Todos mis “onces históricos” del Real Madrid los empiezo desde un fijo: Fernando Redondo. Con él en el campo, parecía que el equipo jugaba con once futbolistas y medio. Su despliegue físico, técnico, táctico y racial era jugar con ventaja, como abusar. Para mí, no hubo centrocampista más campista que él. Su sola presencia anulaba dos líneas contrarias: la media defensiva y la media ofensiva. Se comía las transiciones para engordar su jugada, ya fueran en repliegue o en despliegue. En ocasiones parecía que se bilocaba, como los místicos. Era un superpoder.
Justo en estos días, en torno al 20 de mayo en que celebramos la Parusía de la Copa de Europa (La Séptima), competición en la que él solo se desayunó con tostadas y mermelada a todo un campeón como era el Borussia Dortmund, recuerdo, por las noticias de hoy, el dolor que me causó el anuncio de su marcha, en verano de 2000, con La Octava recién ganada y su taconazo de Old Trafford tatuado a sangre en mi madridermis, ahí donde se erizan los pelos cada vez que lo vuelvo a ver.
Con el anuncio de su marcha vi un cráter insondable en el centro del campo del Bernabeu que no sabía cómo íbamos a poder rellenar. Era imposible. La Séptima y La Octava llevaban la impronta del 6 grabadas en sus asas. No volveríamos a pelear por una orejona más en muchos lustros, pensé. Y, sin embargo… La Novena llegó apenas dos años después, desde las botas de un jugador con el que no compartió vestuario Redondo, llamado Zinedine Zidane. Porque, como dijo Florentino Pérez en su día, “si yo presido el Real Madrid, aquí jugarán los mejores futbolistas del mundo”. Y La Novena llegó sin Redondo, como más tarde La Décima sin Zidane, o las once, doce y trece sin Casillas, y la 14 sin Cristiano Ronaldo y la 15 lo hará sin Benzemá. Porque lo hará.
La Quince la vamos a ganar con Toni Kroos en el campo. Será el último baile de Toni Kross, y la vamos a ganar. Si respetaba en mi razón el perjuicio de la duda, dándole alguna opción al Borussia en la final del 1 de junio, por aquello de que en un partido cualquier cosa puede pasar, se acabó. Kroos es tan grande, tan inmensa su figura y su proyección hacia dentro del equipo, que van a ganar por lo civil o por lo criminal. Kroos no se puede ir perdiendo como el sol no puede enfriar.
Vaya mi agradecimiento total a un jugador que ha dignificado la camiseta blanca, que nos ha entretenido con un fútbol de antología pero que, más aún, nos ha emocionado, siendo un frío alemán, por su identificación mimética con los valores del club: Trabajo, respeto al rival, al compañero y al aficionado, ambición, lucha, sacrificio, clase, sabiendo callar cuando no sirve de nada hablar y hablando cuando todos callan. Muy por encima —"Lejos, pero lejos…", que diría Ruggeri— en categoría humana y profesional de muchos futbolistas a los que se dedica más atención mediática.
será el último baile de Toni Kross, y la vamos a ganar. Kroos no se puede ir perdiendo como el sol no puede enfriar.
A partir de ahora… Nos tocará añoranza absoluta de sus pases cada vez que veamos una jugada desde la grada, esos que sólo su periscopio era capaz de adivinar en las verdes profundidades de campo.
Desgarro interior por no sabernos protegidos por su inteligencia; tristeza por no disfrutar de su elegancia. Nudo en la garganta por no volver a ver a 23 tíos moviéndonse al ritmo de su zancada, como si un coreógrafo italiano fuera en vez de un futbolista alemán. Su pelo rubio era un faro en las noches de tormenta al que mirar cuando las cosas pintaban mal. Leyenda. Mito. Héroe. Uno de los nuestros, al fin y al cabo. Uno de nosotros.
Como cuando se fue Redondo, la punzada es fuerte, el pellizco agudo y la visión de un centro del campo yermo y deshabitado, similar. Mis onces históricos pueden empezar con Fernando Redondo. O no. Tal vez ahora sea por Toni Kroos. No se va un gran jugador. Se va el mejor ahí. Jugar con Kroos en el equipo es como echar una partida de Risk con Napoleón en el tablero subido a lomos de su caballo.
La final de Wembley será el último baile de Toni Kroos y creo que, como entonces con Redondo, los rivales lo celebran en sus guaridas, escondidos y aún asustados. Es cierto. Es verdad. Pero es tan cierto que será el último baile de Toni Kroos como que no será el último baile del Real Madrid. La Quince la vamos a ganar con él. Como ganaremos las próximas sin él. A Toni, gracias por tanto. Al Madrid, gracias por todo. ¡Hala Madrid!
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Bufff. Tenemos muchas ganas de ganar la decimoquinta en Londres. Son muchas cuestiones las que se me ocurren para tener muchas esperanzas en ganar en Wembley. El factor "last dance" de Kroos es uno de ellos. Lo cierto es que todos sabemos lo caprichoso y sorprendente que es el fútbol. Se me está haciendo muy largo.