforme, dominado por el discurso de los bloques altos, los pases de seguridad infinitos y el control absoluto de todo lo que ocurre en el terreno de juego, Vini es uno de los últimos resquicios del fantasista, del jugador imprevisible que decanta una balanza estática hasta el aburrimiento. Si Toni Kroos juega a ritmo de vals, con delicadeza, compás constante y elegancia, el 7 es una sesión de techno de madrugada, envuelta en sudor, con graves altísimos y provocando euforia colectiva.
Si Toni Kroos juega a ritmo de vals, con delicadeza, compás constante y elegancia, el 7 es una sesión de techno de madrugada, envuelta en sudor, con graves altísimos y provocando euforia colectiva
Vinícius se exhibe siempre con el acelerador pisado al máximo, deslizándose por el desfiladero de la línea de fondo y llevando el traje de amenaza constante con absoluta naturalidad. Él es la pieza que vertebra el ataque del mejor equipo de Europa, el que recibe y es capaz de desdibujar hasta el mejor sistema defensivo con un ramalazo de pura genialidad. Su insistencia es, además, desesperante para el rival. El 7 lo intenta una y otra vez, sometiendo a una larga y agónica tortura a sus marcadores, que incluso con ayudas no son capaces de apagar a este volcán en permanente erupción durante los noventa minutos.
No recuerdo a un jugador con su fortaleza mental y esa capacidad de mejora continua. El niño al que el Madrid firmó un contrato profesional solo 10 días después de debutar en la primera brasileña tenía un potencial increíble, pero no es sencillo desarrollarlo tanto y tan rápido. Aunque lo mejor con él es que da la sensación de que no ha tocado techo todavía y que veremos a un Vini aún más determinante con el transcurso del tiempo. Este año, por ejemplo, ha abandonado por momentos la posición de extremo izquierda para convertirse en un punta veloz, móvil y con precisión quirúrgica en la definición, esa que los expertos le negaban por no traerla de serie, como si todos los grandes goleadores hubieran firmado números excelsos desde sus primeros pasos.
Vinícius crece y crece, y la competencia le hace mejor aún, como ha quedado demostrado con su asociación con Jude Bellingham. Al contrario de lo que predican los peores augurios, la llegada de Mbappé probablemente le acabe beneficiando también, porque estamos ante el alumno más avezado, capaz de aprender de los mejores y pulir su fútbol de forma exponencial. Antes de irse, los jerarcas le han señalado a él y a otros como Valverde o Militao para seguir sus pasos y agrandar la leyenda blanca.
La temporada no ha sido sencilla para la indiscutible estrella del Real Madrid. Para empezar, sufrió una rotura del bíceps femoral a mediados de noviembre que le mantuvo dos meses alejado del césped. Ese tipo de dolencias musculares suelen ser complejas para futbolistas que realizan esfuerzos constantes y de máxima intensidad, como el caso del carioca, pero para él supuso un simple paréntesis. Regresó en enero como si nada hubiese ocurrido, desempeñándose con su vértigo habitual.
A sus 23 años, lleva 11 dianas en las fases eliminatorias de la Champions, más que Luis Suárez o Ronaldo Nazario, y un total de 23 acciones determinantes (gol o asistencia) cuando llegan los cruces y solo los mejores aparecen
Además, Vini tuvo que lidiar con una exagerada presión mediática, institucional y atmosférica jugando de visitante que habría afectado el rendimiento de la inmensa mayoría de los futbolistas, pero que incluso acabaron elevando el suyo. Con las aficiones rivales dedicándole una catarata de insultos (todos repugnantes, pero especialmente los racistas), la maquinaria del fango de la prensa deportiva cebándose con él y llegando a manipular en varias ocasiones imágenes y audios para centrarle más en la diana, y el arbitraje permitiendo que se le masacre en cada partido, el rendimiento del brasileño ha sido excelso en el día a día, pero especialmente en los momentos más determinantes, cuando la pelota quema y solo los valientes levantan la mano para pedirla.
En las eliminatorias, Vini tiró del resto, ejerciendo un liderazgo nato. Marcó en la vuelta ante el Leipzig, dio dos asistencias ante el City, sumó dos tantos en Munich, fue el autor del tiro que no pudo atajar Neuer y que acabó con el primer remate a la red de Joselu en la vuelta de semifinales, provocó el córner que propició la jugada que derivó en el saque de esquina del gol de Carvajal en la final y resolvió con frialdad para hacer el segundo. Está a tres pases de gol de superar a Cristiano Ronaldo como máximo asistente histórico en eliminatorias de la copa de Europa y solo ha disputado un cruce continental en el que no haya marcado o asistido (Chelsea, 2021). Ahí se incluyen también las dos finales que ha protagonizado con sendos tantos. A sus 23 años, lleva 11 dianas en las fases eliminatorias de la Champions, más que Luis Suárez o Ronaldo Nazario, y un total de 23 acciones determinantes (gol o asistencia) cuando llegan los cruces y solo los mejores aparecen.
Nuestro Vini, el motivo de mofa de los antis hace un lustro, aquel que elegían para dispararle en un pelotón de fusilamiento, pasó de ser objeto de burla a causante de miedo. Ante la imposibilidad de reconocer su error de cálculo y admitir ahora la grandeza del brasileño, ese temor se ha transformado en un odio irracional y desmedido hacia uno de los pocos futbolistas del mundo que justifica el pago de una entrada o suscripción televisiva para ver un partido. Mientras no se demuestre lo contrario, nuestro número 7 es el jugador más determinante que existe hoy en el planeta, una leyenda del mejor equipo de todos los tiempos con mucho más de la mitad de su carrera por delante y un ejemplo de lo que debe ser el Real Madrid, es decir, una lucha constante para mejorar cada segundo de cada día, hasta que llegue el último de ellos. A Vinícius hay que decirle que cuanto más le odien ellos, más le vamos a querer los madridistas.
Getty Images.
Entregas de la serie:
Envíelo, señor gorila. Yo tengo un amigo argentino, catedrático del fútbol, que sentenció hace años que Vinicius no valía para jugar al fútbol, ni, por tanto, para el Madrid. Hace unos meses tuvo la elegancia de reconocer que estaba equivocado. Les da mucho, muchísimo miedo a los antis. Por mi parte, siempre "flipé" con ese jovenzuelo tan inexperto como descarado que portaba la camiseta del Madrid con un desparpajo absolutamente epatante, que no se arrugaba por sus muchos errores, y que percutía, y repercutía, y tripercutía. Preparémonos para cuando Vinicius y Mbappé generen automatismos tejidos como verdes arabescos sobre el césped. Preparémonos...