Florentino pan y vino

Al pan, pan, y al vino, vino. Y parece que es una máxima que lleva a rajatabla Florentino. Llamar a las cosas por su nombre, definir situaciones y características de manera directa, sin circunloquios, es una cualidad digna de agradecimiento. Y lo es porque al comportarse uno así, muestra un respeto hacia su interlocutor porque no le hace perder el tiempo y no le toma por tonto.

Florentino pan y vino expresa sus opiniones en privado con libertad (o expresó lo que pensaba hace años, ojo) y parece que una parte del mundo se sorprende por ello. Hay algún ente humano de cualidades extraordinarias (Kike Marín) que tras la publicación de los audios privados de Florentino ha escrito por ahí: «Habla como si te estuvieran grabando y obra siempre como si nadie te estuviera viendo». No, querido compañero de especie, como bien dice Manuel Matamoros, «la Constitución ampara que podamos definir nuestro ámbito de intimidad como si nadie pudiera grabarnos, para no tener que reducir nuestra vida a la del que malvive en un estado policial o rodeado de delincuentes».

Legalmente, Florentino tiene todo el derecho del mundo a expresar libremente sus opiniones en privado. Del mismo modo que si las famosas grabaciones las hubiere realizado uno de los intervinientes no sería delito. Y, según jurisprudencia del Tribunal Constitucional sobre la libertad de información, si dicha información ha sido obtenida de manera lícita, tampoco es delito su difusión si es de interés público. Otro asunto es que quien hubiese obtenido esas grabaciones no hubiera sido uno de los intervinientes en las mismas. Pero las cuestiones legales mejor las dejamos para los expertos.

Dicho lo cual, la situación ética es bastante clara. Alguno se ha apresurado a poner el grito en el cielo por las opiniones personales de Florentino expresadas en privado. Pero no tengo ninguna duda de que lo grave de este asunto —desde el punto de vista moral, insisto, no legal— es sacar a la luz pública diálogos de una persona sin el consentimiento de esta, como bien apuntaba Jesús Bengoechea en su artículo «Violar el off-the-record».

No pretendo con este artículo defender a Florentino, que es una persona adulta y capaz para defenderse él mismo, de hecho, estaría bueno que importase algo mi opinión al respecto. Lo que intento expresar es el rechazo que me producen estos comportamientos deshonestos, la traición, el atentado contra la intimidad de las personas. Y la repugnancia de los que pretenden linchar a alguien por manifestarse libremente en privado. Esto da idea de la catadura moral de estas personas.

No entro a juzgar lo acertado o desacertado del contenido de las grabaciones, porque (aunque muchos no lo entiendan) es lo menos importante, todos tenemos derechos a exteriorizar nuestros pensamientos en confianza y libertad. Lo importante es sugerir que está mal actuar así, es decir, que no podemos ser libres.

Todo lo que se está publicando estos días ya había sido difundido con anterioridad, es de hace tres lustros en algunos casos y no son hechos delictivos, sino opiniones. Si se pretende demonizar a alguien por opinar y que sus palabras sean publicadas sin su consentimiento quince años después, la sociedad resultante de esa pulsión es abominable.

Repito, esto no me parece grave porque sea Florentino. En su momento también me parecieron fuera de lugar las filtraciones de un chat de alguien con quien no tengo ninguna afinidad como es Pablo Iglesias. Es un problema de libertad personal, de respeto a la intimidad, de no traicionar. Es un asunto de educación básica al fin y al cabo.

Fotografías Imago.