Jesús Gil Manzano (Don Benito, Badajoz; 4 de febrero de 1984) es un árbitro español de la Primera División de España y Árbitro FIFA. Pertenece al Comité Territorial Extremeño de Árbitros de Fútbol. Así comienza la entrada de la Wikipedia sobre el colegiado que dirigió arbitrariamente el choque en Mestalla entre Valencia y Real Madrid.
En la enciclopedia libre online se menciona que Jesús es licenciado en Ciencias Ambientales, posee un máster en Prevención de Riesgos Laboras y otro en Recursos Renovables e Ingeniería Energética. Además, actualmente estudia un Grado de Psicología por la UNED. Que Negreira ya no esté oficialmente en el CTA y no lleve a tomar el aperitivo a los colegiados a La Torrada ni los saque por la noche a desfogarse por los karaokes permite a los trencillas disfrutar de más tiempo libre, lo cual es aprovechado por algunos, como Gil Manzano, para ampliar su formación académica.
El sábado, hasta casi concluir el encuentro, el calabazón estaba realizando un arbitraje correcto habida cuenta de la dificultad que entrañaba debido a la sobreexcitación de los valencianistas tanto en el terreno de juego como en las gradas. Manejaba adecuadamente el ambiente, quizá ayudado por su formación en Ciencias Ambientales.
Pero llegó el minuto 90 y se comenzaron a torcer las cosas. Hugo Duro cayó en el área del Real Madrid y probablemente Jesús se lamentase de su mala suerte: «con el encuentro casi concluido y me toca una jugada polémica». Tal vez en ese momento empleó lo aprendido en su máster de Prevención de Riesgos Laborales y dedujo que, tras analizar todas las variables, lo menos arriesgado para su trabajo era señalar penalti.
Afortunadamente para el fútbol —y por ende para el Madrid— la ausencia de nada punible en la jugada era tan clara que Munuera Montero lo aviso desde la sala VOR para que pudiese rectificar su error flagrante.
Lo del sábado en Mestalla fue de traca. La mascletá final de Gil Manzano provocó un estruendo internacional. A pesar de las fallas en su arbitraje, no es descartable que en Valencia elijan a Gil Manzano fallera mayor
Esta acción necesitó para dirimirse más de 2 minutos, es un hecho mesurable por cualquiera que disponga de ojos, sistema nervioso central, la grabación del partido y un modesto reloj. Gil Manzano había añadido siete minutos a la segunda parte en una decisión ya de por sí cicatera, porque simplemente sumando los cambios, lesiones y revisiones del VAR la cuenta ascendía a más tiempo.
7 minutos de prolongación más 2 de la revisión del no penalti son —todavía— nueve, por lo que el partido debía concluir en el 99. Aun así, cuando el Modric se disponía a botar el último córner en el 98, el árbitro avisó que pitaría al concluir la jugada. No se sabe muy bien por qué, quizá porque entre las carreras del trencilla no se encuentra la de Matemáticas.
El córner fue despejado por la defensa y no pitó porque el peligro no había cesado. Jesús amagó con levantar su pito hacia la boca pero lo bajó. Entonces le cayó el balón a Brahim, quien centró. Gil Manzano se apresuró a llevarse el silbato a los labios y pitó una primera vez cuando observó con nitidez que el delantero madridista centraba con peligro al área. Con el balón por el aire, silbó de nuevo, y cuando Bellingham remató de cabeza y el balón se alojaba en la red, pitó una tercera vez. No se había llegado al minuto 99. Final del partido y el gol al limbo para la eternidad.
Es posible que esta acción también jugase un papel fundamental la formación académica de Gil Manzano, porque lo que sucedió realmente es que se acongojó ante la posibilidad de que el Madrid marcara y por tanto remontase en el último suspiro y, para más inri, en Mestalla. En una fracción de segundo pasó por su cabeza lo que habría de soportar si aplicaba lo que todo árbitro sabe: no hacer sonar el silbato en medio de una acción de peligro, y no lo supo gestionar, acaso por no haber terminado el grado de Psicología (según la Wikipedia).
El dombenitense sabía que cualquiera de las dos opciones que eligiese tendría consecuencias: si decidía arbitrar la jugada correctamente, no pitar con el balón en el aire y arriesgarse a que el Madrid marcase, Gil Manzano se jugaría el físico para salir de Mestalla, se enfrentaría al escarnio mediático y a la reprimenda que recibiría de sus superiores en el CTA con los consiguientes efectos laborales que sufriría, lo que sin duda afectaría a sus emolumentos; si elegía pitar el final del partido aun a sabiendas de que no se debe interrumpir una acción de peligro, el riesgo que corría simplemente era perjudicar y socavar los intereses del Real Madrid, enemigo declarado de sus jefes. La decisión no le resultó difícil.
Lo del sábado en Valencia fue de traca. La mascletá final de Gil Manzano provocó un estruendo internacional. Lo curioso es que el encargado de prender la pólvora fue uno de los mejores —o menos malos— colegiados españoles, uno de los menos negreiros. Aunque no era la primera vez que se erigía en protagonista funesto para el Real Madrid en tierras levantinas, quién no recuerda el nefando encuentro en noviembre de 2020 cuando el calabazón concedió un gol en propia puerta de Varane precedido de una clara falta sobre Asensio y señaló tres penaltis a favor del Valencia, uno de los cuales lo mandó repetir porque Courtois lo detuvo, el segundo, supuestamente de Marcelo, no lo fue, y el tercero, señalado a Ramos, vino precedido de mano del atacante che.
Por todo ello y a pesar de las fallas en su arbitraje, no es descartable que en Valencia elijan a Gil Manzano fallera mayor.
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