Una tarde cualquiera de 2021, probablemente una tarde de logros de objetivos empresariales y deportivos, si tiramos de estadística, Florentino Pérez se adentra en su despacho de la T4, se sienta en su silla de piel negra y ojea su móvil por debajo de las gafas. Escucha un ruido, eleva la mirada levemente y observa unos zapatos negros en frente de su mesa, seguidos de unos calcetines oscuros, un pantalón de corte antiguo, un chaquetón, la cara de Santiago Bernabéu y un sombrero.
—¡Dios Santo!, ¡qué susto! —exclama el actual presidente.
—Tranquilo, Florentino, tranquilo.
—Don Santiago. Pero, ¿cómo puede ser?... ¿Estoy muerto?
—Podría ser, pero no. Simplemente he venido a comentarte una cosa —replica Bernabéu con campechanía.
Florentino se ajusta las gafas con las dos manos, se recoloca la corbata, traga saliva y se seca el sudor. Hacía demasiados años que no se ponía nervioso al hablar con alguien o con lo que fuera aquello. ¿Su obsesión con Santiago Bernabéu le había vuelto loco? ¿Le había dado un ictus? Dudaba entre seguir hablando con él o irse a urgencias.
Mientras divagaba, el ente se sienta en una silla y coloca el sombrero a la izquierda.
—Llámalo una iluminación. Te estás haciendo mayor y te toca hablar con el Señor y me ha elegido a mí. Creo que va siendo hora de premiarte por todo lo que has hecho por nuestro club. La Ciudad Deportiva, a la cual debes ponerle tu nombre de una maldita vez; el Nuevo Bernabéu, al que, por cierto, ten cuidado con esas lamas que te han diseñado; todos los títulos y los grandes jugadores, pero, sobre todo, haber mantenido esa ética y esos valores que tanto me costaron implantar y que otros han intentado profanar. Eso es lo que más valoro.
—Muchas gracias, don Santiago, pero no necesito premios. El premio ha sido permitirme cumplir mi mayor sueño: seguir sus pasos. No necesito más.
—Déjate de humildad, que sé que no eres tan humilde. Te conozco desde pequeñito. Dime qué quieres.
Florentino consigue sacar algo de cordura para pensar a la vez que sigue valorando ir a Urgencias.
—Si tuviese que pedir le pediría poder adquirir al jugador perfecto. Antes de dejar la presidencia me gustaría poder fichar el jugador que no tenga ninguna debilidad, que sea fuerte y veloz, hábil y que meta goles, que defienda y tenga capacidad de sacrificio. Un todocampista como don Alfredo pero que tenga la planta y la elegancia de Zidane. Que no tenga miedo al contacto pero que sepa cuidar la pelota. Un jugador que sea madridista y lleve los valores blancos en sus genes. Un líder carismático que cuide a su compañeros, solidario y empático, que acate las órdenes de los entrenadores y que ponga al equipo por encima de su ego. Que sonría a la prensa y eleve la marca del Real Madrid. Con una cabeza bien amueblada y una familia fiable y unida.
—¿Sólo eso? Por supuesto que se te concederá ese deseo. Pero sabes que la perfección no existe, por lo que habrá que ponerle algún defecto.
—¿Qué defecto? No quiero a un jugador que vuelva a tener debilidad por las noches madrileñas —declara Florentino recordando pasados oscuros.
—No, no, tranquilo. Será inglés y hablará español fatal. Ese será su defecto. Lo ficharás en 2023, costará mucho menos de lo que su talento atesora y cambiará el rumbo de la Historia del club como hicieron Alfredo, Zidane y Cristiano, entre otros.
—¿Y cómo sabré quién es?
—Lo sabrás, no te preocupes. Pero…
—¿Otro pero, don Santiago?
—Sí. Tendrás que renunciar a Mbappé.
Florentino mira hacia abajo, duda, se retuerce sin cambiar el rictus. Vuelve a tragar saliva.
—Lo haré. Pero me gustaría saber por qué. Mbappé y ese jugador que me concederás podrían marca la Historia del futbol mundial para siempre.
—Sabes bien por qué quiero que renuncies al francés. Te lo dicen los ecos de tu mente, ese runrún que intentas ignorar pero que sabes que está ahí. Aun así, cuando fiches a nuestro jugador te irás dando cuenta.
—En realidad es un buen chico pero, si no consideras que sea lo correcto, no lo ficharé.
—Bueno venga, lo dicho, me voy que tengo prisa. Tengo que ganarme las alas de nuevo y hablar con Laporta sobre demasiadas cosas.
—¿Laporta? —salta Florentino.
—Sí, Laporta, sí. El Señor es demasiado misericordioso y su voluntad inquebrantable —afirma Don Santiago con cierta resignación.
Bernabéu se da la vuelta con lentitud y se coloca con aplomo el sombrero. Camina con seguridad hacia la salida.
—Una última cosa, don Santiago.
El ente se para. Y mira hacia atrás sin apenas girar la cabeza.
—¿Qué tal lo he hecho?
—Bien, hijo mío, muy bien. Ya me has superado —contesta el histórico mandatario.
Florentino se estremece en su interior y se le humedecen los ojos por primera vez en nueve años. Don Santiago desaparece.
El presidente se intenta recomponer levantándose y quitándose la chaqueta. Ha sudado más en esos cinco minutos que aquella noche del fichaje de Ronaldo Nazario encerrado con Valdano. Mira por la ventana. Llaman a la puerta, se asoma Fayza Lamari.
—¿Fayza? —pregunta en alto alucinando.
Fayza entra sin pedir permiso, es una Fayza diferente, camina como si fuese un hombre, lleva una gabardina dos tallas mayor y su mirada es perturbadora y frenética.
—Presidente, tengo una oferta mejor que la que le acaba de ofrecer ese impostor de Santiago Bernabéu.
Florentino se sorprende. ¿Cómo sabe que acaba de ver a Santiago? Su voz es más aguda y altisonante. Fayza se acerca rápidamente a la mesa y pone las manos sobre ella con cierta violencia.
—Te puedo conceder a ese jugador perfecto que te ha otorgado Santiago pero sin renunciar a Mbappé. ¿Por qué renunciar a la excelencia? ¿No crees que el verdadero Santiago nunca renunciaría a ella?
—¿A qué precio, Fayza?
—A ninguno. Bueno, todo tiene un precio, pero es ínfimo para lo que puedes llegar a ganar. Solo sería sentarse y hablarlo —contesta sudorosa la supuesta Fayza mientras lanza una sonrisa maquiavélica.
Florentino duda.
Abre los ojos. Está en su casa. Se ha debido de quedar dormido en el sillón del salón viendo el resumen del Real Madrid-Nápoles. Le duelen las cervicales. Piensa en Bellingham y sus quince goles. Piensa en Endrick, Rodrygo y Vinicius.
Piensa en Mbappé.
Getty Images.
Que bueno.Me encanta esa fotografia de Bellingham con los brazos abiertos, irradiando felicidad ,y mas arriba ese fotograma de: Qué bello es vivir, una de mis pelis favoritas.
Las personas más inteligentes suelen necesitar de las dudas. Paradójica o, según se mire, consecuentemente los individuos Mas pazguatos apenas dudan.
Jajaja cuánta razón gastas!!!
Preciosa parábola. Las dudas están ahí, en la mente de Florentino Pérez, que piensa que el francés puede madurar... ¿Qué haría Bernabéu en su lugar? Y entonces recuerda lo que este le ha dicho en el sueño y le vienen a la mente sabias frases proverbiales: la avaricia rompe el saco, menos es más... De repente, siente un escalofrío pensando en el ser que se oculta en la figura de Fayza Lamari...