(Publicamos a continuación el prólogo que nuestro editor, Jesús Bengoechea, ha escrito en el libro Fondo Blanco, de Juan Carlos G. Guerrero, cuya lectura recomendamos).
En un momento de este encantador recuento de sus vivencias madridistas, Juan Carlos Guerrero cita al escritor Alberto Olmos. “Todo lo anterior a la paternidad es adolescencia”. Juan Carlos fue padre primerizo hace relativamente poco, y tengo para mí que con este libro se despide simbólicamente de su adolescencia, es decir, del fútbol.
Con esto no quiero decir que, siendo padre (es decir, siendo adulto), el balompié deje de ser disfrutable. Tampoco creo que el autor pretenda decirlo ni lo piense. Pero, como deja caer en varios pasajes, ya piensa más en el fútbol a través de los ojos del niño que de los suyos propios. La última frase de este hermoso texto es el último parpadeo de los ojos del adolescente que fue Juan Carlos posándose sobre el fútbol. Posándose sobre su querido Real Madrid.
Guerrero escribe como Benzema. Combina inmejorablemente fluidez y remate. No solo su prosa es natural y elegante, sino que finaliza los párrafos con el pulso del mejor cirujano. Daría gusto leer a alguien que escribiera así incluso si fuera del Barça, pero por lo que sea no hay nadie del Barça que escriba así. Los barcelonistas, que son gente muy respetable, suelen estar más interesados en la táctica que en el corazón. “Uno de los problemas es este: el corazón no tiene forma de corazón”, escribió Julian Barnes ya que andamos de citas (con perdón), y en el caso de Juan Carlos la cosa ni se complica ni deja de hacerlo porque el corazón difiere tanto en su forma de la de un corazón como de la del escudo del Real Madrid.
Esta es una biografía del madridismo de su autor. Digo biografía y no autobiografía y digo bien: no es el madridismo de Juan Carlos hablando de sí mismo, sino Juan Carlos diseccionando su pasión como lo que son las propias pasiones para los hombres inteligentes: un apéndice casi, una víscera que el escritor pone en el atril y abre en canal como si fuera un... Como si fuera un corazón. No deja de tener su gracia, bien mirado, porque hay en esta biografía un apunte de la cuestión cardiológica que armoniza de maravilla con lo que comentamos, no es cuestión aquí de hacer spoilers.
Juan Carlos fue un adolescente hasta que la paternidad lo aniquiló gozosamente, y después un periodista hasta que el corazón acabó con él, no tan gozosamente pero sí con una extraña aceptación, como con la conciencia íntima de que el periodismo deportivo no merecía al hombre (yo creo que no, que no lo merecía). Así, hay confesiones infantiles que llegan muy dentro, apuntes de aficionado de una lucidez apabullante; pero también una visión -tímidamente desencantada- del oficio de reportero de fútbol. En estas páginas se dan la mano las reflexiones del hombre de medios con las del simple hincha blanco, y resulta muy difícil señalar cuáles son más valiosas. Hay hallazgos enormes, aunque Juan Carlos sea uno de esos tipos que escriben sin darse importancia. Mi favorito es la consideración del darle la vuelta al cántico “Así, así, así gana el Madrid” como una más de las legendarias remontadas vikingas. No sé si existirá en la historia del deporte otro caso en que una hinchada haya hecho suyo el canto ridículamente iracundo de sus antis, para devolvérselo como una bofetada de ironía inalcanzable. Claro que así gana el Madrid, patanes: exactamente ASÍ. Pocas veces en la historia se habrán abrazado el sarcasmo y la épica. Guerrero nos abre los ojos a esta genialidad sociológica con la óptica inusualmente lúcida que permea esta obra. Un amor en observación, se podría titular, parafraseando la de CS Lewis. “Fondo blanco” hace con ese cántico lo mismo que con tantos otros aspectos de la historia reciente y de la esencia misma de la entidad de Concha Espina (ya de Valdebebas): nos hace suspirar continuamente “¿Cómo no me había dado cuenta?”, o su versión más ruin “¿Por qué no escribí esto yo?”
En otro momento del libro, su hacedor comenta con agudeza que el Madrid desempeña un papel misericordioso, por cuanto reparte felicidad a los suyos cuando gana y a los demás cuando pierde. Juan Carlos reparte felicidad cuando escribe, lo mismo en aquel aspecto en el que gana como aquel en el que pierde. Gana porque nos convence y nos conmueve (en transitivo, por tanto, gana porque NOS gana) y pierde el adolescente que fue, también en transitivo. Aunque eso, despedir al adolescente, ya lo había hecho antes Mario.
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Muy agudo, don Jesús.
Sea usted o su “nègre littéraire” se agradece la calidad.