Florentino, el retorno del rey

El asunto Mbappé, affaire, por mejor decir, tratándose como se trata de un french job, ha generado ruido y furia en cantidades apocalípticas, como era de esperar. Pero de entre todas las cosas que se pueden decir acerca de esta operación «multinivel» que ha sacudido la última semana del mercado de fichajes, hay algunas consideraciones que no tienen mucho que ver con su resultado final y sí con implicaciones más profundas. Con lo que se llamaría «el subtexto» de la noticia. Por ejemplo, el lugar de privilegio en el imaginario global que recupera Florentino Pérez después de todo esto, que a mi juicio no es tema baladí, pues cuando se trata de estas alturas, todo, incluso el dinero, está subordinado a la imagen de poder que todos los grandes hombres tratan de ofrecer al mundo. La de Florentino sale reforzada.

hay algunas consideraciones que no tienen mucho que ver con su resultado final y sí con implicaciones más profundas. Por ejemplo, el lugar de privilegio en el imaginario global que recupera Florentino Pérez después de todo esto, que a mi juicio no es tema baladí

El otro día comentaba que todo este culebrón no convenía que se alargase demasiado por el propio interés de los espectadores. Pero en mi pobre análisis me dejé algunos pelos en la gatera. En efecto, las circunstancias del mundo y del fútbol han cambiado mucho con respecto a la era de los galácticos. Entonces, con dinero, se podía pagar una cláusula de rescisión. Los jugadores también podían ponerse en rebeldía, puesto que esa misma rebeldía encontraba base en la necesidad de Juventus, Manchester United o Inter de aceptar cantidades desorbitadas con arreglo a una futura rendición de cuentas ante accionistas, dueños y consejos de administraciones. Hoy, cuando el PSG es la agencia de relaciones públicas en Occidente de un emirato construido sobre un pozo de oro infinito, nada de todo eso tiene sentido.

Del mismo modo es diferente la actitud de Florentino, del madridismo en general. En el panteón de frases madridistas para la Historia hay tres que están esculpidas en mármol pentélico: «Fuera del Madrid hace mucho frío», «El Madrid siempre vuelve» y «El tren del Madrid sólo pasa una vez en la vida». Pero el tren del Madrid se ha llevado cuatro años esperando en la estación de Mbappé. Esto, en sí mismo, es una anomalía histórica. «El escudo está por encima de cualquier nombre» se ha esgrimido para fundamentar que no se renovara a Ramos, disculpar las idas y venidas de Zidane o despedir con viento fresco a Cristiano Ronaldo. Pero lo que parece claro a estas alturas, y más con el affaire Mbappé, es que el escudo no puede estar por encima de la propia supervivencia del Madrid como equipo de primerísima fila en el panorama internacional del fútbol post-COVID, un panorama dominado por instituciones cuyo modus operandi es el filibusterismo, es decir, por clubes-Estado.

el escudo no puede estar por encima de la propia supervivencia del Madrid como equipo de primerísima fila en el panorama internacional del fútbol post-COVID, un panorama dominado por instituciones cuyo modus operandi es el filibusterismo, es decir, por clubes-Estado

Esto es lo que ahora se me antoja capital en el modo de conducirse de Florentino y el Madrid en este calciomercato. Mbappé vale lo que pidan por él puesto que el Madrid intenta ficharlo sólo porque sea un excelente delantero de 22 años con potencial suficiente como para convertirse en el mejor jugador del mundo en poco tiempo, y durante al menos una década. En este caso la diferencia entre precio y valor es abismal: los doscientos millones de euros están comprando la viabilidad de la «marca Real Madrid» en la aristocracia del deporte en medio de un contexto en repliegue, con los grandes y pequeños del fútbol devastados y renegociando deuda por todas partes, y en especial con una situación dantesca en lo que toca a España. Pensar en fichar a Mbappé, ahora mismo, en una España moral, social, laboral y económicamente hecha unos zorros después de la pandemia, es pensar en grande, o sea, una verdadera subversión, algo que conecta a Florentino no sólo con su propia trayectoria sino con la tradición madridista de audacia, que es una de las razones que explican que el Madrid sea lo que hoy es en el mundo.

Esto amerita cualquier negociación por Mbappé. Se lo compara con Haaland y seguramente ambos sean los futbolistas que dominen este juego los próximos diez o quince años, sucediendo a la histórica rivalidad entre Cristiano y Messi. Pero Haaland no es la estrella del club-Estado más poderoso y arrogante del nuevo orden internacional. Mbappé, sí. Pretenderlo es lanzar al mundo varios mensajes. El primero, que mientras que, por ejemplo, el más directo adversario del Madrid en todos los órdenes, el Barcelona, derrochaba el dinero y se endeudaba hasta la bancarrota a la vista de todo el mundo, el Madrid, siguiendo la senda del capitalismo original (¡de rostro humano!), ahorraba. Ahorraba para tener el músculo financiero suficiente como para golpear el corazón de una hidra que está transformando el fútbol contemporáneo en un juego adulterado.

En el casoMbappé, la diferencia entre precio y valor es abismal: los doscientos millones de euros están comprando la viabilidad de la «marca Real Madrid» en la aristocracia del deporte en medio de un contexto en repliegue, con los grandes y pequeños del fútbol devastados y renegociando deuda por todas partes

Qatar, comprando el PSG en 2011 a través de uno de sus fondos de inversión, llevó a término la transformación de las reglas que había iniciado Abramovich con su Chelsea: el dinero ilimitado procedente de la explotación de sus reservas de gas y petróleo reformulaba el tapete en el que antes se movían Florentino, los Agnelli, Laporta, los Glazer, Moratti o Berlusconi. La vieja guardia del fútbol mundial ha ido quedando fuera de juego desde entonces: el United no gana una liga desde 2013, el Milan ha quedado reducido a un Villarreal, la Juve ha tenido que desprenderse de la nómina de Cristiano por pura impotencia salarial, el nuevo Inter campeón se ha desarticulado en una temporada y ante la quiebra técnica del Barcelona sólo han resistido Bayern y Real Madrid.

Ante este panorama, Florentino tenía dos opciones. La conservadora habría sido seguir ahormando un equipo compacto y de transición con todo ese dinero ahorrado, siguiendo la pista trazada por la dirección deportiva del club desde la final de Kiev en 2018. La audaz es la que ha elegido: enfrentarse a un poder nuevo y misterioso dirigiéndose directamente al palacio del emir, justo el año antes del Mundial de Qatar, que es la joya de la corona de la monstruosa campaña de publicidad y blanqueo montada por la archirrica teocracia del golfo pérsico. Es una empresa literaria, romántica, quijotesca, que supera el marco de los largos almuerzos en el Pitina II porque no se trata de gente normal, de businessmen europeos, de gente cuyos códigos puedan resultar accesibles a Florentino y a cualquier otro presidente. Son qataríes, los amos del mundo. Controlan PRISA, Porsche, el Empire State, bancos en Suiza y en Francia, Harrods. No necesitan vender y tampoco les interesa perder potencial de cara al mundo antes de agarrar por fin la Copa de Europa, que es el objetivo publicitario número uno, al que lo subordinan todo.

Ante este panorama, Florentino tenía dos opciones. La conservadora habría sido seguir ahormando un equipo compacto y de transición. La audaz es la que ha elegido: enfrentarse a un poder nuevo y misterioso dirigiéndose directamente al palacio del emir, justo el año antes del Mundial de Qatar, que es la joya de la corona de la monstruosa campaña de publicidad y blanqueo montada por la archirrica teocracia del golfo pérsico

A estos sultanes todopoderosos Florentino los ha presentado como vulnerables en apenas una semana. Esa sensación de regreso, de «retorno del rey» que ha acompañado la infinita cadena de rumores y contrarrumores en torno a Mbappé se ha ido construyendo con memes, insiders y toda una modernísima narrativa que fundamentalmente se ha desarrollado en redes sociales y que ha sucedido por completo al margen del «guion tradicional» de las cosas del mundo que era hasta ahora la prensa convencional. Florentino, que dijo una vez que pretendía «digitalizar» al Madrid, lo ha puesto otra vez en el candelero y eso es en sí mismo un triunfo mediático que va más allá de fichar a Mbappé o no ficharlo. Lo ha hecho además en su peor año como presidente, al menos, en su año de mayor exposición periodística, el año de la Superliga, de la guerra frontal con Tebas y Ceferin. Cuando parecía acabado, Florentino vuelve a sacudirlo todo con una operación que nos devuelve a los primeros 2000 y a su erotismo galáctico. Todo se ha hecho en Twitter y en Twitch. Se han inventado eslóganes que trascenderán el lenguaje deportivo. El tic, tac. La tortuga. Todo ha formado parte de un show que ha revitalizado a España en un mes de agosto abúlico, aburrido, lleno de malas noticias. El viejo club de los aristócratas muertos ha resucitado de la mano del más grande, rememorando estrategias galácticas pero adaptadas a un entorno nuevo, más joven, más dinámico, fresco, igual de histérico pero más divertido. Por primera vez, también, alguien desde dentro del periodismo español ha creado algo que es tendencia fuera, por primera vez no se copia lo que se hace en Anglosajonia, sino que se exporta: la hilaridad chiringuitera, la ficción audiovisual que rellena horas y horas de contenido partiendo de la más absoluta nada.

Cuando el Madrid se enfrentaba al Chelsea en las semifinales de la pasada Copa de Europa pude comprobar que había muchos aficionados milanistas o, en Inglaterra, de clubes con pedigrí, que apoyaban al Real contra el tridente de equipos «inventados» por el dinero del petróleo, del gas, el dinero de las oligarquías orientales y de los negocios turbios. Con esto de Mbappé ha pasado un poco lo mismo, se palpaba esa sensación generalizada de que ojalá lo consiga el Madrid, que conserva, como dice Hughes en ABC, la seducción del prestigio, del nombre, de la historia, de todo eso que no se puede comprar.

Florentino, que dijo una vez que pretendía «digitalizar» al Madrid, lo ha puesto otra vez en el candelero y eso es en sí mismo un triunfo mediático que va más allá de fichar a Mbappé o no ficharlo

Ofertar tanto dinero por el niño bonito del fútbol francés, por el icono de la francesidad y de la francofonía, heredero directo de Zidane y de Benzema en lo estético, en lo publicitario, en lo que tiene de símbolo del mestizaje de la Francia de hoy, de la Europa de hoy por extensión, y parecer capaz de arrebatárselo al nuevo gallo del corral, es una operación que sitúa al Madrid otra vez en la pole. Todo esto, por no olvidarlo, con el Nuevo Bernabéu a meses de reestrenarse. Es un mensaje al mundo: estamos aquí y venimos en serio. El Madrid no sólo no abandona el proyecto de la Superliga sino que le mantiene el órdago a la UEFA picando alto en la huerta de su nuevo hombre fuerte, un Nasser al que esta operación ha dejado, a la vista de todo el mundo, como lo que en realidad es, un simple testaferro del emir qatarí. Sin dar una información directa a nadie, pero asegurándose de que todo se hacía con luces y taquígrafos (¿alguien recuerda una subasta tan pública, a este nivel, en la historia de los fichajes?) Florentino ha desmontado la supuesta cadena de mando del PSG y ha hecho quedar al club más odiado de Francia como un serrallo del emir que rechaza un dinero obsceno por un «activo» a punto de desamortizarse mientras que el resto de la Ligue 1 suda tinta china para cuadrar cuentas y sobrevivir. El PSG queda como poco más o menos que una cárcel de ilusiones, «Prison Saint Germain» como se ha popularizado ya en Francia, y eso también es un efecto que habrá que ver qué duración tiene en el futuro, con respecto a lo que piensen los jugadores que ya jueguen allí o puedan jugar allí. Con o sin Mbappé, todo esto ha sido ya un éxito, porque el resto de grandes estrellas del fútbol de hoy saben que el Madrid sigue siendo el Madrid, y que puede ficharlas. Se ha medido con el gran ogro omnipotente, y ha demostrado que podía hacerlo.

Fotografías Imago.