Si usted es de los que no acaban de creerse aquello de que la fe mueve montañas, no hace falta que acuda a la Biblia: repase lo que ha sucedido en esta Copa de Europa, en la Copa de Europa más madridista de la Historia. El Real Madrid este año ha conseguido lo que ningún profeta había logrado hasta ahora: no sólo predicar la fe, sino demostrarla, hacerla tangible, mover las montañas más altas a la vista de todo el mundo y en alta definición. Si del Real Madrid se predica la grandeza, de este Real Madrid habría que predicar la enormidad, o acaso la infinitud. Es tan imposible lo que este equipo ha hecho este año, que no cabe la hipérbole al glosarlo; el Real Madrid es la hipérbole vestida de blanco. Y así, el Real Madrid ha obrado el milagro de convertir al incrédulo, a tanto infiel que no ha podido sino rendirse al aluvión de milagros, a la torrentera de remontadas inconcebibles, a la emoción arrolladora producida por la contemplación de aquellos que creen con más fuerza, con una convicción más imparable, cuando la razón más les demuestra que no es posible. Sí, amigo, la fe mueve montañas. La fe es la que ha movido a este Real Madrid por el que nadie apostaba al comienzo de la temporada, la que le ha hecho fuerte, la que le ha empujado a rubricar una Liga brillante y una Copa de Europa construida peldaño a peldaño, dificultad a dificultad, pundonor a pundonor, negativa a rendirse a negativa a rendirse, determinación a determinación. Ya digo, la Copa de Europa más madridista de la Historia.
El Real Madrid este año ha conseguido lo que ningún profeta había logrado hasta ahora: no sólo predicar la fe, sino demostrarla, hacerla tangible, mover las montañas más altas a la vista de todo el mundo y en alta definición
Y así ha sido también la Final. En frente, un adversario a la altura del desafío, un formidable rival, un grande de Europa que aunaba la apabullante fortaleza de su escuadra con la confianza que proporciona una tradición —antigua y reciente— sustentada también en el triunfo. Un equipo al que la ambición de conquistar Europa le es casi tan natural como al propio Real Madrid, y que era el gran favorito para ganar la Final... si no fuera porque se enfrentaba al Real Madrid, y cuando uno se enfrenta al Real Madrid en una Final de Copa de Europa, los méritos y las razones y los argumentos pierden automáticamente todo su sentido ante la realidad incontestable de que vencer al Real Madrid en tal circunstancia es sin duda la empresa más difícil a la que uno puede enfrentarse en el fútbol. El Real Madrid ha ganado esta Final como ha ganado toda la Copa de Europa: a pulso, agarrándose a la competición como el brezo se agarra a la tierra inhóspita y azotada por el viento, sin desfallecer un segundo, con los músculos en tensión, sin aflojar el ánimo. Y en la segunda, al tiempo que la carcoma silenciosa pero letal de la duda comenzaba a socavar la confianza de los diablos rojos, el Real Madrid ha dejado que se impusiera la fuerza incontestable de esos ojos inyectados en triunfo, de la mirada de quien sólo contempla un horizonte: la gloria. La fe, de nuevo; esa fe sorda a razones e inasequible al desaliento. La fe que proporciona ese escudo, que unge a su portador con el aceite de los elegidos, de los llamados a las grandes gestas, a escribir la historia.
Tengo dicho aquí en alguna ocasión, que en el frontispicio de uno de los edificios adjuntos al Capitolio de California, en la ciudad de Sacramento, puede leerse grabado en granito el verso inicial del poema The Coming American, tal vez la obra más conocida de Sam Walter Foss, poeta norteamericano del siglo XIX. El poema, que es de un madridismo emocionante, se me viene hoy de nuevo a la cabeza al pensar en los jugadores de este equipo de leyenda. A ellos mi gratitud infinita, no ya por la victoria —incluso los madridistas sabemos que en el fútbol se puede perder a veces—, sino por recordarnos este año la grandeza de compartir la fe madridista, y por hacernos sentir tan inmensamente orgulloso de ellos.
Bring me men to match my mountains,
Bring me men to match my plains,
Men with their empires in their purpose,
and new eras in their brains.
Este equipo ha demostrado que está hecho, quizás como ningún otro en nuestra gloriosa historia, de hombres a la altura de nuestra ambición y nuestra grandeza, de hombres resueltos a crear imperios y a concebir nuevas eras. Que Dios los bendiga.
Y el año que viene, a por la Decimoquinta.
Getty Images.
Queridos madridistas: ENHORABUENA, CAMPEONES.
Dios es Madridista y punto.
Esta champions ha sido gloria bendita.
Puro karma.
Siempre hasta el final.
Hala Madrid y nada más.
Que bonito es ser del Madrid.
Hala Madrid y nada más...¡¡¡
Esta campaña inolvidable por Europa, contra gigantes y contra molinos, sólo está al alcance del Real Madrid. Sólo el Real Madrid tiene la fe y el corazón suficientes.
Me ha venido a la cabeza Blas de Otero: ese ángel fieramente humano es el Real Madrid:
"Luchando cuerpo a cuerpo con la muerte
al borde del abismo, ..."
Así todo el año. Y toda la vida.
Leyendo tu artículo, me viene a la mente la segunda estrofa del Mesías de Haendel:
Every valley shall be exalted
And ev'ry moutain and hill made low
The crooked straight
And the rough places plain
Pero es mejor escucharlo:
https://www.youtube.com/watch?v=7NCO6UzZ2R8
Muy bien traída esa aria de El Mesías, Boquerón. Esta tampoco sería improcedente (y está incluida en una de las playlists de Spotify de La Galerna):
The trumpet shall sound
And the dead shall be raised
And the dead shall be raised incorruptible
And we shall be changed.
No me parece mal resumen de esta Champions.
Abrazo.
Dar las gracias a estos guerreros incansables y sesudos que un día perderán claro.Pero siempre os estaremos agradecidos
Este sentimiento solo podemos disfrutarlo los madridistas
Bendita conexion