En Los Soprano, Phil Leotardo, del clan de los Lupertazzi, reniega de que por más que ascienda en la jerarquía criminal de Nueva Jersey, su «fucking legacy» siempre estará relacionado con su apellido, pronunciado con sorna por sus enemigos. Como le pasó al Pocero, a quien ni siquiera levantar imperios de ladrillo en el desierto le valió para dejar de ser conocido por el oficio de su padre, siempre habrá hijos de nadie a los que ni siquiera conquistar el mundo les será suficiente para conseguir eso que no se consigue con dinero: la aceptación del «beau monde». O sea, la gente guapa, la gente que nace en cunas de oro. El Gran Dinero, que como todo el mundo sabe, sí que tiene linaje. Y apellidos. Y estirpe. Hay un dinero que vale más que otro. Por ejemplo, Mino Raiola, el representante de la pieza más cotizada de la orfebrería balompédica mundial en este momento, suele ser considerado despectivamente por el negocio que hizo prosperar a su familia en Haarlem. Echaba una mano en la pizzería que sus padres, emigrantes campanios, habían montado en Holanda. Hoy tiene una cartera de futbolistas por valor de 877,4 millones de euros, sin contar con los jugadores cuyo valor de mercado, según Trasnfermarkt, es menor de un millón de euros. Créanme, he hecho la suma.
Mino Raiola, el representante de Haaland, suele ser conocido despectivamente como el pizzero, por el negocio que hizo prosperar a su familia en Haarlem
Entre sus apadrinados están Pogba, De Ligt, Verratti, Donnarumma, el hijo de Kluivert, el de Thuram y, por supuesto, el cyborg noruego, Haaland. Antes ya se había hecho célebre, y millonario, labrando una ruta entre el norte de Europa e Italia por la que transitaron Nedved, Bergkamp o Ibrahimovic, nada menos. Raiola siempre ha movido a superestrellas a través de superequipos y mirando palmarés y cuenta corriente de casi todos ellos, no parece que lo haya hecho muy mal. Con Pogba, pero sobre todo con Haaland, su nombre siempre es inherente a toda conversación acerca del interés del Madrid por esos jugadores: para fichar a Pogba o al Cristiano vikingo, hay que seducir antes a su agente, y es aquí donde surgen los interrogantes de tipo moral a los que el fútbol de hoy es tan dado de un tiempo a esta parte. Raiola tiene fama de pesetero, de ladino, como si entre los representantes futbolísticos hubiese algún santo que trabajara por amor al arte y perdiera dinero con gusto. Como dice un amigo, Raiola es un tío que se hace rico haciendo ricos a sus representados. Seguramente la mala fama se la creó enemistándose con los grandes próceres del fútbol italiano de los 90. El modelo de negocio de Raiola resultaba algo revolucionario: intuyendo el camino del negocio, se dedicó a reforzar la posición de los futbolistas y por tanto la suya propia, como mercader de sus derechos, ante los clubes. Independizarlos hasta donde fuera posible, en una palabra. Hasta el punto de que si hoy ya es ley que (casi siempre) los jugadores fichan y cobran por quienes ellos quieren y cuanto ellos quieren, es en gran medida por sus métodos. Él entendió que el futbolista es, de verdad, la gallina de los huevos de oro del fútbol, y que toda la industria gira sobre este punto de apoyo. Naturalmente, esto choca frontalmente contra la concepción rígida del business que tienen la FIFA o las federaciones nacionales. Por ejemplo, la italiana, que promovió su «baneo» del calciomercato durante algunos meses por un asunto relacionado con traspasos millonarios de chavales adolescentes. También choca con esa visión caudillista que tenían los presidentes antes, para quienes los futbolistas eran patrimonio exclusivo del club y hacían con ellos lo que querían, como manifestó Lopera cuando amenazó a Joaquín con mandarlo a jugar «a Albacete o a Rusia» si no se avenía a sus intereses.
A los entrenadores, sobre todo a los de la vieja escuela como Ferguson o Capello, tampoco suele caer bien por lo mismo: Raiola, que tiene pinta de soldado de Tony Soprano que se pone a rendirle cuentas al boss de su «plaza» mientras engulle un cuarto de prosciutto sobre un mantel de cuadros rojos y blancos, trata sin embargo a sus representados como Ari Gold, el mánager de Entourage. «El 99% de los representados son mis amigos».
El primer Florentino se parecía en algo a Raiola: sabía que el futbolista tenía un poder abrumador sobre su propio futuro y lo utilizaba para FORZAR a los clubes a ponerles un precio
Se dice que Raiola no le cae bien tampoco a Florentino porque, como dice por ejemplo José Luis Guerrero en un perfil que le hace en AS, «es Raiola quien pone las reglas, algo a lo que no está acostumbrado el presidente del Real Madrid, y menos en un mundo de jóvenes multimillonarios futbolistas». Esta teórica incompatibilidad hace dudar a los diletantes sobre la llegada en un futuro próximo de Haaland al Madrid, o de la de Pogba, en su defecto. Como si Roma no pagara traidores ni Florentino se sentara a la mesa con chalanes, su oronda figura aparece como obstáculo insalvable a la hora de imaginar al 9 rubio de blanco. Lo cierto es que Raiola no lleva a cabo ninguna audacia que no haya sido hecha ya antes y, por ejemplo, por Bernabéu, famoso por birlarle futbolistas al Barcelona mandando emisarios en avión tras leer en la prensa que los culés iban en barco o no soltando la presa de Di Stéfano. El primer Florentino, aquel que según Valdano había dado un máster en negociación con el fichaje de Ronaldo, se parecía en algo a Raiola: sabía que el futbolista tenía un poder abrumador sobre su propio futuro y lo utilizaba para terminar forzando a los clubes a ponerles un precio. Ahí están los fichajes de Zidane, Ronaldo y Beckham para testimoniarlo. Sobre todo, choca esa supuesta intransigencia florentina con Raiola, por «pícaro de las negociaciones, que desespera a presidentes y entrenadores, y un experto del lucro» siguiendo el retrato de Guerrero cuando Mendes ha traído y llevado futbolistas del Madrid como Pedro por su casa. Mendes, balón de oro de los representantes según los Globe Soccer Awards y también de la contabilidad creativa: no hay más que ver cuántos representados por Gestifute han pasado por los juzgados previa cita de la Agencia Tributaria para tener claro que en el mundo de los Agentes FIFA no hay querubines ni unicornios.
A lo mejor las discrepancias con Raiola tienen que ver con que, tratando los asuntos, Florentino y él se parecen mucho (tipos duros de pelar en las negociaciones) y, de cara al público, no se parecen en casi nada. Si Florentino es discreto, comedido, prudente y absolutamente reacio a confrontar delante de los micrófonos, Raiola no se corta, va por ahí en bermudas, salta a celebrar los títulos al césped con sus futbolistas como si perteneciera al staff técnico de los equipos y le dice a la prensa lo que piensa en cada momento. También puede ser que Raiola es un enemigo declarado de la FIFA y Florentino, uno de sus principales aliados en la cruzada que la gran confederación del fútbol mundial ha emprendido contra la UEFA con el objeto de reprogramar el fútbol durante el próximo lustro. En ese nuevo fútbol el futbolista, como dijo Kroos, cada vez va a pintar menos, y para Raiola el futbolista es lo más importante. Cuando pasan cosas así Florentino suele mostrarse inflexible, pero el presidente también ha demostrado siempre la sagacidad necesaria para entender que, a veces, lo mejor para el Madrid es dilatar los límites de su «modelo de gestión»: lo hizo con Mourinho y lo hace con Zidane, los dos únicos entrenadores que le han forzado la mano a la hora de decidir altas y bajas. Zidane quiere a Pogba y todo el mundo lo sabe. Pogba puede que sea la llave de Haaland, y Haaland puede que sea la llave del nuevo gran Madrid campeón, visto que sacar a Mbappé de París sólo podría hacerse conquistando militarmente la península arábiga. Quizá al final con Raiola haya que aplicar la lógica vaticana, poniéndole una vela al Diablo con una mano sin que la otra mano se entere.
Fotografías: Getty Images.
Si el entrenador es el mismo que ahora, es inútil fichar a Haaland porque va a jugar más o menos lo mismo que Jovic y encima va a costar el doble que el Serbio.
Las casas se construyen por los cimientos no por el tejado. Primero fichemos a un entrewnador de verdad, que es lo que pide a gritos este club (ojalá Naiggelsman) y que sea él quien decida que jugadores son los que necesita, y no sea como ahora que el club va por un lado apostando por talento joven y el entrenador va por otro apuestando por el Madrid de Veteranos.
Muy lucido, totalmente de acuerdo
Zidane ya dijo que él no lo ha pedido, que él solo se concentra en los jugadores que están actualmente. En otras palabras no quiere competencia para un hombre de 33 años como Benzemá y menos que sea un joven de 20 años (aunque al modo de ver de muchos los dos pueden formar una dupla de ensueño) ya sabemos que Zidane no haya que hacer con jóvenes talentosos y no les encuentra acomodo ni siquiera en rotaciones para dar un poco de descanso a los viejos, los cuales quiere que lo jueguen todo y todos los minutos, digamos que es todo lo contrario de Koeman, que pone a jugar a los jóvenes y ¡vaya que sabe sacarles provecho!
En mi modesta opinión, creo que La Partida ya ha empezado y Don Florentino lo hace con blancas.
Mientras esté de Presidente de la Entidad, estoy muy tranquilo.
Viendo el panorama de la pandemia, que no avanza, éste año vuelve Kubo para chupar banquillo.
Hace unos años sabíamos quien iba a ser el nuevo fichaje blanco antes que la prensa. Si fuese así ahora, nadie dudaría que Haaland sería jugador del Madrid este año. Para mí es el jugador más necesario. Es de carácter madridista. Es el jugador que más aportaría al equipo y que marcaría otra época gloriosa. Esperemos que los buenos tiempos vuelvan a la casa blanca y veamos a Haaland de blanco. Erling, te espera Martin, y la buena afición.
El problema es que Martin le puede decir que no se le ocurra venir porque con ZZ va a jugar lo mismito que juega él. Que, mejor, espere a haber cumplido los 30 años y, así, podrá tener una oportunidad.