Florentino rocknrolla

A lo largo de estos días la conversación pública y en concreto la nación madridista se ha visto agitada por los audios de Florentino que El Confidencial ha ido publicando. Ha sido la comidilla porque, la verdad, Florentino, en ellos, hablaba en plata, y además no dejaba títere ninguno con cabeza. Y el presidente del Madrid, que lleva toda su vida pública cultivando una imagen de hombre discreto, cabal y prudente, se ha mostrado al mundo de pronto como un odiador profesional, un destroyer premium, a la olímpica altura de Federico Jiménez Losantos por las mañanas o de algunos célebres tuiteros. Que Florentino se haya destapado de esta manera es, en sí mismo, una noticia más relevante que todo lo que dice en esos audios evidentemente cocinados y sin contexto (por no hablar de la manera en que se hayan podido grabar): hay un Florentino rocknrolla, como la película de Guy Ritchie, al que le va el salseo como a todo el mundo.

Y este es precisamente el quid de la cuestión. El propio diario El Confidencial, en un asombroso ejercicio de periodismo creativo, reconoció que «el objetivo» de sus publicaciones era que «los más de cien mil socios del Real Madrid, que a la postre son los dueños del club, así como sus millones de seguidores por todo el mundo, puedan conocer la auténtica cara de Florentino Pérez más allá de actos institucionales o entrevistas públicas». El hombre a cargo de esa línea editorial, Kike Marín, el responsable de Deportes de El Confidencial, ha subrayado que «hemos conseguido desenmascararlo», como si él personalmente le hubiera quitado la careta del disfraz de Spiderman a Peter Parker. ¡Como si la cosa fuera un vídeo en el que se viera a Florentino sobornando a un ministro! Sin embargo, más allá de estas hilarantes cruzadas de tebeo de gente hecha y derecha, con una edad ya, que se toma a sí misma muy en serio («Sports Journalist» se describe Marín en su bio de Twitter, «marxista, de Groucho»), lo cierto es que el objetivo confesado por los editores ha fracasado: si se quería que «el madridista», como sujeto genérico, amorfo y bovino, se rasgase las vestiduras contra Florentino Pérez, por lo apreciado en las redes sociales el efecto ha sido más bien el contrario.

La gente de El Confidencial ha vendido esto como la prueba definitiva de que Florentino es el Leviatán conspirador, mafioso, déspota y corrupto que sus enemigos en política y prensa llevan diciendo que era desde hace más de veinte años. Ahí está el plutócrata parásito del poder, mataperiodistas e intocable capo de las obras públicas, reconociendo de viva voz que ellos tenían razón. Bueno. Si estos audios resultan ser todo lo que tienen contra Pérez, entonces se entiende mejor la sobreactuación de Marín, Uría y toda esa constelación de Chaves Nogales de Hacendado.

Porque todos hemos podido ver con ellos un Florentino muy alejado de esa hierática esfinge, del magnate todopoderoso e intocable y del gestor gris que administra el trasatlántico madridista como un funcionario de la burocracia zarista de cuento de Gógol. Lo primero de todo es que a Florentino han conseguido colarle una grabadora en sus reuniones íntimas, y repetidas veces, lo que destruye ese mito de oscuro malvado de Gotham. Florentino no es inaccesible y en España hasta en el despacho de un Ministro del Interior se puede poner un micro, como es sabido. El poder tiene muchos rostros pero a menudo son infinitamente más prosaicos y de andar por casa de lo que la gente se cree. Esto, a bote pronto, predispone al madridista a favor de su presidente, no sólo por la natural inclinación del público a ser benévolo con la víctima de un engaño sino porque confirma una de las sospechas que alentaba el discurso espontáneo y popular del madridismo «underground» tuitero, podcastero y youtubero, la de que el periodista es un elemento hostil, un tipo de aviesas intenciones que sólo quiere perjudicar al Madrid.

Y no es que el Madrid sea Florentino o de Florentino, como han pretendido hacer creer en El Confidencial con estas escuchas. Es que esos socios a los que se referían los periodistas, son los que llevan ya dos décadas confirmando su adhesión a la cosmovisión florentinista. Es decir, una gente que ha sido incapaz de levantar la alfombra en la Federación durante lustros de villarato, o quienes hasta hace dos días hacían la vista gorda con la bancarrota anunciada del Barcelona, por poner un par de ejemplos fáciles, nos viene ahora con que han desenmascarado a Florentino, que por lo visto lleva veinte años metido en un sótano del Bernabéu. El espectáculo es de los que hacen época y provocan rubor, cosa digna de mérito en un gremio de por sí despojado de las más elementales nociones de la vergüenza propia y ajena.

Lo que le ha hecho El Confidencial a Florentino es un favor. A través de un comunicado, el Madrid ya ha anunciado que el presidente emprenderá acciones legales contra los periodistas, pero eso es lo de menos. En realidad, en el año más peliagudo para la imagen pública del presidente, con su reputación seriamente dañada por el asunto de la Superliga y el enfrentamiento amargo con el icono de su presidencia, Zidane, el madridista de a pie ha visto confirmadas algunas intuiciones acerca de Florentino Pérez: sus opiniones sobre leyendas del club cuyos finales de carrera, respectivamente, adquirieron tintes cancerígenos; periodistas como Diego Torres, ariete de la redacción de Deportes de El País contra el Madrid de Pérez, o Relaño; agentes de turbia praxis, como Jorge Mendes, conglomerados empresariales en guerra abierta con el club desde los noventa como la misma PRISA o personajes que han marcado el devenir contemporáneo del equipo, como Mourinho. Estando de acuerdo en algunas cosas con Pérez o no, la verdad es que por fin uno puede volver a sentirse identificado con ese tipo fresco, audaz, inteligente, analítico, mordaz y seguro de sí mismo que irrumpió en las vidas del madridismo millennial para transformar al Madrid en el siglo XXI. El aficionado ha podido sentir esa química otra vez con su primus inter pares, que llevaba tiempo residiendo, como los faraones, muy lejos de su pueblo, en lo alto de una pirámide hasta donde era difícil que llegaran sus súplicas de pan. O en este caso, de coherencia deportiva en la planificación de las temporadas.

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Incluso la exposición pública de sus defectos puede jugar a favor de esa simpatía del aficionado. Florentino ha insultado a todo el mundo (menos a Zidane) y ha puesto como los trapos a tirios y troyanos. Se ha podido ver al hombre de visión preclara, nacido con la inteligencia superior del ingeniero; al hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido, al gran empresario, al constructor que observa el mundo y lo analiza en términos de eficacia, rendimiento y formalidad. Se ha podido ver también al hincha en estado puro con agudas impresiones futbolísticas, fruto del conocimiento adquirido desde niño. Florentino lleva dentro a un aficionado cualquiera y es muy sencillo que el madridista de infantería se vea reflejado en sus opiniones acerca de futbolistas y entrenadores, porque son las mismas: genuinas, nacidas de la verdad, nada que ver con los discursos prefabricados ni con sus apariciones institucionales, en las que se dirige al mundo como un papa. Es un hombre con opiniones, y esas opiniones lo devuelven de nuevo al mismo pueblo del que lo alejan todas las circunstancias externas: el gran dinero, la gran empresa, la bolsa, los salones ministeriales, las cenas del IBEX, la moqueta oficial.

El efecto adverso del anuncio de la Superliga, desde el principio percibida de forma innata por mucha gente como una merienda no de negros, sino de ricos, queda anulado por este Florentino arremangado, en mangas de camisa, que dispara contra todo el mundo defendiendo su idea de club, su idea de Madrid. Hay juicios disparatados, como los que tienen que ver con Cristiano: su mente de tecnócrata no concibe el alma de las divas, que son fuego y hielo a la vez, pues esa es la naturaleza de su genio. Lo mismo que hace a Ronaldo ridículo en algunas cosas, lo hace sublime en otras, y esa incomprensión también es la del aficionado mayoritario, cosa que, en el asunto de los audios, redunda en la sensación de identificación del madridista anónimo con su presidente «desenmascarado».

Al Confidencial hay que agradecerle en suma esta ruptura de la cuarta pared. Este Florentino es divertido, socarrón y adictivo. Por una semana ha dejado de ser una esfinge para ser alguien de verdad, de carne y hueso, un presidente noventero, incendiario y desacomplejado. También hay que darle las gracias a Kike Marín por desvelarnos la opinión real de Florentino acerca de las grandes cuestiones que modelaron esa corriente crítica de pensamiento madridista que nació en Internet a finales de la primera década del siglo XXI. Todo ese magma que surgió en la blogosfera y que luego se hizo algo tangible en Twitter dilucidó cuestiones de iconoclasia y legitimidad histórica: Raúl, Guti, Casillas, PRISA, la prensa, la dirección espiritual del Madrid, Mourinho, etc. A través de los años, la inquietud por el rumbo del club dio forma precisa a lo que empezó muchas veces como simple contestación rabiosa y como desamparo ante la ausencia de respuesta oficial en el establishment mediático. Florentino nos ha dado la razón, Florentino lo sabía.