Hoy se cumplen dos años desde que Paco Gento, el hombre que dio nombre a esta publicación, encontró por fin una cancha lo suficientemente extensa. Las praderas del Bernabéu, que es como decir el mundo, siempre se le quedaron cortas, y por eso, para no salirse por Concha Espina y aparecer en Lisboa, tuvo que aprender a frenar en seco, haciendo patinar a los defensas.
Para cuando yo lo conocí, claro, había perdido el hábito, y nadie habría pensado en la barrera del sonido —ni en batirla cien veces por partido— viéndole sentado en su bar de la calle Juan Ramón Jiménez, que es como yo le vi por vez primera. Tenerlo ahí delante tenía una cosa como de western crepuscular, así que procedí a ponerme nerviosísimo. Los nervios mezclan fatal con el laconismo y D. Paco tenía ese punto adusto de entrada, como buen cántabro, así que visto desde fuera nuestro encuentro debió de ser una cosa marciana. Su hijo Paco y Hechi aportaron algo de aplomo. Le conté a D. Paco que acababa de echar a andar una publicación digital llamada en su honor La Galerna, que la había fundado yo y que (en este punto caí en ese momento, con gran consternación) ni siquiera había tenido el detalle de pedirle permiso antes de hacerlo. Afortunadamente, a D. Paco todo esto le dio completamente igual. Se ajustó bien la gorra a la cabeza y contestó a las preguntas de mi entrevista.
Sin embargo poco a poco, aquella misma tarde, logramos ganarnos su confianza, que se fue acrecentando a lo largo de los (por desgracia) pocos años que nos quedaban sobre el mismo planeta a las dos galernas (la de verdad y la del tributo). A ganarnos su aprecio definitivo nos ayudó mucho Pepe Begines, que compuso esa canción que es a la vez el himno de esta publicación y el único chotis tanguero y cántabro de la historia de la música. Cuentan que, al escuchar lo de "... son las piernas de Paco Gento", el mito exhaló un suspiro que no era exactamente de risa ni de orgullo. Era por lo visto quintaesencialmente suyo. Hay que haber ganado seis Copas de Europa para poder suspirar así, pero no pueden hacerlo ni el Milan ni el Liverpool ni el Bayern porque no son de carne y hueso. Tampoco puede el Barça, aunque por razones diferentes.
Hace dos años, sí, que Gento no está, pero su sobrino Joe ha encontrado la mejor fórmula para recuperarlo a ratos. Se trata del libro Gento Real, del cual dije en redes sociales el otro día que es el mejor libro de fútbol que he leído jamás, y lo mantengo. Digo que es un libro sobre fútbol porque decir que es un libro sobre Gento se quedaría corto, pero es que ahora comprendo también que el llamarlo libro sobre fútbol tampoco le hace justicia. Es mucho más que un relato certero sobre la generación de jugadores que, con Di Stéfano y Gento al frente, aupó a un equipo de la capital de una nación pobre y marginada a lo más alto del panorama futbolístico mundial, transformando para siempre ese deporte. Es también la descripción íntima de la leyenda desde el prisma de un miembro de su familia, deportista de élite a su vez, como tantos en el clan, y el recuento de razones por las que vale la pena aspirar a la excelencia en esta vida, desde la adicción al triunfo y la más arrebatada fe en las posibilidades de cada cual. Es un libro sobre todo lo que de admirable tiene la raza humana, pura y simplemente, reducido a escala Real Madrid. Perdón: aumentado.
Releo determinados párrafos del libro de Joe y, además de admirarme por la sabiduría de su prosa (se está convirtiendo en un elegidor de palabras eminente), doy gracias a Dios porque pude conocer a aquel hombre, y porque me miró con una sonrisa de omnisciencia y retranca para asegurarme, días antes de la final de la Undécima, que íbamos a ganar.
Desde entonces, no hemos dejado de hacerlo. No dejaremos de hacerlo. Cabe lamentarse de que D. Paco no vaya a verlo, pero también entender que nadie, salvo con un espejo, se ve desde fuera, y D. Paco es todas esas victorias. No podría verlas en todo caso. Verlas, lo que se dice verlas, las vemos los demás.
Gento, más Real que nunca, las constituye y lo hará por siempre.
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Perdonad si no hay comas o puntos estoy escribiendo por voz desde el hospital quisiera comentar este artículo porque gento para mi madre y para mi padre más para mi madre española que para mi padre francés fue un hombre genial tanto dentro del campo como fuera de él mi madre lo conoció en una comida informal porque tenían amigos comunes y ella siempre me dijo que era un hombre afable simpático que le costaba a veces pero que siempre tenía una palabra amable para gente que la reconocía o gente que felicitaba mi madre convirtió al madridismo a mi padre y juntos de novios iban al Bernabéu y siempre decían que gento era tan veloz tan galerna que les impresionaban esas galopadas por la banda y esos pases certeros para distéfano sobre todo para distéfano simplemente geniales nadie podía con él nadie podía alcanzarlo y se ganara el partido o se perdiera siempre salían satisfechos del espectáculo que esa delantera mítica ofrecía a un público trajeado como antes se iba los domingos la galerna del Cantábrico fue sencillamente un futbolista genial y una gran persona leí ese libro que considero lectura obligatoria para todos los madridistas de bien un beso don Francisco
Y un beso para ti también porque no al fin y al cabo la figura de don Paco gento está muy por encima de las miserias humanas de la mala leche y la soberbia hala Madrid y ahora más que nunca nada y nadie más