Cuenta la leyenda que, en cierta ocasión, un profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela propuso una única pregunta en el examen final de la asignatura. La pregunta no podía ser más simple, pero tampoco más puñetera: "¿Por qué?". Así, sin más. Al parecer, todo el mundo suspendió el examen, salvo un alumno que obtuvo matrícula de honor y que, en lugar de ensayar una larga y erudita disquisición sobre los fundamentos últimos del derecho y, con él, de la existencia humana, se limitó a consignar una respuesta casi tan breve, pero aún más desafiante e incontestable que la pregunta: "¿y por qué no?".
Viene esto a cuento porque le sospecho a usted, escéptico lector, haciéndose la misma pregunta: "¿Incluir a Diego López entre los porteros históricos del Real Madrid? ¿Por qué?" Pues bien, como a estas alturas ya habrá usted adivinado, mi respuesta es simple: ¿y por qué no?
Ciertamente, podría dar por concluido el artículo en este punto, toda vez que nada de lo que pueda añadir a partir de aquí va a mejorar la argumentación. Sin embargo, habida cuenta de que ya estoy algo mayor para una matrícula de honor en Filosofía del Derecho y que ni Bengoechea ni La Galerna me pagan por escribir artículos de cuatro palabras y nueve letras (bien es verdad que tampoco por lo contrario, sea eso lo que sea), voy a abundar un poco más en las razones de mi elección. Y es que sí, queridos lectores, de entre todos los porteros, guardametas y cancerberos que en el Madrid han sido (lo de guardarredes me suena a utillero), Diego López ocupa lugar de honor en el altarcillo de mi corazón.
Diego López representa el triunfo de la profesionalidad sobre el marketing
Diego López representa, como posiblemente ningún otro jugador hasta entonces y tal vez sólo Keylor Navas después (qué casualidad que ambos tuvieran que ganarse el puesto frente al mismo compañero), el triunfo de la profesionalidad sobre el marketing. Diego López es el rigor frente a la simpatía. El trabajo frente a las camarillas. La disciplina frente a la desidia. La nobleza frente a la deslealtad. El mérito frente al favoritismo. La rectitud frente a la traición. O si lo prefieren, el señorío frente a la fuerzas oscuras. Diego López regresó al Madrid para ser suplente de un portero legendario pero ya irremediablemente endiosado y con indisimulada falta de profesionalidad ("no piso el gimnasio, no lo necesito y no me gusta verme fuerte"). Y con trabajo duro, con esa honradez en la mirada y con su calidad, se hizo con la titularidad del Real Madrid, primero con Mourinho y después con Ancelotti.
Pero no sólo era eso. Lo importante, lo mollar es que Diego López era, además y sobre todo, un excelente portero. Un portero serio, austero, casi herreriano, sólido come scoglio che immoto resta contra i venti e la tempesta, discreto como la elegancia verdadera, fiable como la melancolía en un romántico. Un portero que, no lo olvidemos, fue preferido por dos entrenadores consecutivos, tan competentes y tan diferentes entre sí como Mourinho y Ancelloti, frente al mito hasta entonces intocable. Mourinho, con su transparencia habitual, lo dijo claramente: "me gusta más Diego porque juega bien con los pies, sale, domina el juego aéreo; Iker es un portero fantástico entre palos, pero me gusta más otro tipo de portero". A mí también me gustaba más Diego López, qué le vamos a hacer, y disculpen ustedes que lo suelte así, sin anestesia ni nada.
Diego López fue preferido por dos entrenadores consecutivos, tan competentes y tan diferentes entre sí como Mourinho y Ancelloti
Hace ya unos cuantos años se representaba una ópera en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Cuando el tenor protagonista hubo concluido una de sus arias, su interpretación fue recibida con ese silencio gélido que es tan propio de Madrid en todas las ramas del espectáculo, desde el fútbol a la música pasando por el teatro o los toros. Silencio que fue sólo interrumpido por el aplauso entusiasmado de un único individuo. El omnipresente y siempre vigilante tendido del 7, que no sólo opera en Las Ventas del Espíritu Santo sino también en el Santiago Bernabéu, en el Auditorio Nacional y en los teatros de ópera, mandó callar al disidente con ese siseo tan maleducado como zafio con el que muchos aficionados puristas y acomplejados pretenden dar lustre a su esnobismo estirado, propio de eruditos a la violeta. Lejos de conseguir su objetivo de hacer cesar el aplauso, el siseo fue contestado de esta suerte por una potente voz femenina: "aplaudo porque me ha gustado, porque me da la gana y porque me llamo Teresa Berganza".
Pues bien, este humilde escribidor, que ciertamente no se llama Teresa Berganza, aplaude a Diego López porque le gustaba como portero y porque le da la gana. Porque, si bien puede que haya habido porteros mejores en la larga historia del Real Madrid, a ninguno de ellos sintió tan próximo a su corazoncito madridista. Porque admiraba y seguía admirando esa hombría de bien que irradiaba Diego López en sus acciones, en sus declaraciones y en sus silencios. Porque le emocionaba y le sigue emocionando el ejemplo de su esfuerzo, de su abnegación, de su apretar los dientes frente a las dificultades. Porque le impresionaba y le sigue impresionando esa manera de afrontar la existencia, esa lucha no contra los demás sino contra las dificultades que siempre plantea la vida (empezando por ese nombre de oscuro oficinista), esa forma de conducirse con la lealtad como bandera pero con la voluntad irrenunciable de perseguir los sueños propios. Porque le conmovía y le sigue conmoviendo esa voluntad férrea de conquistar la portería del Real Madrid, y con ella la gloria, contra toda esperanza y sin más armas que su propia determinación y una fe insobornable en sus propias posibilidades. Porque en definitiva, me sobrecogían entonces como me sobrecogen ahora y me sobrecogerán mientras viva —más incluso que los protagonistas de las gestas sobresalientes de nuestra historia—, aquellos jugadores que encarnan los valores más elevados del madridismo, aquellos por los que me siento orgulloso de llamarme madridista. Y porque me resulta difícil pensar en un ejemplo más acabado de madridismo que el que discretamente, rotundamente, nos regaló Diego López.
Así que sí, de entre todos los grandísimos porteros que ha dado nuestra larga y fructífera historia, me quedo con Diego López. ¿Y por qué no?
Fotografías Getty Images.
"Guardarredes ilustres", todos los días en La Galerna.
Índice de "Guardarredes ilustres":
Capítulo 1. Ricardo Zamora
Capítulo 2. Keylor Navas
Capítulo 3. Antonio Betancort
Capítulo 4. Miguel Ángel
Capítulo 5. Juanito Alonso
Capítulo 6. Iker Casillas
Capítulo 7. García Remón
Excelente artículo de elogio hacia Diego López, y de diatriba hacia el "compañero" mitificado.
Comparto ambos.
saludos.
Excelente artículo aunque se engrandezca la figura de uno de los mejores porteros de la historia blanca agravando al ausente.
Y digo eso de ser uno de los mejores porque, para mí, lo fue. Tenía todo lo que tanto se valoraba en un guardameta en las décadas de los años 60 y 70, época en la que lo acontecido fuera del terreno de juego apenas importaba. Diego López nació tarde para dedicarse a ser guardarredes.
Técnicamente, muy completo; por arriba, por abajo, en los cara a cara, en las decisiones a tomar, en el posicionamiento, en los reflejos y me atrevería a decir que hasta en los penaltis. Estéticamente, perfecto; nunca hacía un esfuerzo o movimiento que no fuera necesario. Y hasta ahí llegaría el análisis de su función.
Fue muy bueno, dentro y fuera del césped. Como lo eran Juanito Alonso o Betancort, dos reconocidos por el madridismo (con toda la justicia divina y humana que merecen) y a quien no creo descabellado poder comparar.
Una vez más, enorme articulo
Los gustos de cada uno son más que respetables. Los hechos son los que son. Las declaraciones de Mourinho que cita el articulo, fueron fruto de las circustancias. En otras circunstancias también hizo estas:
https://www.cope.es/programas/deportes-cope/videos/cuando-mourinho-pedia-balon-oro-para-casillas-20130507_256163
Tampoco es cierto que Ancelotti prefirió a Diego frente a Iker, sino que habilmente ante una plantilla dividida, tomo una decisión salomónica para bien del grupo, uno para la liga y otro para la Champions.
"Porque en definitiva, me sobrecogían entonces como me sobrecogen ahora y me sobrecogerán mientras viva —más incluso que los protagonistas de las gestas sobresalientes de nuestra historia—, aquellos jugadores que encarnan los valores más elevados del madridismo, aquellos por los que me siento orgulloso de llamarme madridista."
Amén a esto, que también se puede extrapolar a los entrenadores para hacer entender a más de uno por qué algunos preferíamos a Solari antes que a Zidane.
Tambien el Marques del nabo se la jugo dejandole fuera del mundial de sudafrica por la presión barceloista
Enorme artículo. Completamente de acuerdo en todo. Diego Lopez se merecía un reconocimiento así tras haber soportado el comportamiento vil y barriobajero del "capitán mitificado" y de una gran parte de la prensa.
Una de las páginas más tristes de la infame y cuñada prensa deportiva en connivencia con el yerno/cuñao de España. Diego López, la victima en este caso
Muy de acuerdo en la forma y en el fondo, con el retrato del protagonista y las pinceladas del antagonista y del marco en el que se encuadró todo el dibujo, ese entorno periodístico infame y bilioso.
La prueba del nueve para un madridista: si la prensa alaba a uno de los nuestros, más vale desconfiar.
Perfecto, enhorabuena por el artículo.
Pues yo también aplaudo a Diego López, un buen portero, humilde y trabajador.
Y también le aplaudo por estar solo ante el peligro, sin decir una mala palabra de algunos compañeros, que en muchas ocasiones le dejaba vendido.
Espero que tenga las puertas abiertas por si alguna vez decide volver, porque entrenadores con esos valores es lo que necesita las categorías inferiores.