Hay veces que la vida nos arregla los sueños. Raúl quería triunfar en el Calderón y lo logró con 19 años, pero la realidad le quitó las rayas rojas que sobraban en su fantasía. Ese Raúl de enero de 1997 era primitivo, brillante, genuino, desafiante y políticamente incorrecto. Ya llevaba dos años demostrando su carácter y había dejado imágenes icónicas, como aquella en la que bailaba frente con frente con Pietro Vierchowod, de la Juventus, 18 años mayor que él. Era insolente y gracias a ello despegó tan rápido. Sus mejores recuerdos están en sus primeras temporadas, como la noche del Calderón.
El Madrid, líder, se marchó perdiendo al descanso. Raúl volvió del vestuario con un gol bajo el brazo y lo celebró besándose el escudo. Ese gesto era un grito al mundo para constatar que ahora se encontraba en el lado bueno de la historia. El partido estaba igualado en el marcador y también en la intensidad de ambos equipos, con una asfixiante presión en la salida de balón, un invento que muchos creen reciente. En ese exceso de revoluciones, Mijatovic, de carácter balcánico y volcánico, insultó al juez de línea tras una pugna con Santi Denia y fue expulsado. A falta de algo más de 20 minutos para el final, quizás alguien pensó que el empate era un buen resultado en la casa del campeón. Ese alguien no era Raúl.
Es su gran noche hasta el momento y quedará como una de las más recordadas de su carrera. Su consagración en la élite, la primera piedra de lo que acabó llamándose Raúl Madrid
Aquella noche, Raúl se alzó como la gran figura de un equipo que reunía estrellas como Mijatovic, Suker, Redondo o Hierro. Siguió creando problemas a la defensa del Atleti y eso contagió a sus compañeros: ni un paso atrás. La jugada que acabaría en memorable arranca con un balón largo de Fernando Hierro buscando la juventud de Víctor Sánchez del Amo. El canterano no llega, pero inicia la presión para incomodar la salida de balón atlética. A esa misión se unen Seedorf y Redondo. El argentino, omnipresente, se expande para minimizar los espacios y provocar el fallo de Vizcaíno sin tocar el balón. La estadística dará el balón recuperado a Seedorf, pero quien extrajo el oro fue del 6 blanco; para que sigan contándonos el fútbol a través de los números.
Comienza de nuevo el ataque del Madrid con Víctor, que no había dejado de correr, conectando con Redondo. Raúl tira un desmarque, pero el pase del argentino va en otra dirección, por lo que el 7 se ve obligado a hacer uso de la flexibilidad de los jóvenes para cambiar de planes. Raúl coge el balón y ya no lo soltará hasta depositarlo dentro de la portería, pero en el trayecto dejará una de las jugadas más recordadas de su carrera. El control es un regate que deja a Geli prácticamente fuera de la jugada con un solo toque. El delantero blanco avanza hacia el área y, ante la presencia de Juanma López, frena en seco, como si hubiera sido poseído por el espíritu de su predecesor, Butragueño. Deja rehacerse a su oponente, porque lo quiere entero para partirlo por la mitad: le enseña que el fútbol es como bailar salsa, una cuestión de caderas. La de López, en ese momento, parece la de un octogenario a punto de quebrarse. El defensa atlético intenta una última maniobra, mientras cae al suelo, pero Raúl pone su liviano cuerpo para proteger la posición con la misma contundencia que un fornido de 90 kilos. El éxito no es creerse uno mismo lo imposible, sino que se lo crean los demás. Ese es el misterio de la fe madridista.
Ante la salida de Molina, sin apenas ángulo para ejecutar, Raúl marca por el único hueco que queda libre entre el poste y el portero. Es su gran noche hasta el momento y quedará como una de las más recordadas de su carrera. Su consagración en la élite, la primera piedra de lo que acabó llamándose Raúl Madrid. Lo entendió perfectamente pero era joven y estaba libre de artificios. Por eso, arrancó a correr por detrás de la portería, gritando gol como un loco por delante del Frente Atlético, cerrando los puños y subiendo las rodillas, dejándose llevar por el éxtasis, huyendo de festejos prefabricados. A nivel personal, me encantó tanto esa celebración, que la he elegido como ilustración de portada de ‘Fondo blanco: Una crónica sentimental del Real Madrid’. Porque es así, como ese Raúl pueril y enloquecido, como me gustaría vivir siempre el fútbol.
Getty Images.
Capítulo 1: Puskas al Atlético
Capítulo 2: Roberto Carlos al Tenerife
Capítulo 3: Zidane en la Novena
Capítulo 3: La volea de Van Nistelrooy al Valencia
Artículo genial. Qué forma de narrar la jugada. Un disfrute.
Cuando estoy depre, veo uno de estos goles, y se me pasa la neura. Gracias Ruud!!! Hala Madrid!!!!
Cuando Raul era Raul se empezo a gestar el renacimiento del mejor club del siglo xx para ir poniendo los cimientos para ser considerado el mejor club del siglo xxi.
Honestamente y pese a que soy muy critico con el, creo que sera un buen entrenador para el primer equipo llegado el momento
Muy bien contado. Yo me enganché al fútbol en la liga de Valdano y ese gol fue la primera vez en la que vi algo que rompía los esquemas. Un jugador en rebeldía, una jugada maravillosa que sale de las ganas de no rendirse y del talento. Ese día nació (o renació) algo. Muy memorable.