En Colombia somos muy de extremos. Vanagloriamos y al día siguiente condenamos. Ensalzamos y a la hora siguiente despotricamos. Honramos y al segundo siguiente insultamos. Y así hemos crecido, hemos progresado y hasta hemos ganado algún titulo importante.
La fiesta de James fue la fiesta del país futbolístico, la del premio Puskas, la del mejor gol del Mundial de Brasil, la fiesta del "¡Colombia va bien!", la fiesta de la camiseta merengue con el mítico 10, la fiesta del chico trabajador y humilde que llega al pináculo de los elegidos, la fiesta a la que todos queremos estar invitados.
Pero los que vamos peinando hilos de plata sabemos que tras la fiesta hay dolor. La fiesta nos deja con la boca seca, con punzadas en la cabeza y una voz interna que nos recuerda que nos "vaaaaamoooosss a moooorriiiirrrr". Y es ahí cuando juramos que en la próxima fiesta no habrá excesos, no nos dejaremos pillar....
Las playas del Caribe colombiano están pobladas por unas mujeres recias, curtidas y que habitualmente llevan una ponchera llena de frutas en la cabeza; se las conoce como palanqueras... Esas mujeres saben mejor que un avezado galeno lo que hay que hacer para evitar las consecuencias malditas de la fiesta. Un salpicón de frutas con borojó, patilla (sandía), piña y papaya levantan el ánimo de cualquier humano "afectado" por la resaca que deja la fiesta. ¡Y vive Dios que la fórmula ancestral funciona!
Hace pocas lunas una de esas palanqueras estuvo recorriendo Madrid con su ponchera llena de frutas colombianas. La vi por la puerta de Alcalá, estuvo en Campo de las Naciones y me la topé en la fuente de Cibeles. Y aunque no me consta que se hubiese encontrado con James, creo que su remedio sí llegó hasta Valdebebas. El cuerpo de nuestro 10 más internacional ha recuperado su alma y está dispuesto para montar la fiesta donde debe ser, en el terreno de juego.
Una de las ventajas de la juventud es que permite recuperarte rápidamente de los embrujos del destello de las luces de la sala de fiestas, del ruido de los altavoces que retumban con el electrolatino, de la saturación que provocan los excesos en los músculos. Un trozo de guanábana, un juguito de lulo y dos pitayas obran el milagro.
Sabemos los colombianos que en James hay mucho fútbol concentrado, casi tanto como azúcar en un mango. Si en algún momento lo tildamos de fracaso es debido a ese prurito nuestro de pasar del halago a la condena sin solución de continuidad; pero en el fondo sabemos que lo mejor de la esencia balompédica que atesora ese jovencito está por llegar, así que de momento tomémonos un jugo de curuba o de maracuyá y démosle tiempo al tiempo.... ¡Ustedes los madridistas lo disfruten con salud!
La Galerna trabaja por la higiene del foro de comentarios, pero no se hace responsable de los mismos