Festejos otoñales

El Real Madrid está haciendo amigos en estos días en los que la lluvia asoma y el frío va avisando poco a poco de su aterrizaje. Como si fuéramos una ONG, estamos cosechando empates aquí y alguna derrota allá para que los más necesitados se lleven alguna alegría ahora que otoño no huele a título. Somos así.

Anoche empatamos ante un señor equipo como el Tottenham en un partido espectacular que cualquiera pudo haber ganado. Hubo ocasiones de todos los colores y paradas también de todos los colores, pero el partido acabó 1-1. Siete puntos de nueve y la clasificación para octavos de final de la Champions League bastante encaminada. Pese a ello, se atisba una felicidad extraordinaria en el mundo anti, aquel que sonría durante dos trimestres y se esconde en primavera.

Desliza la prensa catalana que jugar en el Bernabéu es un chollo para el rival. Lo es para casi todos menos para el Barcelona, que se llevó un baile en la Supercopa de España que ríete tú del vals de los novios después del banquete. Esa noche, más que un chollo el Bernabéu les debió parecer un rollo. O una pesadilla, que también es probable.

La historia es que ellos ya imaginan una temporada en la que el Real Madrid no pare de pinchar en casa, como si otoño fuera eterno o el equipo de Zidane no hubiera demostrado sobradamente su capacidad de crecimiento. No han aprendido nada y tampoco nos importa. Menos mal que hoy juega su cuartofinalista favorito y han conseguido integrar a Paulinho en su procés particular, que no es otro que el de ensalzar a Messi por encima de todas las cosas: "Es un placer correr para Leo", dice el brasileño. El placer es nuestro, amigo.

Mientras en Barcelona disfrutan de sus festejos otoñales, en Madrid se debaten entre la exhibición de Lloris y Navas -Marca- y el disfrute mesurado por otro pinchazo en el Bernabéu -AS-. Lo cierto es que no nos sorprende que se intuya goce de Relaño tras el empate de ayer. El problema es que la temporada es larga y vamos a estar sí o sí en octavos de final de la Champions League, esa competición de la que él habla mientras nosotros la ganamos.