Ferland Mendy, el quinto mosquetero

Reapareció Ferland Mendy el pasado 19 de octubre, tras un pequeño calvario de cinco meses, en los que se perdió, por ejemplo, la posibilidad de jugar la Eurocopa con su selección.

Desde entonces (0-5 ante el Shakhtar en Kiev), 13 partidos disputados, con 12 victorias (las últimas 10 seguidas, serie todavía en curso) y tan solo un empate hace ya casi dos meses, 0-0 ante Osasuna en el Bernabéu.

Recordemos que en los primeros lances de la temporada actual, Ancelotti probó en el lateral izquierdo a otros cuatro futbolistas (Nacho, Alaba, Miguel Gutiérrez y Marcelo), con muchas dudas por ese pasillo y con algunos malos resultados, como por ejemplo un 3-3 ante el Levante (colista que aún no ha sido capaz de ganar un solo partido en liga hasta hoy), un 1-2 ante el Sheriff Tiraspol o el peor encuentro disputado hasta la fecha, un 2-1 en Cornellà-El Prat ante un Espanyol que pasó por encima de nuestro equipo.

Algún peso habrá tenido la vuelta de Ferland Mendy en esta fabulosa racha de resultados, incluyendo la peligrosa sucesión de puertos hors-catégorie de los Pirineos (Sevilla, Athletic, Real Sociedad, Inter y Atlético de Madrid: pleno al 5 en 14 días), en los que el equipo tan solo ha encajado un gol, ante el Sevilla de Rafa Mir, en un despiste colectivo con un córner mal defendido.

En estas últimas semanas, y en estas mismas páginas cibernéticas, hemos destacado como figuras de los últimos partidos a Vinícius, a Benzema, a Toni Kroos, a Courtois o a Lukita Modric, sin duda todos ellos con méritos suficientes para recaudar laureles, pero no a Mendy, que ha tenido que lidiar, por ejemplo, entre otros, con Griezmann, con Januzaj, con Lautaro Martínez, con Lucas Ocampos o en duelo de 100 metros lisos con Iñaki Williams.

Ninguno de ellos pudo desbordar a nuestro Ferland Mendy, este francesito de 26 años nacido muy cerca de París, con nombre, como me dice Jesús Bengoechea, de quinto mosquetero, que podría batallar perfectamente contra sus rivales sin bajar el nivel exquisito de Athos-Kroos, Porthos-Casemiro, Aramis-Benzema o D’Artagnan-Modric.

Un quinto mosquetero de sonrisa eterna e imposible de dejarse driblar o de ser desbordado, con ese potencial físico, tanto en vigor como en intensidad y en velocidad, que es, como bien describió mi querido Andrés Torres en la crónica del último Madrid-Atleti, “… es una roca. Que se lo pregunten a De Paul, que chocó con él y acabó en Orcasitas”.

Tras acabar de ver Get Back, el fabuloso documental de Peter Jackson, de ocho horas, sobre el mítico último concierto de The Beatles (y sus días previos) en la terraza de Apple Records, allá por enero de 1969, la aparición de Mendy como cerrojo de guardia de la defensa blanca me hizo recordar de inmediato a la aparición de Billy Preston en aquellos días, como teclista de los Fab Four en sus últimas grabaciones: el quinto Beatle logró algo que parecía muy difícil o casi imposible, volver a ser el pegamento perfecto que disipara las claras diferencias que existían en esos momentos, en particular entre Paul, George y John. Preston llegó, se puso a tocar el piano con su alegría y su talento, y acabó por unir, una vez más, el talento infinito de sus compañeros. Mendy, como ya supuso su aparición en la “liga de la pandemia”, volvió a mediados de octubre para poner orden en una defensa con indudable calidad pero que no acababa de funcionar como grupo, como un ente único, compacto e indisoluble.

Para los amantes de las estadísticas, además, no hace faltas: apenas 1,2 por partido (menos de las que provoca), tiene una eficacia del 90% en sus pases (cerca del 86% en campo contrario, casi el 94% en campo propio), pierde muy pocos balones y es casi imposible driblarlo y superarlo en velocidad.

Gran rendimiento, por tanto, para una labor que tantas veces pasa desapercibida, pero cuando no está es cuando se encienden todas las alarmas, y a los resultados les remito.

Mendy, el mosquetero silencioso más competente.

Fotografías: Imago