Creo fehacientemente que ser de un equipo de fútbol, cuando lo sientes de verdad, es hacer tuyos sus valores. Considero que parte de mi optimismo se lo debo al Real Madrid. El Madrid no se rinde, el Madrid busca la imposible perfección y el Madrid se impone sin necesidad de un envoltorio, consciente de que lo que importa es esforzarse al máximo en la consecución del objetivo. Yo intento ser como el Madrid en mi día a día. Mi visión positivista me empuja a encontrar la parte beneficiosa del escándalo de corrupción que ha favorecido durante décadas (porque esto viene de los años 90, como mínimo) a nuestro gran rival y, por ende, perjudicado al 14 veces campeón de Europa. Ya sé que nos han robado éxitos, sonrisas, abrazos y alegrías a golpe de delito. Pero esa agua ya pasó por debajo de nuestro molino y jamás volverá. Solo esperamos que la justicia acabe actuando y que recibamos una mínima reparación, aunque las afrentas sufridas nunca se podrán deshacer.
En buena medida, el afán por derrocar al Madrid a toda cosa fue uno de los principales causantes de la era dorada que aún estamos viviendo
El mayúsculo escándalo de corrupción que no deja de acumular evidencias (a la espera de lo que queda cuando empiece la instrucción) también ha provocado consecuencias que podemos y debemos valorar. Creo que, en buena medida, el afán por derrocar al Madrid a toda cosa fue uno de los principales causantes de la era dorada que aún estamos viviendo. Desde Barcelona se intentó todo para subyugar a la eterna némesis. Y no se conformaron con reunir una plantilla formidable. Para asegurar el éxito del proyecto se desarrolló y mantuvo un sistema corrupto por el que se controlaba el arbitraje, las instituciones y los medios. Y también se gastaron cantidades de dinero que han puesto en peligro la pervivencia misma del club. Todo ello logró lo que parecía imposible; poner en duda la hegemonía histórica del gigante blanco. Quizás no esperaban la formidable reacción madridista, confeccionando un equipo absolutamente histórico para arrasar en Europa, mientras los éxitos nacionales llegaban con menos frecuencia. Una anomalía a la que los analistas ni daban, ni buscaban explicaciones racionales.
Además, hay que agradecerle al enemigo lo fácil y cómoda que nos ha hecho la vida en la trinchera contraria. Siempre hemos creído que estábamos en el lado bueno de la historia; ahora ya lo sabemos. Tras una fina capa de superioridad moral lo que hemos visto es que, a la postre, nunca importó el cómo y siempre fue cosa del qué. Han sido décadas sembrando la duda sobre el favor de las instituciones al Madrid sin una sola evidencia medianamente seria, pero ahora los adalides del juego limpio y preciosista se ofenden muchísimo porque estemos aireando su montaña de trapos sucios. Desde arriba se les jalea además para que señalen a todo aquel que aluda a su corrupción y poder denunciarnos ante la justicia. Denuncias que se filtran, pero que nunca llegan y que no son más que otra cortina de humo para entretener a una masa acrítica y desviar la atención de lo que ocurrió con Negreira. Lo curioso es que este hecho en sí, los pagos continuados por nada en concreto a un vicepresidente del CTA, aún no ha sido explicado más allá de como una especie de conspiración mundial que recuerda mucho al pobre argumentario ondeado por los partidos políticos cuando son cazados en un caso de corrupción.
Siempre hemos creído que estábamos en el lado bueno de la historia; ahora ya lo sabemos
El relato, en el que tanto tiempo y tanto dinero se ha invertido, también ha visto cómo sus hasta ahora aparentemente impolutas páginas quedaban manchadas para siempre. Para comprobarlo solo hay que salir al extranjero y observar cómo se están asimilando los hechos que cada día saltan a la luz pública. El escándalo arbitral destapado también desnuda a una prensa que, lejos de detectar rarezas en estadísticas imposibles, ridiculizaba y silenciaba a quien osaba poner en duda el sistema. Es más, los moldeadores de la opinión pública apuntalaron el mito de que era el Madrid el equipo más beneficiado por el estamento arbitral, mientras semana a semana ocurría exactamente lo contrario. La irremisible pérdida de credibilidad de aquellos que nos han contado el fútbol español en este siglo también se la podemos adjudicar en buena medida a su inacción primero y tibia reacción después de que se destapara la corrupción sistémica y continuada en buena parte del fútbol español.
En su desesperado afán por socializar el oprobio y repartir faltas y delitos a diestro y siniestro, el barcelonismo está poniendo en el foco a personajes que, curiosamente, llevan muchos años enfrentados al Madrid. Está bien que justo ahora se pida la dimisión de Tebas, dirigente que siempre ha contado con la frontal oposición y el voto en contra del Real Madrid (que además le ha denunciado judicialmente en numerosas ocasiones), y hasta hace muy poco con el favor del Barcelona. La consolidación de poder del presidente de la LFP se debe en buena medida al apoyo azulgrana. Las sucesivas juntas directivas del Barça votaron en la última década a favor de cada propuesta de Tebas, incluyendo sus elecciones como presidente (excepto la de 2019), sus subidas de sueldo y también el control financiero que ahora tan lesivo les parece. Incluso el Barça dejó solo al Madrid como único club contrario a la venta centralizada de los derechos de TV, a pesar de que, en principio, también le perjudica. Es normal señalar las deficiencias en la gestión del presidente de la Liga, pero no solo cuando lo que se pretende es que la ley se adapte a la medida de un equipo que ya ha conseguido más laxitud que nadie en los sucesivos análisis de sus cuentas.
En su desesperado afán por socializar el oprobio y repartir faltas y delitos a diestro y siniestro, el barcelonismo está poniendo en el foco a personajes que, curiosamente, llevan muchos años enfrentados al Madrid
A la espera de las repercusiones judiciales, punitivas, institucionales o reputacionales que acarree el mayor escándalo de la historia del fútbol español, solo puedo decirle al barcelonismo que le agradecemos su corrupción. Tras este periodo de ignominia, el mejor equipo del siglo XX está en mejor posición de revalidar esta condición en el XXI, tiene un palmarés aún más apabullante, una incomparable salud económica y le contempla un futuro esperanzador.
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En estos días vacacionales fruto de la Semana Santa hay asuntos profesionales que quedan un tanto en entredicho o desatendidos; es una costumbre muy de aquí. Sin embargo, es un placer comprobar cómo el nivel literario de nuestra querida Galerna, tan apreciada por mí como el mismísimo Real Madrid, no se resiente en absoluto. Incluso me atrevería a sentenciar que estos aires de cuaresma -me han venido a la mente los tradicionales buñuelos- le están sentando de maravilla. La Galerna sólo -sí, acentuado- tiene que superarse a sí misma.
Este artículo ha supuesto un enfoque positivo. Se agradece.