Haaland y la anchura del río

Tras concluir su último partido con el Dortmund, Erling Haaland se quedó un rato en el campo, aplaudiendo a la grada en lo que parecía una despedida. Si lo era o no vendrá marcado por la frecuencia del gesto, pensé, y pregunté por ahí. No, no lo hace habitualmente, me dicen. No se queda a aplaudir al final, y mucho menos se acerca al público con gesto cariacontecido. Entonces se está despidiendo de la gente del Dortmund, concluyo. Eso parece, apostillan.

¿Será posible que la pieza más codiciada del mercado futbolístico mundial (junto a Mbappé) cambie de equipo en un mercado tan a priori de urgencia como el de invierno? Y la segunda pregunta es inmediata: ¿será posible que haga esa mudanza invernal para recalar en Valdebebas?

No es fácil ser viejo y no ser escéptico, como no es fácil ser escéptico y creer que es fácil que Haaland venga al Madrid. Sí soy lo suficientemente joven de espíritu como para creer con cierta probabilidad (no certeza absoluta) que Mbappé puede llegar en junio a Chamartín, y este hito ya me parecería en sí mismo motivo de infinita dicha. Pero creer lo de Haaland me cuesta más -en junio, en enero o en la ventana de la cuarta dimensión- por un doble motivo: primero, porque la codicia tiene ya acreditada su condición de motor del mundo; segundo, porque, aun no teniendo a Haaland por un chico codicioso, no estoy convencido de que estos muchachomegaempresas sean de facto dueños de sus destinos.

Supongamos, lo que es mucho suponer, que el noruego lo es del suyo. En ese caso, la codicia puede pasar a ser un factor relativo. Haaland puede fichar por el Madrid ahora, con un contrato relativamente corto y unos emolumentos también (muy) relativamente pequeños, para después volar al PSG o al City, que siempre le estarán esperando, a forrarse a base de bien. Al fin y al cabo, si hay algo que ha demostrado Florentino Pérez es que no pone trabas para marcharse a quien llegado el momento decide buscar nuevos aires. Es joven, tiene tiempo para todo y no es descartable que sea muy consciente. Primero el prestigio, después el petrodólar.

Como hoja de ruta, suena bien. La carrera de un actor no es tan corta como la de un futbolista, pero hay paralelismos que a mi juicio se sostienen si uno hace abstracción de ese factor. En los ochenta y noventa, todos los actores y actrices querían rodar con Woody Allen a pesar de que lo que pagaban por aparecer en sus películas era muy poco en relación a las grandes superproducciones, y aun así se desvivían por trabajar con el neoyorquino. El Real Madrid es ahora el Woody Allen del cine, y el nuevo Bernabéu son las “sombras y niebla”donde mueren por aparecer, aunque sea unos minutos, John Malkovich, Madonna, Kathy Bates, John Cusack y hasta el mismísimo Fred Gwynne, monstruos (unos más que otros) de la pantalla que aparcaron sus ansias pecuniarias en aras de la gloria. Y luego ya sí. Luego al blockbuster.

El club ha filtrado que no piensa entrar en una puja irracional por el delantero, y me parece adecuado, pero eso no significa no hacer lo imposible por hacer valer las cartas con las que cuenta en la partida, que no son pocas como indicamos. Me gustaría pensar que si Haaland no viene es porque ha sido imposible y no porque no lo hayamos intentado. No podemos combatir contra los hidrocarburos, pero sí capitalizar lo que representamos porque es único, nadie lo tiene ni se aproxima, y hablamos de una inversión de las que el club sabe perfectamente distinguir como estratégicas. Puede que haya razones que la hagan a su vez incompatible con otra inversión estratégica como la de Mbappé. Si las hay, se me escapan. Mbappé es el puñetazo en la mesa, deportivo e institucional, que el Madrid pega en las narices del jequerío, en su propio nombre y en el de todos los clubes de fútbol que ganan su dinero a través del fútbol, esa vía anticuada. Haaland sería el golpe deportivo definitivo, viajar al pasado en el Delorean y enrolar a los Cristiano y Messi del futuro en la misma singladura. Solo el Madrid puede soñar con eso. Soñemos, y para soñar bien a veces hay que echarle urgencia.

Ya lo sé. Sé que privar en enero al Dortmund de su gran estrella va a costar una cantidad casi injuntable de dinero. No obstante, nada hace pensar que en junio la cosa tenga visos de abaratarse, más bien todo lo contrario. Phil Collins tiene fama de baladista edulcorado, pero atesora canciones memorables. “Más arriba el río el río se hace demasiado ancho”, canta en una. “Así que debemos construir ese puente aquí mismo, ahora mismo / porque si esperamos nunca llegaremos al otro lado”.

El Madrid debería intentar contratar a Haaland en enero por la misma razón por la que intentó  traer a Mbappé en verano de 2021 pudiendo venir libre en 2022: porque, cuando hablamos de hiperestrellas de este calibre, el paso del tiempo solo hace que se ensanche el río.