Gracias, Arbeloa

A nosotros, que somos clásicos (algunos dirán que antiguos), nos enseñaron que de bien nacidos es ser agradecidos, así que todo lo que se nos ocurra escribir en el presente portanálisis se deja decir con un simple gracias, que nos permitirán ustedes que desarrollemos mínimamente, aunque solo sea para justificar las razones de nuestro agradecimiento.

No estamos seguros de que esto de dar las gracias sea cosa de moda, acaso porque los actuales parecen tiempos en los que todo el mundo se siente merecedor de lo que obtiene y recibe sin apenas ver más allá; acaso porque agradecer es salir del propio ombligo para reconocer virtudes en otro, y ya se sabe que en el ombligo se está muy bien guarecido, muy firme, muy desagradecido; y acaso porque lo que mola, lo que te hace parecer más inteligente que nadie -qué atolondramiento- es criticar, ver la paja en el ojo ajeno, dudar, sospechar, acusar, buscar tres pies al gato y dejarlo todo perdido de "si, pero".

No busquen un pero en este portanálisis. Ni siquiera en el caso de que los hubiera vamos a darles cabida. Agradecer es agradecer y punto. No caben medias tintas aquí. Un gracias tiene vocación de completud si es que es un verdadero gracias, y este de hoy lo es.

Álvaro Arbeloa anuncia su retirada en Marca y a él se dirige nuestro agradecimiento. Nos parecen evidentes los motivos, pero bien podemos resumirlos, no tanto para mostrárselos a quienes no los vean (allá ellos), sino para actualizar su mérito y nuestro reconocimiento. Gracias a Arbeloa por ser un estupendo defensa, un lateral de corte limpio, sacrificio, perfecta posición y dignísima labor de equipo; labor también hoy un tanto denostada, no solo en el fútbol, no solo en el deporte. Lo que parece quererse hoy es llenarse de sí mismo, estar completo, bastarse y hasta sobrarse, pero esto del fútbol -esto de la vida- es un trabajo en equipo, donde las carencias de uno son suplidas con las virtudes de otro, donde mi libertad termina donde empieza la tuya, donde ya lo dejaron dicho para los restos los tres mosqueteros.

Hemos conocido pocos mosqueteros como Álvaro Arbeloa, siempre dispuesto -toca batirse- a ejercer su noble oficio de defensa del Madrid también fuera del terreno de juego. Allí estaba -seguro que allí estará- Arbeloa cuando había -cuando haya- que cerrar filas y sacar la cara por el Madrid frente a todo eso que ustedes ya saben y que no tiene sentido recordar porque es cosa presente y no pasada, frente a tantas críticas, frente a tanta medias verdades, a tantas chorradas, complejos e intentos de vender motos que ni andan, frente a todos los modos que hay de ocultar vigas en ojo propio. o directamente de aparecer como un bocazas. Contra todo eso se ha alzado Arbeloa sin parecer preocupado por los perjuicios que podía ocasionarle su alzamiento, y eso, ya decimos, es digno de agradecimiento, aún mas en tiempos donde lo fácil, lo cómodo y lo cobarde es mirar para otro lado e intentar quedar bien con todo el mundo, que es la mejor manera de no dormir bien por las noches.

Decíamos que un agradecimiento que de verdad lo es tiene vocación de completud, así que no vamos a añadir a él -no vamos a añadir a este portanálisis- más motivos que se salgan del principal y que contribuyan a opacarlo. Así que, como manda la sección, vaya el resto de portadas del día, pero esta vez sin mayor comentario. Cerremos con la portada de L'Equipe que vende hoy el As, con el cumpleaños de Messi con un juego de ollas como regalo, y con la casi presentación en azulgrana de Verratti en una gala que conduce Julio Sabala, trasunto hoy del hijo del padre de Neymar Jr. que aparece en la portada de Sport.