Granada, 1 - Real Madrid, 4: Va por ti, Escota

Después de tantos días de agónica y eterna espera, el regreso de nuestro Real Madrid a la arena liguera quedaba empañado por la peor noticia. Amanecía el domingo triste y reflexivo con la noticia del fallecimiento de Antonio Escohotado, filósofo, mente preclara, pensador y madridista. Escota era de aquellos galernautas que fijan y dan brillo y esplendor a esta bendita locura que es La Galerna de su buen amigo, Jesús Bengoechea.

Quedaba por tanto en manos de su Real Madrid el rendir un más que merecido tributo procedente de La forja de la gloria, aunque esta tarde jugáramos en horario intempestivo y aún con la gamba en la garganta en la siempre voluptuosa y lisérgica Granada. Salió el Madrid a Los Cármenes buscando su propio sueño de Ibiza, el de Antonio. Su Madrid a escena.

Enfrente, el Granada de Robert Moreno, felón de Lucho en el banquillo de la sacrosanta roja, dispuesto a convertir el sueño ibicenco madridista de Escota en una pesadilla psicodélica. Un mal viaje. Fuera por influjo de Morfeo o por la sombra de la siesta, el encuentro comenzó plomizo, entre bostezos, donde lo más destacable fue comprobar cómo el fornido Mendy y el liviano Vini forman una extraña pareja en la banda izquierda. El toro y la avispa. Extravagante matrimonio de conveniencia.

Todo parecía bajo control, sobre todo para los nazaríes, angustiados en la zona oscura de la tabla liguera. Pero precisamente decía el propio Escohotado que lo controlable nunca es totalmente real, y lo real nunca es totalmente controlable.

Sobre todo si ese real lleva el apellido Madrid.

A los 18 minutos, Vini, hiperactivo como acostumbra, rebañó un balón en la medular en la salida de balón de los locales. El esférico llegó a Kroos, otro señor con las ideas claras, que sirvió un buen pase interior a Asensio, que pudo lucir su elegante zancada para plantarse en el área y cruzar con la derecha ante el arquero Maximiano.

No se había repuesto el Granada del derechazo cuando un crochet inesperado a los 24 minutos le mandó contras las cuerdas. Kroos sacó un córner en corto para Modric, que devolvió para Kroos, que centró para Nacho, que fusiló en el área chica para ejecutar a Maximiano. La pizarra de Carletto, viejo zorro, convirtió un gol a bocajarro en algo bello, preciso, táctico, estratégico, incluso ajedrecístico.

0-2 y parecía el partido resuelto. Máxime si a la media hora de juego, el maño Soro no hubiera sacado sobre una línea un remate fallido, de nuevo de Asensio, que se elevó sobre el arquero del Granada.

Parecía un partido plácido en todo caso y el Madrid pareció así entenderlo. Craso error. El conformismo es la forma moderna del pesimismo, decía Escohotado, y así aconteció a los 34 minutos. Vini, revoltoso, que había recuperado el balón del primer tanto merengue, vio cómo esta vez le quitaban impetuosamente en su campo la pelota (posible falta, veamos qué dice Alberto Cosín). La bola llegó al colombiano Luis Suárez, de infausta combinación nominal para nuestros blancos recuerdos, quien disparó sin pensarlo demasiado desde la frontal. El balón tocó en alguien, despistó a Courtois y metió al Granada en el partido.

1-2 y las espadas en alto para el segundo tiempo en Los Cármenes, a pesar de dos buenas oportunidades: latigazo de Karim que sacó Maximiano y una pifia del otro Suárez al filo del descanso. Preso de sus propios errores, el Madrid regresaba al verde con menos calma de la que hubiera podido merecer de permanecer plenamente concentrado. El destino de Antonio Escohotado fue la lucidez, esperábamos que el de su Madrid no fuera el atolondramiento que mostró en extraños pasajes cuando el primer periodo agonizaba.

Los de Ancelotti aparecieron sin concesiones durante la reanudación. Un equipo inspirado, en el que Vinícius barría rivales, particularmente a Rochina, como quien liquida con una fregona una mancha tomatera de la cocina, mientras Kroos y Karim administraban. Un obús del alemán a un lado de la escuadra y un torpedo de Carvajal al otro pudieron sentenciar el partido antes de los 50 minutos. Pero aunque no sucediera, la inspiración pareció prender entre unos madridistas que se sacudieron con vigor la torrija del final del primer tiempo.

También decía nuestro querido Antonio Escohotado que la inspiración viene trabajando, pero también al amparo de grietas surgidas en la rutina psíquica. Aplicado al balompié, la sentencia de Escota es el tercer gol del Madrid en Granada, una contra precisa, exuberante y letal. Benzema recibió en profundidad desde su defensa, cruzó todo el campo, espero a Lukita, sirvió al mago balcánico, que, en un toque sutil, pareció decir a Vini: "Mételo tú, que a mí me da la risa". Pase de la muerte y gol a puerta vacía de Vinícius Junior.

Octavo gol liguero del brasileiro. Se extinguieron los memes. Y también el partido. Por si quedara alguna duda al respecto, todo quedó sobradamente aclarado antes de los 70 minutos. En una nueva aventura delirante de Vini contra todos, sombreros y cabriolas varias incluidas, un desquiciado Monchu, que ya le había dado su tarjeta de aizkolari un par de jugadas antes, decidió cortar por lo civil o lo criminal. Fue por lo criminal y consecuentemente, roja, por muchos iracundos aspavientos que hiciera Moreno en el banquillo nazarí antes de acompañar a Monchu a la ducha con su correspondiente tarjeta colorada.

Carlo vio el percal y decidió sacar a Vini del campo. Entro en su lugar su amigo Rodrygo.

Un Madrid voraz quería aún más. A los 75, Casemiro vio una incisiva diagonal de Mendy y sirvió para que el francés de ébano solucionara sin contemplaciones el mano a mano con Maximiano. El Granada, completamente grogui.

A la sombra de la Alhambra el Madrid emocionaba.

Isco, Camavinga, Jovic y hasta Vallejo se sumaban a la fiesta blanca.

Y mientras tanto, un filósofo disfrutando como un enano desde el cielo.

Va por ti, Escota.

Fotografías: Imago