El primer partido de fútbol del que tengo memoria como espectador no lo jugaba el Real Madrid, enfrentaba a una selección de herbívoros y carnívoros de la jungla. Y no se celebró en el Bernabéu sino en la Isla de Naboombu, un lugar gobernado por animales inteligentes. En el palco de honor no estaba Florentino Pérez, sino Eglantine Price, una bruja novata interpretada por Angela Lansbury.
El pasado martes falleció Angela Lansbury. La noticia se hizo pública durante el partido entre el Real Madrid y el Shakhtar Donetsk (por lo que no es descartable que la pobre mujer muriera de aburrimiento viendo el encuentro). Siempre es triste decir adiós a una leyenda, y Angela Lansbury lo era sin discusión. Somos toda una generación de niños y niñas de cuarenta y tantos tacos para quienes la señora Lansbury era una especie de abuela espiritual. Una abuela que molaba bastante, porque tan pronto te llevaba de viaje en una cama voladora como se ponía a resolver asesinatos en Cabot Cove.
Jessica Fletcher dejó a su paso más cadáveres que el Real Madrid en copa de Europa
En “La Bruja Novata” Angela Lansbury encarnaba a una señora de pueblo inglesa que estudia brujería por correspondencia. Con aquella película, la Disney trató de replicar el éxito de “Mary Poppins”. Por supuesto, cualquiera con un mínimo de buen gusto sabe que “La Bruja Novata” es una película infinitamente superior a “Mary Poppins”, y que Eglantine Price es un personaje mucho más entrañable y querido que la puntillosa niñera “prácticamente perfecta en todo”.
El madridismo de Eglantine Price es tan incuestionable que ni siquiera requiere explicación. Mary Poppins, en cambio, se hizo primero del Barça, luego del Bayern y finalmente del Manchester City; porque ella —tiempo es de revelar la triste verdad— de quien es seguidora es de Guardiola, el Mary Pep-ins balompédico superguardiolísticaespialidoso. Prácticamente perfecto en todo, amics.
Eglantine Price aka Angela Lansbury es merengue y garethista. Cuando no está ocupada en sus brujerías se sube a su cama voladora, coloca el boliche mágico en el cabecero y, tras darle un cuarto de vuelta a la izquierda, dice: “cama, llévame al Santiago Bernabéu a ver a Vinicius Junior”. Y si por el camino se cruza con una señora agarrada a un paraguas le canta el himno de Décima para que rabie.
Unos años después de interpretar a la bruja novata, Angela Lansbury ofreció la que, en mi modesto juicio, es su mejor interpretación cinematográfica. En 1978 encarnó a Salomé Otterbourne, la novelista erotómana y alcoholizada de la película “Muerte en el Nilo”. El guion adaptaba una novela de Agatha Christie. Con sus vaivenes de borracha Angela Lansbury devoraba cada escena en la que aparecía, lo cual ha de valorarse en su justa medida teniendo en cuenta que sus compañeros de reparto eran mindundis como Peter Ustinov, David Niven, Maggie Smith, Mia Farrow o Bette Davis.
Lansbury llegó a “Muerte en el Nilo” como Luka Modric al Real Madrid: un parche para tapar vergüenzas, una figurante para rellenar huecos mientras se lucían las estrellas. Y como Modric, Angela los acabó barriendo a todos; de tal forma que cuando finalmente Miss Otterbourne es despachada de un tiro en la cabeza antes de revelar el nombre del asesino, quien respiraba de alivio no era el criminal sino sus compañeros de reparto.
Lansbury llegó a “Muerte en el Nilo” como Luka Modric al Real Madrid: un parche para tapar vergüenzas. Y como Modric, Angela los acabó barriendo a todos
El rodaje de “Muerte en el Nilo”, por cierto, es abundante en anécdotas deliciosas. Lansbury compartía planos con su entonces cuñado, Peter Ustinov, quien interpretaba a Hércules Poirot. David Niven le daba la réplica como su compañero de pesquisas. Era la primera vez que estos dos últimos actuaban ambos en una película, pero no la primera que trabajaban juntos pues Ustinov había sido ayuda de campo de Niven durante la guerra. El rol de Hércules Poirot había sido ofrecido con anterioridad a Albert Finney, quien lo había interpretado de forma brillante en “Asesinato en el Orient Express” de Sidney Lumet. Estuvo nominado al Oscar por aquel papel, al mismo tiempo que Al Pacino por “El Padrino II”. No ganó, claro. Pero Pacino tampoco. En uno de esos giros absurdos que definen a la Academia de Hollywood, la estatuilla fue a parar a manos de Art Carney, actor televisivo del que hoy pocos se acuerdan. Como si el año que Gareth Bale y Cristiano Ronaldo estuvieron nominados al Puskas por sus respectivas chilenas en Liga de Campeones la UEFA le hubiera otorgado el premio a un gol pasable de, yo qué sé, de Salah, por ejemplo… Oh, wait!
Finney declinó repetir como Poirot en “Muerte en el Nilo” porque el maquillaje que requería era demasiado aparatoso para soportarlo en Egipto con temperaturas de 40 grados. Lo cierto es que las condiciones de aquel rodaje no siempre fueron las mejores. Angela Lansbury recordaba que tuvo que compartir un diminuto camarote con Maggie Smith y Bette Davis, que es como si Ronaldo, Bale y Benzema hubieran compartido piso durante la época gloriosa de la BBC.
La BBC es hoy un bello recuerdo, como Angela Lansbury. La inefable Jessica Fletcher se nos ha ido a resolver crímenes con los angelitos. Que tiemblen los angelitos, porque allá donde iba Jessica Fletcher alguien la diñaba siempre de forma horrible. Esa buena señora dejó a su paso más cadáveres que el Real Madrid en copa de Europa.
Me encantaba “Se ha escrito un crimen”. Y ni confirmo ni desmiento que me hice novelista solo por el anhelo de resolver asesinatos al llegar a mi jubilación, como el personaje de Angela Lansbury en la serie. Durante sus muchos episodios eventualmente salía un policía antipático que, en cuanto aparecía la señora Fletcher, la despachaba de malos modos. “Señora, usted aquí no pinta nada, deje esto a los profesionales”. Al final, la señora Fletcher siempre resolvía el crimen y al policía se le quedaba la misma cara que a Ceferin cuando tiene que entregarle un trofeo al Real Madrid o que a Manolo Lama cuando cantó el gol de Gareth Bale en la final de Kiev. Si es que nunca aprenden. Ni ellos ni el policía. Habrá que recordarle a la UEFA quién es Jessica Fletcher.
Al final, la señora Fletcher siempre resolvía el crimen y al policía se le quedaba la misma cara que a Ceferin cuando tiene que entregarle un trofeo al Real Madrid
En “La Bruja Novata” Angela Lansbury/Eglantine Price encuentra el legendario encantamiento perdido del mago Astoroth: la Locomoción Sustitutiva, capaz de hacer que los objetos inanimados adquieran vida propia y que tal vez sea el último recurso de Eden Hazard.
Una vez que la señorita Price logra dominar el hechizo, unos malvados soldados nazis invaden por la noche el pueblecito de Peppering Eye, donde ella reside. De modo que la señorita Price debe utilizar la Locomoción Sustitutiva para salvar Gran Bretaña. Al pronunciar el conjuro dentro de un castillo medieval, da vida a una legión de armaduras de tiempos de las Cruzadas que, animadas por una fuerza fantasmagórica, logran poner el fuga al ejército más poderoso de su época.
Pienso en ello y se me ocurre que tal vez Ancelotti, al igual que Angela Lansbury, conociera el secreto de la Locomoción Sustitutiva, y que fue gracias a esa magia que el Madrid logró conquistar la Decimocuarta copa de Europa. Un Real Madrid compuesto por armas antiguas, yelmos, petos y espadones (Kroos, Modric, Benzema…) que antaño fueron temibles pero en quienes nadie confiaba para detener a un ejército de jeques multimillonarios. Sin embargo, como Eglantine Price en aquella vieja película, Carletto alzó su escoba, pronunció las palabras mágicas (“Treguna Mekoides Trecorum Satis Dee”) y el Real Madrid salió a vencer por Inglaterra y por San Jorge. Poseído por la Locomoción Sustitutiva.
En fin, ideas descabelladas. Pensamientos tontos de aquel niño que vio su primer partido de fútbol junto Angela Lansbury en la Isla de Naboombu.
Todo OK, Emelius.
Jajaja... Pobre profesor Brown... "¡El árbitro está vendido!" 😀
Brillante, simplemente brillante artículo.