Hampden Park es el origen de la civilización. Allí consiguió el Madrid en 1960 su quinta Copa de Europa consecutiva, cerrando un ciclo que nadie ha vuelto a igualar y que tan solo el Madrid ha estado cerca de hacerlo con sus 4 de 5 en la segunda década del presente siglo. En aquel mayo de 1960, Di Stéfano, Puskas y Gento se aliaron para, entre bicicletas, taconazos y un atracón de goles (4 del húngaro y 3 del argentino), crear la mayor leyenda del fútbol como deporte popular y construir el reto por antonomasia para todos los equipos del continente: vencer al Real Madrid en la Copa de Europa.
Zidane desembarcó 42 años después en el mismo escenario del mítico 7-3 que, durante años, la BBC repuso cada 1 de enero bajo el título del mejor partido de la historia
Cualquiera que se acerque al club blanco es capaz de adivinar sin esfuerzo que los cimientos del éxito están labrados en la década de los cincuenta, por lo que, además de bautizar su estadio con el nombre del ideólogo de la institución (algo que ocurrió en 1955), bien haría el club en disponer en las inmediaciones una gran estatua con la santísima trinidad del mito fundacional del Madrid campeón: Di Stéfano, Puskas y Gento. El problema viene en que la gloria del Madrid corre al mismo ritmo que el calendario, y el perímetro del estadio se convertiría en una hilera bañada en bronce, con las caras de otras leyendas a la altura de esas tres. Por ejemplo, Zinedine Zidane.
El francés desembarcó 42 años después en el mismo escenario del mítico 7-3 que, durante años, la BBC repuso cada 1 de enero bajo el título del mejor partido de la historia. Su fichaje por el Madrid solo tenía sentido si conquistaba la Copa de Europa y Zidane siempre tiene las velas desplegadas para dejarse llevar por la Historia. Su momento llegó con el partido empatado, que es cuando la eternidad le da al botón de grabar. Raúl, el cuerdo que mejor entendía las locuras de Roberto Carlos, había adelantado al Madrid en los primeros compases del partido. Lucio empató de cabeza a los pocos minutos para dejar el resultado igualado hasta el filo del descanso, cuando los goles que se marcan se llaman psicológicos, es decir, pertenecientes a la psique, o sea, al alma. Hasta ahí nos llegó el gol de Zidane.
Valdano, como siempre, lo definió mejor que nadie: “Fue una explosión estética. Si uno quiere vender el fútbol, que ponga la imagen de Zizou”
La jugada comienza con el Madrid intentando sacar el balón. Helguera busca a Roberto Carlos, que está pisando la línea de cal como si fuera Gento, siempre preparado que alguien (o él mismo) dé el pistoletazo de salida para esprintar. El brasileño busca por el interior a Solari, quien recibe y entiende la orden: mándame a correr. El balón vuela al espacio y después del primer bote se frena levemente porque el césped está algo seco. Entonces Roberto Carlos, que mientras corría había visto por el ángulo muerto a alguien vestido de blanco en la frontal del área, en lugar de intentar ganar la pelota y protegerla, se la quita de en medio como si fuera una granada sin anilla.
El balón sube al espacio y baja hacia un astro, porque no hay que preguntarse de qué planeta vino Zidane, sino de qué planeta se disfrazó en ese momento, ejecutando un movimiento de rotación perfecto, desde el impulso hasta la frenada, que llega cuando el balón ya está en la portería del meta alemán. Es una maniobra plástica que genera placer, una flecha de Cupido al corazón de todo aficionado. Valdano, como siempre, lo definió mejor que nadie: “Fue una explosión estética. Si uno quiere vender el fútbol, que ponga la imagen de Zizou”.
Esa volea es la unión de belleza y precisión. La manzana de Newton cayendo y Zidane esperándola para pintar un lienzo con ella. El francés había fichado por el Madrid para ganar la Champions y ya la tenía. Pero, además, acababa de posar para el fotograma que resumirá una carrera tremendamente exitosa, lo cual engrandece el gol de Glasgow, por tener tanto donde elegir. Si cerramos los ojos y pensamos en Zidane, todos veremos la calva más original de la historia del fútbol coreografiando la volea perfecta, a pesar de chutar con su pierna menos buena, como si hubiera juntado las zurdas de Gento y Puskas. En el escenario del mejor partido de la Copa de Europa, Zidane marcó el mejor gol en una final de Copa de Europa.
Getty Images.
Capítulo 1. Puskas al Atlético
Capítulo 2. Roberto Carlos al Tenerife
El gol más bello...
Es uno de mis goles favoritos ¡qué elegancia, qué cosa más bonita! Arrebatador.